El día de la lechuza
El exconsejero de trabajo Lluís Franco sostiene que no sabe nada de lo que se le pregunta
Empieza el mes más corto y le entra a la comisión que investiga el fraude fiscal en Cataluña un ataque de miedo escénico. Los lunes de febrero son los más existencialistas del año (corriente Jacques Brel, es decir, il faut oublier). Pero entonces, al ver que olvida su ser, es cuando la comisión se formula las cuatro interrogantes trascendentales de Siniestro Total: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Estamos solos en la galaxia o acompañados? Resulta que a las incomparecencias de la sesión anterior por parte de cuatro de los banqueros andorranos que custodian el caudal de la familia Pujol Ferrusola, este lunes se han sumado las de Manuel Vázquez (comisario jefe de la UDEF, Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal), que no ha recogido la citación postal que le envió el Parlament de Catalunya, y la de Luis María Sánchez (director de los inspectores de la Agencia Tributaria Española), el cual alega que su condición de funcionario le impide prestar declaración (aunque parece que le han requerido precisamente por su calidad funcionarial). Apenas quedan 18 lunes antes de que se disuelva el Parlament para celebrar elecciones y aún tienen que discurrir por esta comisión 178 especialistas, periodistas, testigos, protagonistas, implicados evidentes y presuntos implicados, sospechosos habituales y ciudadanos libres de toda sospecha, de todo Mercurio, de toda Pretoria, de todo Método 3, de toda ITV, de toda Adigsa, de todo Estivill, de todo Priorat, de todo Pallerols... Pues precisamente, a la vez que la comisión se preguntaba a base de votaciones y rifirrafes cómo se la maravillaría ella entre los días que huyen existencialistamente del tiempo, la larguísima lista de espera (parece un ambulatorio de barrio) de los que todavía han de comparecer y el humillante goteo de los que les hacen campana..., precisamente, ¡hay qué ver!, le ha tocado el turno (ya que ha sido el único que se ha presentado de los tres citados) al exdirector de la Agencia Tributaria de Catalunya, Lluís Franco i Sala, el cual era, ¡zambomba!, conseller de Trabajo cuando se descubrió el caso Pallerols, que consistía en financiar a Unió Democrática con los fondos destinados a la formación de los parados. Impoluta camisa blanca (pero no un blanco bandera de la paz sino blanco de mercado de valores), corbata granate con lunares, anillo de oro y pulsera de cordel. Arranca con una disertación más soporífera que un artículo de Francesc-Marc Álvaro, y de este modo una voz monocorde procedente de la administración pública va inundando la sala igual que el légamo rezumante de Frank Zappa (aquel cuya letra decía “soy la herramienta del Gobierno / y también de la industria / porque estoy destinado a gobernar / y a regularte...”). El orador entona su exposición con monotonía profesional, con la pericia de alguien que ha aburrido mucho y muy bien. Hasta cuando deja de hablar sigue hablando aburridamente. Se va llenando la sala de uno de esos discursos en que sólo se distinguen las cifras. Mientras, ahí afuera la noche ya cae monocorde sobre el parque, y en el interior los cortinones y las paredes color caoba palidecen hasta parecer el chocolate aguado de los hospitales. Todo es música de monocordio. El letrado de la comisión ojea un cuaderno rojo o un libro tan rojo como cuando su barba no era tan blanca. Sergio Santamaría, portavoz del grupo popular, tiene abierto un diario encima de la mesa. El portavoz iniciático por Cataluña, Marc Vidal, dobla su pañuelo de tela y se lo guarda en el bolsillo. Se rasca la cara con un bolígrafo el portavoz multindependentista Quim Arrufat. Oriol Amorós, portavoz republicano, habla más con los portavoces socialistas del banco de atrás que con su compañero de formación, y cada dos por tres se da media vuelta para contarles algo. Así la puerta giratoria se ve sustituida por la silla giratoria. Los portavoces de Ciudadanos y Convergència permanecen resignadamente fósiles, cada grupo en su extremo de la sala. ¿Quién dijo que una comisión de investigación no es un laboratorio de democracia? Ha sido posible concentrar en este lapso de tiempo el sopor de más de veinte años de pujolismo. Al finalizar, y como conclusión, el orador les pide a los políticos, en nombre de la Agència Tributària, más medios, concienciación general y compartir los datos con los homólogos, es decir, lo que acostumbra a pedir toda asociación de vecinos.
Al llegar el turno de las preguntas, los ilustrísimos diputados se han dirigido al sr. Lluís Franco, no en su condición de exdirector de la Agència Tributària sino a título de privilegiado conocedor de históricos casos de corrupción como el Gavaldà-Pallerols, casos de la prehistoria reciente como el vinculado a la empresa Europraxis de Josep Pujol Ferrusola, y casos del futuro inmediato como el relativo a la deslocalización de las multinacionales Sony, Sharp y Yamaha. Por su parte, el ex conseller de Trabajo sostuvo que de nada de lo que se le preguntaba estaba al corriente. Y sin mucho más que decir se fue y dejó a la comisión en la soledad de su dolor existencial.
Nariz esculpida, mejillas anchas, ojos profundos, la barba en collar, es el perfil de David Fernández, el presidente de la comisión, el vivo retrato de Stendhal, y al igual que para el autor de El rojo y el negro la novela era un espejo que se pone en medio del camino, la comisión sobre el fraude y la corrupción es un espejo que se pone en medio de la democracia. Pero ahora resulta que, como la madrastra de Blancanieves, hay quien desoye las llamadas del espejo, así que a la voz vengadora de ¡penitenciagite! la comisión en medio de un tenso y disputado cónclave (en el cual el PP acusaba a ERC de “participar en la mitificación del pujolismo y ahora querer lavar su expediente convirtiéndose en adalid de la lucha contra la corrupción”) ha acordado, sin unanimidad, pedir un informe jurídico sobre qué se puede hacer con los incomparecientes, al tiempo que les enviará nuevas convocatorias con el comunicado añadido de que negarse puede tener repercusiones penales. Y en el caso de haber nueva negativa, elevarla a la mesa del Parlament para que la lleve a la fiscalía.
A continuación, se ha planteado la necesidad de reelaborar el calendario de comparecencias dado que el tiempo huye de la comisión igual que el pastor Melibeo y su ganado huían de su patria en las Bucólicas de Virgilio. Lo que la mayoría de los grupos parlamentarios proponía, siguiendo la sugerencia de ICV, era reducir considerablemente el listado de nombres centrándolo en el caso de la familia Pujol y algún otro caso, y confiar el resto a una nueva comisión de investigación que se formaría en la legislatura siguiente. A ello se ha opuesto el grupo de CiU, que optaba por cumplir todo lo previsto a fuerza de reunir a la comisión hasta dos o tres veces por semana, de modo que ésta se convertiría en una máquina de triturar días huidizos igual que las hay de triturar papeles fugaces. Como quiera que durante las elecciones municipales, la comisión permanecerá inactiva durante dos semanas por motivo de la campaña, habría que acelerar más la máquina. Se han puesto de acuerdo en que harán lo que propone Iniciativa; pero, como es muy difícil saber de qué manera, irán viéndose esta la semana hasta dar con el modo. Eso sí, una comparecencia sí que se ha fijado a lo largo de esta convulsa y agotadora sesión. La del president Artur Mas, que al principio se hacía el remolón para venir, o más bien no venir, pero ya que le han llamado ha pedido que sea cuanto antes. Vuelta a un rifirrafe de acusaciones de intereses electorales donde en un momento grandioso la CUP ha acusado a CiU de radicalismo. La mayoría de los grupos parlamentarios pedía que Artur Mas compareciese una vez lo hubiese hecho la familia Pujol Ferrusola para así poder preguntarle con mayor conocimiento. O sea, pronto pero no tanto; de modo que estos grupos se esforzaban por retrasar la declaración hasta el día 23 de marzo, la cual tampoco resulta una fecha demasiado próxima a las municipales de mayo. Sin embargo, CiU y ERC han vuelto a unir sus votos para que Mas comparezca la semana que viene. Ni más ni menos. Es decir, ya: el próximo lunes 9 de febrero. Esta vez ha argumentado ERC que no le parecía de recibo que la sombra de una duda, o de un puñado de interrogantes, se cerniera sobre el President sine die (pero esta expresión latina, aunque textual, ya no suena a bucólico).
Se lo soltó el autor de El día de la lechuza, Leonardo Sciascia, a Vázquez Montalbán, y así lo cuenta el escritor barcelonés en su libro póstumo La aznaridad (2003). Estando ambos en Sicilia, Sciascia le preguntó a Montalbán cómo le iba por España. Éste le explicó que la corrupción había acabado salpicando al partido en el Gobierno, y el escritor siciliano le advirtió que entonces les podía pasar como a los italianos les venía ocurriendo desde 1945: “si la corrupción implicaba al Estado, jamás sería castigada. Sería investigada pero no castigada”.
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