Rebelión vecinal contra las concertinas militares en Guitiriz
Vecinos y Ayuntamiento exigen al Ejército que retire sus alambradas
“Esas concertinas son las que sobraron de Melilla”, clama el presidente de la comunidad de Montes Santa Cruz de Parga, en Guitiriz, Manuel Amil. Y es que desde hace tres meses los militares que usan el vetusto campamento y campo de maniobras, unas 150 hectáreas, cierran con “entre tres y cuatro kilómetros” de alambradas los accesos. Estos cercados son la enésima razón que ha enfurecido a los vecinos de las 70 casas de alrededor.
Además, sufren “vuelos rasantes de helicópteros, por encima de naves de ovino y granjas de pollos, que viven estresados”, describe Amil. Y llegaron a enviar un escrito de protesta al Ministerio de Defensa “por usar más potencia de tiro de lo normal”, lo que hace que “tiemblen las casas”. “Están agrietadas, y a los panteones se les despega el mármol”, protestan. “Nosotros estamos del lado de los vecinos porque son a quienes representamos”, tercia el alcalde, el popular José María Teixido, que asistió a la última reunión de los mancomuneros.
El jefe del acuartelamiento, en el que conviven 12 militares que se multiplican por 100 cuando hay maniobras, desoye a los vecinos y a la corporación. “Llevamos 70 años conviviendo con los militares y nunca tuvimos problemas hasta que llegaron estos mandos que se cierran en banda”, lamenta Amil. Y es que en 1944 los vecinos cedieron este monte al Ejército. “Desde ese año no hizo falta cierre, ¿por qué motivo lo necesitan ahora, qué quieren esconder o traer? Da lugar a pensar mal”, objeta este vecino que apadrina la rebelión. Entre todos han creado una comisión para trasladar sus quejas al consistorio.
“La potencia de tiro agrieta las casas y desprende el mármol de los panteones”
A la última reunión, el pasado jueves, acudieron políticos de todos los colores, incluido el alcalde. “Pedimos la retirada inmediata de las concertinas. Son un riesgo general para todo tipo de animales y para la fauna salvaje. No tiene ni pies ni cabeza”, desaprueba Amil. El campamento, por el que han pasado cientos de levas desde hace 70 años, comparte espacio con los cazadores. Allí se ubican dos cotos, de caza mayor y menor. El peligro acecha a estos animales, y a los perros cazadores. “Es campo de maniobras y es monte. Hay mucha caza, y lobos también”. Amil denuncia que la instalación se hizo “a espaldas de todo el mundo”: “Nadie se enteró hasta que se pasaron por la carretera, incluso se ven en caminos y cunetas”. Los vecinos no descartan denunciar el aparatoso cercado ante la justicia.
“No soy técnico para juzgar si son peligrosas”, interviene el alcalde. “Habría que analizar las condiciones que regulan la cesión a Defensa”, deja caer, y abre la posibilidad de revisar los acuerdos. Aunque subraya los vínculos de Parga con los militares y el beneficio económico que dejan cuando hay maniobras.
“En este terreno militar se nos advierte para no entrar, pero ellos tampoco pueden entrar en nuestras pistas y caminos. Y de noche, que nos dejen dormir y no anden patrullando con camiones”, insiste, por su parte, el indignado dirigente vecinal. “Cruzan por el medio de pastos y no respetan nada”.
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