Una urna para casa
Voluntarios en el proceso participativo se llevaron la caja de cartón a sus domicilios como recuerdo de la jornada
Miles de ciudadanos que participaron el domingo en la consulta del 9-N inundaron las redes sociales con selfies o retratos familiares. Pero muchos, en especial los más de 40.000 voluntarios, también quisieron llevarse un recuerdo a casa: un cartel, una papeleta… e incluso la urna. En el desmontaje de los dispositivos instalados en los colegios, quienes hicieron posible la consulta durante toda la jornada pudieron llevarse a casa las más de 6.500 cajas desmontables de cartón en las que 2,3 millones de ciudadanos depositaron su voto.
Ayer las escuelas que fueron habilitadas como locales de participación abrían sin que hubiera ni rastro de la celebración de la consulta. Tampoco en el IES Vilatzara de Vilassar de Mar (Barcelona), donde el domingo se instalaron mesas. Cuando cerró el colegio, el procedimiento fue el habitual. Los presidentes de mesa prepararon tres sobres: uno con el acta del día, otro con la relación de votantes y otro con los sobres cuya validez era dudosa, la mayoría de los cuales acabarán siendo contabilizados como “otros”. Sergi Gubau pidió salvar la urna del reciclaje para llevársela a casa.
Gubau, de 17 años, nunca antes había sido convocado a las urnas. “Para mí fue un día importante. Era la primera vez que iba a votar, y además en una consulta que había sido prohibida por el Tribunal Constitucional”, explica. Para Gubau, esa suspensión daba al proceso participativo más emoción. Ya contadas las papeletas y mandados los sobres a Barcelona, Gubau y otro voluntario se llevaron dos urnas del colegio. Es grande, y por ahora la tiene en el suelo de su habitación. Pero, dice, le buscará pronto una ubicación. “Hicimos historia y quería tener un recuerdo”, añade.
“Es una buena caja para guardar ropa”, afirma una colaboradora del 9-N
El director general de Administración Local y Relaciones Institucionales de la Generalitat, Joan Cañada, explica que en cada colegio se guardó una urna para entregarla “simbólicamente” al alcalde de la localidad. “El resto fueron sorteadas o regaladas”, añade. Cada urna costó unos dos euros a la Generalitat, de modo que, según Cañada, “era más caro pasar a recogerlas por todos los locales que dejar que los voluntarios se quedaran con un recuerdo”.
Los miembros del Casal Independentista del barrio barcelonés de Sant Andreu también tendrán una caja en el local de su asociación. David Carmona, miembro de la entidad, explica que se la pidieron a unos voluntarios de la consulta, que se la guardaron cuando terminó el recuento. Pero no todo el mundo se llevó la urna por razones sentimentales. O no solo por eso. Para una voluntaria de Malgrat de Mar (Barcelona) haberse llevado una urna a casa le recuerda a los alemanes que recogieron un pedacito del muro de Berlín. Sin embargo, sus motivos son más prácticos. “Es una buena caja para meter ropa. Me llevé una yo y otra unos vecinos”, detalla.
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