Maestros de ciudadanía
La transición política valenciana no se explicaría sin la concurrencia de estos especímenes laboriosos, tenaces y no exentos de ambición que fueron Broseta y Lluch
Los profesores Manuel Broseta, Ernest Lluch y Francisco Tomás y Valiente son objeto estos días de una exposición en el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València, que se prolongará hasta el 25 de Enero próximo. Como se anota en el prospecto divulgativo, la reunión de estas tres figuras de nuestra historia reciente se debe a que fueron universitarios eminentes, demócratas activos en los tiempos difíciles de la Transición política –lo que justamente les otorga el título de maestros de ciudadanía– y, sobre todo, porque los tres, en sus años más fértiles, fueron sucesivamente víctimas del terrorismo de ETA en la década de los noventa.
Se trata, como puede suponer el lector, de una muestra antológica e incluso apologética, un selecto pero amplio recordatorio del tránsito de estos eminentes personajes por la vida pública y académica de Valencia. Más acentuado en el caso de los profesores Broseta y Lluch, que no en el de Tomás y Valiente, que desarrolló principalmente su carrera y proyección allende el País Valenciano, lo que explica su escasa o nula implicación en las luchas y entresijos partidarios domésticos del tardofranquismo y los convulsos años que le sucedieron. En realidad, para no pocos de los espectadores contemporáneos el recuerdo del profesor Valiente se ciñe a su paso por estas aulas y, acaso, a su incandescente noviazgo con Carmen Lanuza –que sería su esposa– en el que fue Club Universitario de la calle Comedias. Después, sin perder su raigambre valenciana, labraría sus méritos profesionales, como decimos, en otras latitudes.
En punto a Broseta y Lluch es pertinente rememorar que, sin mermar un ápice su ejemplaridad cívica y mucho menos su brillantez académica, sus respectivas imágenes son las propias de unos fajadores que protagonizaron la lucha política actuando en distintos frentes y gentes, aunque todas estuviesen animadas, como ellos mismos, por idéntico objetivo: democratizar la sociedad. Tanto uno como otro ejercieron de auténticos ideólogos de los respectivos colectivos que sin duda lideraron en el marco valenciano. La transición política valenciana no se explicaría sin la concurrencia de estos especímenes laboriosos, tenaces, no exentos de ambición y singularmente preparados.
De todo ello, de su actividad en el marco académico y social, queda cumplida referencia en la muestra que glosamos. Hay abundante documentación e ilustraciones de un tiempo y de unos protagonistas. Nos consta que al comisario Marc Baldó no le ha sido fácil reunir este material, tanto por su diversidad y dispersión, como por la resistencia a cederlos por parte de sus titulares. No obstante, a nuestro entender ha hecho un buen trabajo y ha contribuido a rendirles un merecido tributo a estos ciudadanos eminentes, con quienes –añadiría– tanto hemos compartido y discrepado. Todo al tiempo, también anotaría alguna laguna, como la ausencia gráfica o escrita de ciertos protagonistas coetáneos, como el periodista y líder del socialismo valencianista, Vicent Ventura, o del dirigente comunista Antonio Palomares. Pero también puede ser una mera impresión personal.
Y una coda a modo de reflexión. Fueron tiempos de “manis” y agitación política que la muestra recoge gráficamente. Gente generosa y esperanzada. También es, visto hoy, un muestrario de lloradas bajas que ha se han quedado por el camino y han sido relevadas por una clase política en buena parte estólida y corrupta. Franquismo redivivo. ¿Cómo ha sido eso?
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