Los obispos instan al pedir perdón y reconciliarse tras la sangre derramada
Los prelados de Euskadi y Navarra dicen que la dignidad del trabajo es "un bien fundamental" y apelan a "una remuneración justa y una distribución de la renta"
Los obispos del País Vasco y de Navarra instan, en una Carta Pastoral conjunta con motivo de la Cuaresma, a pedir perdón, a reconocer "la culpa" y a reconciliarse después de "la sangre derramada injustamente" en la historia "reciente".
El texto ha sido firmado por el Obispo de Bilbao, Mario Iceta; el de San Sebastián, José Ignacio Munilla; el de Vitoria, Miguel Asurmendi; el Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela, Francisco Pérez; y el Obispo Auxiliar de Pamplona y Tudela, Juan Antonio Aznárez, para ser presentado a las comunidades cristianas en las eucaristías de este Miércoles de Ceniza, inicio del tiempo de Cuaresma.
La Carta Pastoral se refiere a la convivencia social y destaca que "el perdón y la reconciliación" son tareas "fundamentales" del 'Hospital de campaña', como el Papa Francisco llama a la Iglesia.
En este sentido, apunta que "la misericordia posibilita la reconstrucción de una vida rota" y la reconciliación "con el hermano al que hemos ofendido o dañado". Además, asegura que el "reconocimiento de la culpa es un elemento clave para el comienzo de la propia sanación".
"Es importante no ideologizar los problemas ni idealizarlos", dicen
Los obispos lamentan, no obstante, que se asista "a una pérdida de la conciencia del pecado, a una dificultad enorme para reconocer nuestras culpas", lo que "impide con frecuencia iniciar ese camino de retorno y rehabilitación".
A su juicio, se necesita pedir perdón y llegar a la reconciliación para "abrazarnos y devolvernos la dignidad", especialmente, en la historia "reciente", cuando "ha sido derramada injustamente la sangre de tantos hermanos, y otros llevan en su cuerpo y en su memoria, en su historia personal y familiar, secuelas físicas, psíquicas, sociales y espirituales que les han marcado para siempre y que les han provocado y siguen provocando sufrimiento".
"A las víctimas y a sus familias hemos de escucharles con gran amor, ofrecerles el consuelo, la acogida, el acompañamiento y la ayuda necesaria, así como la memoria viva que exprese nuestro reconocimiento", aseveran.
En este sentido, emplazan a "los causantes del dolor y sufrimiento" a reconocer su "culpa" y su "pecado", y comenzar a "recomponer lo que ha sido destruido, no sólo tan injustamente en las víctimas, sino también en la propia vida y en sus familias".
A su juicio, "en este delicado camino, es necesario el acompañamiento y la pedagogía que ayuden a reconocer, a reparar en la medida de lo posible el daño causado y a abordar la sanación de las secuelas físicas, psíquicas, espirituales y sociales que la violencia ha generado".
Por ello, subrayan que "la tarea reconciliadora es un elemento muy importante en la sociedad actual", y destacan los principios que el Papa ha recordado para hacer posible "una convivencia pacífica asentada", como son "el diálogo social, el encuentro, la escucha, la búsqueda común, la paciencia, el respeto a la verdad y a la justicia".
"Somos conscientes de que las soluciones definitivas no se alcanzan a corto plazo, sino a través de pequeñas o grandes acciones que irán fructificando y nos ayudarán a progresar. Los problemas hay que asumirlos en su complejidad, haciendo que la verdad de las cosas se vaya abriendocamino y vaya aunando voluntades, iluminando las situaciones y alumbrando caminos por los cuales poder avanzar", manifiestan.
La Carta Pastoral señala que "es importante no ideologizar los problemas ni idealizarlos, ni olvidar que la realidad posee múltiples dimensiones y matices que hacen que la resolución de las dificultades no sea siempre ni fácil ni inmediata".
En este contexto, recuerda que se están conociendo "algunos testimonios de perdón y de reconciliación verdaderamente heroicos" que, "a buen seguro, muchos de los pasos dados en esta dirección permanecen ocultos a los medios de comunicación y a la opinión pública". "La reconciliación es como el grano de mostaza del Evangelio, que, a pesar de ser la más pequeña de las semillas, termina creciendo y cobijando a muchos bajo su sombra", apunta.
Los prelados creen "comprensible que a los que continúan profundamente heridos por la historia de violencia, les resulte difícil acoger la exhortación al perdón y a la reconciliación porque pueden interpretar que se ignora su dolor, o que se pierde la memoria de lo ocurrido".
Los obispos recuerdan que "el perdón no es algo que se pueda imponer o exigir", sino que es "un don, una gracia". "Se trata, en esencia, de ofrecer a los demás la misma medicina que a nosotros nos está curando: el amor, el perdón y la misericordia", añaden.
En esta línea, recuerdan que cada uno puede "acogerse" al perdón y "beneficiarse de él" o "cerrarse y rechazarlo, quedando abocados de este modo a la desolación interior". De esta forma, rememoran las palabras de San Pablo, en las que afirmaba: 'No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien'.
La Carta Pastoral destaca que la dignidad del trabajo es "un bien antropológico fundamental" y subraya que éste, junto a las necesidades fundamentales de alimentación, vivienda, educación y sanidad", es "un aspecto fundamental para el desarrollo de la persona, la vida familiar y su integración en la sociedad".
Por ello, se refiere a la necesidad de buscar cauces para conciliar "satisfactoriamente la vida familiar con la vida laboral, la dignidad y el respeto debido a los trabajadores, la defensa de sus legítimos derechos, la necesidad de una remuneración justa, así como una adecuada distribución de la renta".
Además, "junto a esta dimensión fundamental del trabajo", cree preciso "alentar a la iniciativa empresarial, las nuevas formas de autoempleo y de creación de puestos de trabajo, con una visión que responda a la responsabilidad social y distribución de bienes necesarios".
"La empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la creación y distribución bienes y servicios útiles, y ser gestionada ciertamente en términos y con criterios económicos, pero sin descuidar los valores auténticos que permiten el desarrollo concreto de la persona, de la familia y de la sociedad", apunta. Asimismo, hace un llamamiento a "volver a reflexionar sobre los fundamentos de nuestra economía y del sistema financiero".
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