Una niña de Cotobade a la que sus padres regalaron la majestad de la lengua portuguesa
La brasileña Nélida Piñón entra en la Academia Galega con un discurso sobre ‘La épica del corazón’
“Tudo que se conta, surge do que já existe”. En el caso de la escritora Nélida Piñón, ese material fueron por igual la cultura clásica y la Galicia idealizada que le transmitían los cuentos de sus abuelos Daniel y Amada. Piñón (Rio de Janeiro, 1937), una de las más prestigiosas autoras de la lengua portuguesa, la primera de su género y de esa literatura en ganar el premio Juan Rulfo, y también la primera escritora de esa lengua galardonada con el premio Príncipe de Asturias, pasó ayer a ser miembro de una de las pocas academias de su ámbito a la que no pertenecía, la Real Academia Galega. “Sigo ruta pavimentada por el arte y combato el olvido al encender el botón de la memoria… Entiendo la historia como un patrimonio universal. Ella narra quien somos”, comenzó su discurso de aceptación del nombramiento como académica de honor.
La hija de Lino Piñón y Carmen Cuiña, emigrados a Brasil desde Cotobade, fue el caso de una niña que veía siempre a su padre con un libro en la mano, particularmente de Machado de Assis. “También recuerdo el gesto de mi padre de retener por instantes la carta proveniente de su madre, Isolina, cuyo contenido difícilmente sería optimista. De cómo, sin abrirla, antes de guardarla en el bolsillo del pantalón, a la espera de un día propicio para leerla, olía el aroma de la tierra incrustado en el sobre”. Una niña a la que su familia permitió formarse libremente y dedicarse desde joven a lo que fue su vocación ya en su infancia: la literatura. Sus padres renunciaron a su idioma, y a volver a su tierra, relató Nélida Piñón, pero no a sus mitos ni a sus ritos, a su manera de entender las relaciones sociales y los gastronómicos.
“No perdía de vista que los abuelos y mi padre, al atravesar el Atlántico para nacer yo en Brasil, habían sido objeto de una decisión política cuyo contenido ignoraban, que expulsaba de España ese contingente excedente, para aliviar la miseria reinante… A causa de esa decisión, la familia me regaló la majestad de la lengua portuguesa, la ciencia de pertenecer al nuevo continente. Y me transmitió igualmente la noción de constituir un privilegio ser originaria de una Galicia cuya herencia me autorizaban a reivindicar”. Por esa razón, la autora de A república dos sonhos, su obra cumbre en la cuenta la epopeya de la emigración gallega y de la construcción de Brasil, reclamó la reformulación del papel histórico del inmigrante para “atribuirle el estatuto de exiliado, de un ciudadano expulsado de su tierra, forzado políticamente a abandonar su país para ayudar a la economía española”.
El regreso a aquella Galicia mítica, en la que el recitado de las aldeas del concello de Cotobade era como un poema, fue traumático. Imaginen a una culta jovencita carioca desembarcando en el Vigo de noviembre de 1947. “Galicia me pareció inhóspita y fría, por mucho que las mujeres, de negro, símbolo de un luto eterno, me hicieran gestos alborozadas… me resentía con los ruidos de una lengua que me sonó áspera, sin dulzura y lirismo”. Hasta que llegó a Borela, la aldea familiar: “sentí, en un instante, un intenso asombro amoroso. Como si hasta entonces, privada de la razón, recuperase mi matriz fundacional. Un súbito amor que además de esclarecer mi origen, afirmaba quien era yo para estar en el mundo. Y que me llevó a jurar un inextinguible amor por Galicia”. Después, es sus numerosas visitas a nuestro país, “en cuanto llegaba a Galicia, ganaba de inmediato parte del corazón que me faltaba”, leyó Nélida Piñón que describió como los canteiros de Cotobade que labraban la piedra con el cincel “soplaban el polvo y acariciaban la superficie para testar su lisura. Gestos de amor que yo también aplicaba a la literatura”.
Ramón Villares, en su discurso de respuesta, A viaxe a Itaca de Nélida Piñon, calificó a la nueva académica como una escritora transcontinental, y una perfecta representación de “aquella metáfora de Valentín Paz Andrade que decía Galicia es la fuente, Portugal el puente y Brasil el paraíso”, y señaló que ya en las cartas entre Basilio Losada y Ramón Piñeiro se mencionaba a “una rapaza brasileña hija de emigrantes de Cotobade que es una maravilla”. Villares resaltó también la contribución de Piñón a restituir el papel de los migrantes europeos, particularmente gallegos, en la construcción nacional de Brasil, frente a la retórica nativista dominante.
El presidente de la RAG, Xesús Alonso Montero, reconoció al final del acto que el reconocimiento académico llega “al menos 30 años tarde, debería haberse hecho cuando publicó ‘A república dos sonhos’”, pero también esperamos que signifique derrumbar muros hasta ahora existentes para afianzar el universo galaico-portugués”.
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