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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las famosas ‘estructuras de Estado’

Las 106 medidas son simple propaganda política encaminada a que la olla de la independencia siga hirviendo hasta el 27-S

Francesc de Carreras

Cuando el Presidente de la Generalitat, y todos sus corifeos de los medios de comunicación, empezaron a hablar con total naturalidad de “estructuras de Estado” pensé: ¿qué será eso?, ¿ya saben de lo que están hablando? Igual me sucede ahora con la “desconexión”. Mientras nos interconectamos eléctricamente con Francia a través de la famosa y al fin terminada MAT, por lo visto una maravilla de la tecnología más avanzada, el Gobierno de la Generalitat quiere desconectarse de España. La verdad es que no sé lo que pretenden decir con eso pero seguro que saben de lo que hablan como sabían lo que querían decir con lo de estructuras de Estado. Al tiempo: cuando convenga encontrarán el interruptor e intentarán desconectar. Entonces lo entenderemos.

Pero vayamos a las estructuras de Estado. Aunque en un primer momento estaba yo algo confuso, ahora ya he descubierto lo que son las estructuras de Estado. Dicho muy llanamente: estructuras de Estado, en el sentido en el que habla de ellas Artur Mas, es todo aquel órgano del Estado, del que no es titular la Generalitat, pero que esta crea o prevé crear para que esté preparado en una futura Cataluña independiente, aún a costa de desafiar a la ley y al derecho.

Dicho así parece muy sencillo de entender pero mi perplejidad inicial provenía de una cuestión semántica. En sentido amplio, en uno de los sentidos en los que la Constitución lo emplea, la Generalitat ya es Estado y así lo reconoció el TC en una de sus primeras sentencias. Es sabido que el término constitucional de Estado es anfibológico y en la Constitución se emplea en dos sentidos: por un lado significa “poder público” (en este caso son también Estado las comunidades autónomas y los entes locales) y, por otro, equivale a instituciones centrales del Estado o Estado central.

Así pues, en Cataluña, o las estructuras de Estado ya estaban creadas o la Generalitat, por carecer de competencias para ello, no podía crearlas. En sí misma, toda la Generalitat es una estructura de Estado. ¡Y vaya estructura! Ciento veinte mil funcionarios, 37.000 millones de euros anuales. ¡Pedazo de estructura! Naturalmente, la Generalitat tiene potestad para autoorganizarse y continuamente así lo hace. Pero esto, normal en toda organización pública o privada, es muy distinto a crear estructuras de Estado.

En Cataluña, o las estructuras de Estado ya estaban creadas o la Generalitat, por carecer de competencias para ello, no podía crearlas

Las estructuras de Estado son pues un gesto inútil más y otro gasto público que no beneficia a los intereses generales sino sólo a los intereses partidistas. Es simple propaganda política encaminada a que la olla de la independencia siga hirviendo en estos meses hasta el 27 de septiembre, fecha prevista de las elecciones. Así, Mas hace ver que el proceso sigue y de esta manera tiene contenta a ERC y aplaca las iras de las asociaciones que le montan las manifestaciones —ANC, Òmnium Cultural y Asociación de Municipios por la Independencia—, las que le acosan para que acelere la marcha del proceso, aquellas de las que es prisionero.

Según La Vanguardia del pasado domingo, las estructuras de Estado de más inmediata creación son: una Hacienda catalana, un proyecto de Seguridad Social, un banco central, una Constitución y un pasaporte catalán. Todo esto entre mayo y julio de este año. También se prevé en este período un proyecto de gestión de infraestructuras básicas, como aviones y trenes. En concreto, el centro de control de Ferrocarriles de la Generalitat es probable que se instale en Sabadell sustituyendo así el actual control del AVE desde Zaragoza.

El citado diario del lunes detallaba, aportando informes oficiales, 106 medidas concretas a realizar antes de las elecciones y 48 una vez se haya constituido el nuevo Parlamento catalán después del 27 de septiembre. Algunas de ellas, tan fantasiosas como un Consejo Ibérico (con España, Portugal y Andorra) y un acuerdo monetario con la Unión Europea que permita a las entidades bancarias con sede social en Cataluña el acceso al crédito del Banco Central Europeo y otras operaciones financieras mientras la Cataluña independiente no sea miembro —¡al fin se admite!— de la UE. Podríamos aquí alegar, además, que todo ello bordea los límites del Estado de derecho al constituir una sustancial desviación de poder, real o virtual.

Es decir, no sólo se prevé en tales informes la reorganización interna de la Administración catalana cara a una Cataluña independiente, sino las finalidades que el Estatuto señala a la Generalitat. Pero sobre todo es un gasto inútil y una deslealtad con los ciudadanos al utilizar dinero público para fines partidistas. Mientras la Generalitat llega a final de mes gracias al Estado, la única fuente que le presta dinero a un interés razonable y así no debe endeudarse al 7% o al 8%, dado que es una institución quebrada, el Gobierno Mas dedica esta financiación atípica y excepcional a pretender desconectarse de dicha fuente creando las dichosas estructuras de Estado. ¿Alguien, mínimamente sensato, lo entiende?

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional

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