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Crónica
Texto informativo con interpretación

Las brujas de Macbeth

Alicia Sánchez-Camacho ha conseguido prolongar su insulsa, banal, cansina intervención durante cuatro horas y media

Foto: atlas | Vídeo: VIDEO: ATLAS

                                                                                                                       A Xavier Vinader, in memoriam

Pero las brujas de Macbeth no son ellas dos, Alicia y Victoria. Las brujas son tres. Los tres partidos, las tres cabezas de Hécate que en Cataluña profetizan el bipartidismo histórico: convergentes, socialistas y populares, por ponerlo en capicúa.

Le tocaba comparecer este viernes al grupo relacionado con las escuchas de la Camarga: la popular Alicia Sánchez-Camacho, la todavía más popular Victoria Álvarez, la ex gerente del PSC Lluïsa Bruguer, el ex secretario de organización socialista José Zaragoza, y Francisco Marco, director de la agencia de detectives Método 3. Día temático como en el canal Arte. Sin embargo Alicia Sánchez-Camacho ha conseguido prolongar su insulsa, banal, cansina intervención durante cuatro horas y media, y de este modo ha dado al traste con lo previsto. Ha desbaratado el programa, lo ha desmontado, encima sin decir nada en ningún momento, y han caído de la jornada Marco y Zaragoza. Así, Sánchez-Camacho ha logrado que estos dos no hablen, por lo menos hoy, y encima ha podido monopolizar los noticiarios del mediodía, pues el turno de Victoria Álvarez se pasó a la tarde. Bruguer habló a continuación de la dirigente popular. Lo hizo rápida y explícitamente y nadie le prestó demasiada atención. De hecho, la diputada de la CUP Isabel Vallet le preguntó qué pintaba en todo esto, a lo que la propia compareciente respondió estupefacta: "Todavía no sé qué pinto aquí". A Francisco Marco y José Zaragoza les tocará volver el lunes; precisamente el día que estaban previstos Cristóbal Montoro, Jorge Fernández Díaz y Jorge Moragas, pero estos tres ya han dicho que no piensan comparecer en el Parlamento catalán. Jugada perfecta.

Tres presidentes ha tenido la comisión de hoy para sustituir a David Fernández, que no ha podido asistir por razones íntimas, y que en realidad son comunes, es decir, de nuestra comunidad. El fallecimiento del periodista Xavier Vinader, convertido en vida en mito, en soledad, en risa permanente y revolución permanente. Primero ha presidido el diputado convergente Lluís M. Corominas, que ha excusado la ausencia de Fernández (al empezar a hablar, Sánchez-Camacho le manifestó su pésame, pero no nombró a Xavier Vinader). Tras él, presidió la diputada republicana Anna Simó. Y por la tarde la relevó el diputado de EUiA David Companyon, que antes de empezar puso a la sala de Grupos en pie y pidió un minuto de silencio en recuerdo de Vinader. Para que luego digan que ser de izquierdas o de derechas ya no se nota o no tiene sentido.

Alicia Sánchez-Camacho contó que estaba harta de oír "injurias y vejaciones para su persona y su partido", y quiso convencer a los presentes de que si esta comisión había sido posible se debía al Partido Popular. Para acompañarla, se personó en la sala toda la plana mayor del mismo, que dado su relativo empaque tiene más de plana que de mayor. La compareciente citó el Evangelio, hizo precisiones bizarras del tipo: "la comida de la Camarga fue el 7 de julio, por cierto, San Fermín", y anunció aventuras de Julio Verne ("hoy bajaremos a las profundidades"), pero al final no las cumplió. Al "diuen, diuen, diuen...", de Jordi Pujol en esta comisión, Sánchez-Camacho contrapuso su propio estribillo: "tengo guardado algo para el final que le va a cambiar definitivamente el nombre a la comida de la Camarga". Los diputados se impacientaban y le pedían que lo soltase ya, pues si era tan importante no querían perder la ocasión de preguntarle sobre ello. A pesar de sus ruegos, la presidenta del Partido Popular catalán mantenía que lo tenía guardado en exclusiva para CiU. ¿Qué misterio sería? Un arcano de torera blanca, que es un poco la elegancia de los camareros de Vacaciones en el mar. Pero la Transición ha sido esto, el paso del rojo de Marcelino Camacho al blanco de Sánchez Camacho. Aunque ¿quién se acuerda ya del hijo de un guardagujas?

Sánchez-Camacho habló, habló, habló y no explicó nada. Cuando los diputados le preguntaban, les contestaba con el doble de preguntas. Si le sacaban algún asunto de corrupción, ella encontraba otro para el partido de su interlocutor. Llevó el debate a lo personal, al me toca a mí, al yo no le he insultado y usted a mí sí... Los portavoces de los otros partidos perdían el oremus y traspapelaban las preguntas. Los del suyo le hacían de claca con voces como en los toros y aporreando el pupitre a modo de aplauso. De este modo, la comisión se iba disolviendo en una inutilidad absoluta y radical. Lo que se manifestaba en este ambiente alucinante, políticamente inmoral, era una sociedad hipócrita destruyéndose con acusaciones recíprocas al igual que en una pintura de Goya. Reproches mutuos con los que no sólo ocultar una complicidad en el silencio, sino tapar que es el silencio, la ley del silencio, la que todavía manda.

Cuando le nombran las islas Vírgenes o Guernsey, Sánchez-Camacho dice que no sabe ni que existían; pero eso, en un dirigente político, no es una muestra de inocencia sino de ignorancia. En un arrebato de inspiración, sentencia que lo que está contando está tan claro como que "dos más dos son uno". Y en otro de máxima genialidad se impone a un diputado exclamando: "¡aquí la preguntada soy yo!". Al socialista Jordi Terrades, que es corredor de maratones, le llama señora.

Para más absurdo en lo inacabablemente largo de la mañana, dos detectives privadas se encuentran entre los asistentes. Habían trabajado para la agencia Método 3. Una estuvo detenida por el caso de la Camarga y ahora toma notas para un medio de comunicación y de cuando en cuando se le escapa una audible risa sardónica. La otra se pondrá en pie al final de la comparecencia de Sánchez-Camacho y ofrecerá a voces a los diputados una enésima versión de la grabación del restaurante. Pero esta vez el circo va a ser de tres pistas, ya que también al otro lado de la puerta, la ex amante de Júnior ha empezado a darles a las televisiones declaraciones en directo por los pasillos del Parlament. No es para menos, hace horas que le tocaba comparecer a ella, y sin embargo su antigua compañera de mesa y de micrófonos le estaba robando el protagonismo.

Alicia Sánchez-Camacho abandonó la comisión sin que nadie supiese ni quién encargó la grabación a la agencia, ni por qué no denunció todo lo que le contó Victoria Álvarez, ni nada de nada de ningún tema. La gran revelación que había reservado para el final y que iba a convertir el caso de la Camarga en algo totalmente diferente se redujo a la lectura en voz alta de una noticia publicada en un periódico atrasado. Ni siquiera hubo estupefacción entre la sala. Sólo ganas de comer.

Después de tanta complicidad en una comida que ha pasado a la historia de la política catalana, esta vez fue la hora de la comida lo que separó como un muro, como una infinita muralla china, a Alicia Sánchez-Camacho de Victoria Álvarez. En la Camarga se lo contaron todo con pelos y señales literalmente. Ahora no se dirigen la palabra. Por lo menos en público.

Victoria Álvarez vino también vestida de blanco, pero el suyo es un blanco de quien ha ido mucho a Andorra a esquiar. Colgó el bolso del respaldo de su silla en la mesa presidencial, y de vez en cuando revolvía dentro diciendo que iba sacar unos whatsapp como quien va a buscar unos guantes. Y de la misma manera añadía: "creo que me los he dejado en el coche". Victoria Álvarez es la Belén Esteban de los pijos y por tanto sabe que cuando es sincera gana, y así juega a ganar. A Sánchez-Camacho la llamó Alicia todo el rato con esa manera que tienen los taxistas de usar el nombre de pila de sus pasajeros importantes. A la ex mujer de Júnior, Mercè Gironès, le decía Merceditas. Dedicó su intervención a desmentir todo lo que había explicado antes Sánchez-Camacho. Victoria Álvarez tiene risa de cantinera y ríe mucho porque sabe que aunque la suerte no esté de su parte en su garito hace lo que a ella le da la gana. Reparte juego a todos los diputados, contesta a todo, a lo que entiende y a lo que no quiere entender. Al portavoz del PSC, le dice: "Yo sí que tendría que hacerle una pregunta a usted, socialista". Y en un alarde de sinceridad exclama: "Me he sentido utilizada y todavía no sé por quién". Sostiene que la grabación fue planeada por Sánchez Camacho y José Zaragoza en "ratitos de ocio relajado". Para demostrarlo, recurre al truco de buscar los whatsapp en el bolso, que al final se han quedado en el coche. Habla de presiones y deja escapar que una vez le dejaron unas rosas negras. Probablemente pasó todo el miedo que asegura haber sentido. Como en un número del Gila, toda su intervención consiste en decir: "Sé una cosa que no puedo contar, porque si la cuento...". Está convencida de que en la familia Pujol-Ferrusola no era la madre quien lo controlaba todo sino el padre. Cuando intenta darle un sentido a los numerosos viajes de blanqueo que hizo con Júnior, manifiesta:"Me decía que tenía un museo en Andorra".

Se fue de la sala Victoria Álvarez mostrando abiertamente su simpatía hacia la portavoz de las CUP. Cuando alguien se rebela se pasa al bando de los rebeldes, aunque no sean los suyos. Pero es que los otros son las brujas de Macbeth.

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