Fabra, sin imputados y sin margen
El presidente de la Generalitat tiene la bancada popular despejada, pero la legislatura ya está vencida y le han crecido los enanos
El presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, ha conseguido limpiar de imputados por corrupción su grupo parlamentario y ayer lo celebró en sus declaraciones. Es un mérito muy jaleado por su entorno en estos días en los que, con la cuenta atrás electoral precipitándose, la sintaxis informativa del Palau de la Generalitat ya se mecanografía con tinta rosa. Sin embargo, esta noticia tan satisfactoria para la sociedad valenciana y para la credibilidad de sus instituciones llega muy tarde. Incluso para Fabra, que parece ser el primer beneficiario porque el peso que lastraba sus movimientos ha desaparecido. El presidente ha perdido muchas plumas en este embate que, finalmente, solo se ha podido decantar a su favor mediante decisiones exógenas. Es decir, los imputados (los últimos o los que les precedieron en el goteo) han renunciado al acta cuando ellos lo han considerado oportuno y no en el momento en el que la dignidad de la formación en la que se integraban lo exigía.
El presidente nunca ha podido imponer su autoridad en el partido (no lo controlaba y temía que las consecuencias empeoraran aún más la situación). Perdió su oportunidad cuando estuvo en su mano (en el momento en que Mariano Rajoy lo ungió y lo invistió de mando para reemplazar al desacreditado Francisco Camps) y no estableció un antes y un después convocando elecciones anticipadas (los vientos electorales todavía no se habían convertido en un torbellino), desprendiéndose de la sarta de imputados y construyendo un nuevo relato en la política del PP valenciano que pusiera distancia de su etapa más degradante.
Desde entonces, la presencia de esos imputados, que llegaron a ser tantos que pudieron crear un grupo parlamentario, han sido la constatación de la falta de autoridad de Fabra en el partido. La expresión más plástica de esa situación ha sido Ricardo Costa defendiendo en las Cortes los Presupuestos de la Generalitat después de haber sido procesado por el caso de la financiación ilegal del PP valenciano. Pero ese déficit en el mando orgánico no se detuvo en el hemiciclo: se proyectó sobre la Generalitat, desustanciando, cuando no neutralizando, todas las medidas que Fabra ha ido adoptando en el ámbito de la Administración para tratar de adecentar la institución, perfumar su hedor, tapar sus agujeros y limpiar debajo de las alfombras de sus predecesores. La presencia de esos imputados en el escaño ha sido una amenaza a su liderazgo y criptonita para su famoso discurso de las líneas rojas.
Ahora Fabra tiene la bancada popular despejada, pero la legislatura ya está vencida. No le queda mucho margen de maniobra y le han crecido los enanos en el partido. Los principales barones (Alfonso Rus, José Ciscar, Javier Moliner o Rita Barberá) trabajan por lo suyo en un futuro en clave de oposición en el que para el actual presidente de la Generalitat parece que no queda sitio. Fabra pudo depender de sí mismo; ahora su única salvación ya solo pasa por Madrid.
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