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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Ah, esta Barcelona tan provinciana

El CLAC es un renovado grupo de amigos intelectuales que ya han compartido otras listas, algunas francamente inquietantes

J. Ernesto Ayala-Dip

Experimenté una gran alegría cuando leí en Internet que en Cataluña se está fraguando un nuevo grupo de intelectuales dispuesto a batirse el cobre contra el páramo cultural que sufre nuestra sociedad. Eso fue lo que creí en cuanto leí algo referente a gente que se aglutinaba alrededor de dos palabras mágicas: arte y cultura. Se trata del CLAC (Centro Libre de Arte y Cultura). Eso quiere decir, me dije (sin que dejara de intrigarme lo de “libre”), que el debate se enriquece. Que hay espacio en Cataluña para nuevas propuestas culturales y artísticas.

Leída la noticia, pensé: Por fin gente dispuesta a que la cultura deje de ser la convidada de piedra que es siempre. O el florero que hace bonito. Pensé en una asociación para investigar nuevas soluciones para las dificultades del espíritu, sobre todo en un mundo tan mercantilizado como el que vivimos. También me hice la ilusión de un foro de discusión entre los partidarios de una determinada estética narrativa en frente de otra de antagónico contenido. Ahí sería nada ver enfrentados a los lectores defensores de la literatura de Baltasar Porcel y los de las novelas de Juan Marsé: qué debate tan apasionante sería ese, sobre todo cuando en un tiempo no muy lejano, se decidió, entre un sector de la intelectualidad de escritura en castellano en Cataluña, que el gran novelista que fue Porcel (y perdonen la herejía, tan grande como el autor de Últimas tarde con Teresa) era un escritor subvencionado por la Generalitat, dejando entrever con muy mala fe que alguien de esa calaña nunca podría ser un novelista que se precie.

Visualicé también otras tareas del CLAC: por ejemplo, cómo hacer que los músicos jóvenes catalanes con obra propia pudiesen reunirse con los de otros puntos de España para intercambiar experiencias y exponer las enormes dificultades que tienen para que esas obras se estrenen en los circuitos artísticos de gran solera.

Ya ve el lector qué ingente trabajo por delante para esta nueva asociación de la cultura y del arte que acaba de nacer. Albricias exclamé, por fin un foro para discutir y abrir en canal todos los malentendidos en torno a la cultura y la lengua en Cataluña, sin victimismos de un lado y del otro. Y volví a exclamar ¡albricias!: Por fin se discutirá, se abrirán puentes, se polemizará sobre asuntos que no importan a nadie, excepto a los que vemos cómo al lado de la desigualdad social y económica se va larvando otra de peores consecuencias: la desigualdad cultural y la espiritual.

El CLAC, por lo que veo, es como una especie de renovado grupo de amigos intelectuales

Pero mi gozo en un pozo en cuanto leí, en este mismo periódico, el reportaje de Àngels Piñol. Resulta que el CLAC no luchará por nada de las cosas que yo desgrané más atrás. El CLAC, por lo que veo, es como una especie de renovado grupo de amigos intelectuales. Y digo esto porque a algunos de ellos los vi en otras listas de intelectuales y firmantes de manifiestos (algunos de ellos francamente inquietantes, como aquel en que se conminaba a Rajoy a ser severamente intransigente con los independentistas).

Me extrañó, eso sí, la mezcla ideológica de los integrantes. No me extrañó menos que algunos de ellos repitieran en su fervor asociativo. A este grupo de intelectuales parece que los reúne el sano anhelo de sacar a Barcelona de su enfermizo provincianismo. Nuestra ciudad sigue empecinada en seguir encerrada en sí misma y negarse tozudamente a beber de los encantos del cosmopolitismo. Leo el reportaje de Piñol y no logro salir de mi estupefacción. Y me hago una pregunta: ¿Vivo yo en la Barcelona que creo que vivo? O formulado de otra manera: ¿Hasta cuándo esta gente va a seguir dándonos la lata con lo mismo de siempre?

Los integrantes del CLAC: ¿recorren Barcelona? ¿van a sus cines? ¿asisten a los conciertos del Palau o del Auditori? ¿van a la multitud de presentaciones de libros que se hacen por semana, excepto cuando son ellos los que presentan su libro? ¿Acuden a las conferencias que se programan casi todos los días dictadas por conferenciantes de todo el mundo? (Por cierto, la semana pasada en el MACBA habló sobre el Walter Benjamin más político, el filósofo ovetense radicado en Madrid César Rendueles, y no vi a nadie de los firmantes de este pintoresco grupo que acudiera para discutir sobre un asunto filosófico y político tan importante).

¿Frecuentan los barrios con su efervescencia fiestera y cultural? ¿Conocen Gracia, el Born, el Raval, el barrio Gótico, Sants, Sant Andreu (donde funciona una orquesta de jazz de maravilla? En ninguno de esos sitios nunca vi a ninguno de ellos. Como tampoco los veo en los museos cuando inauguran una exposición, no los veo en el MNC, ni siquiera en las muestras de arte extranjero, dado lo cosmopolitas que son. Y ya no digo en los estrenos de teatro, a los que nunca en más cuarenta años vi a ninguno de ellos.

Bueno, a lo largo de mis artículos en este espacio, creo que quedó claro mí oposición a la independencia de Cataluña. Y por último, a esta asociación no se la confunda con otra de genuinos buenos propósitos: el CLAC, Coordinadora LatinoAmericana del Comercio Justo.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario

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