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Aliviar el dolor también es curar

La Unidad de Cuidados Paliativos en Tres Cantos ayuda a enfermos terminales a aceptar el deterioro diario y la muerte

Unidad de Cuidados Paliativos de la residencia San Camilo, en Tres Cantos.
Unidad de Cuidados Paliativos de la residencia San Camilo, en Tres Cantos.claudio álvarez

Dory, septuagenaria, viuda y madre de tres hijos adultos, fue diagnosticada de cáncer cerebral hace dos décadas. El tumor, en un principio benigno, se expandió por su cerebro de forma agresiva. Tras ser operada y tratada con quimioterapia, Dory es atendida desde hace 10 meses en la Unidad de Cuidados Paliativos del Centro San Camilo de Tres Cantos. Allí espera el desenlace de una enfermedad incurable.La misión del equipo en la Unidad de Cuidados Paliativos es acompañar y mitigar el sufrimiento físico y emocional de Dory, de su familia, así como el de los otros 31 pacientes internos.

“Se trata de vivir bien la vida hasta su último momento”, explica el doctor Pablo Sastre: “No pensamos en términos de fechas. La muerte vendrá cuando venga. Hay que vivir cada momento”. Sobre esa idea reposa la labor de los 35 profesionales de la unidad. En la primera planta, todo, incluso la decoración, está pensado para transmitir entusiasmo por la vida. Las 32 habitaciones tienen un mobiliario básico, que cada paciente puede personalizar. Dory se ha traído incluso a su perro.

“Se trabaja para que la persona pueda vivir la enfermedad de la mejor manera posible. Hemos creado espacios más humanos, para abandonar la idea de un hospital”, apunta el coordinador del equipo de Atención Psicosocial de la Obra Social La Caixa, Bernardino Lozano.

Además de atención física, es preciso un acompañamiento emocional Bernardino Lozano

Cada corredor evoca un tema: música, literatura, pintura, escultura... “Se trata de que pacientes y familiares pueden usar cualquier espacio como si fuera una esquina en su propia casa”. Incluso se hacen concesiones como una copa de vino con la comida, para “no poner a una persona que se está muriendo más límites que la propia muerte”.

Los pacientes son, sobre todo, mayores de 60 años con tumores, afecciones invalidantes —insuficiencias hepáticas, renales o coronarias— o neurológicas —Parkinson, etcétera—. “La demencia, cuando es severa, invalida de tal manera que, si no hay alguien que te oriente, te mueres; no sabes ni cómo siquiera levantarte de la cama”, explica Lozano.

El acompañamiento a los familiares se trata con el mismo cuidado. “Nosotros entendemos la atención integral como una atención al paciente, al familiar y al profesional. Al paciente, la atención física la damos por hecha, pero también es necesario un acompañamiento emocional, aliviando la tristeza y la ansiedad, trabajando sobre la depresión, la culpa o la ira por un diagnóstico inesperado”, añade.

“Desde la persona que aplica la morfina hasta quien limpia del baño es importante. Los profesionales de limpieza, por ejemplo, reciben información del paciente que éste no comunica al médico o al psicólogo”, continúa Lozano.

“El tema central no es aceptar morir sino aceptar la pérdida. Los pacientes tienen que aceptar casi a diario la pérdida de sus funciones vitales, desde la incontinencia hasta la memoria”, resume Pablo Sastre.

Cada 15 días, los auxiliares, médicos, voluntarios y profesionales de limpieza tienen la oportunidad de dialogar con un psicólogo sobre cómo les afecta su trabajo.“Estamos formados para esta labor, pero desde luego no somos impermeables”, admite una de las psicólogas del equipo, Yolanda López, que ve en este trabajo una vocación. “La muerte te enseña a vivir”, reseña. “Aunque al final sabes cuál es el resultado, que es siempre difícil de sobrellevar para todos los que hacemos parte este proceso”, concluye Lozano.

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