Bomberos con alma de apicultores
Los 115 efectivos que forman parte del parque de Santa Engracia, en el distrito de Chamberí, están formados para recoger todo tipo de enjambres y colmenas en los puntos más diversos de la capital
Cuando suena el timbre en el parque de Santa Engracia, en pleno distrito de Chamberí, los bomberos saben que puede no deberse a un incendio. Ni a una inundación. Ni siquiera por un gato subido a un árbol. Los 115 efectivos destinados a esta zona son los que están formados para recoger y cuidar a las abejas que se instalan en los puntos más diversos de la capital. Solo el año pasado tuvieron que enfrentarse a 200 enjambres y colmenas repartidos en los puntos más insospechados de la ciudad.
Es un viernes cualquiera en la ciudad. Un ciudadano anónimo llama al teléfono de emergencias 112. Asegura al operador que algo pasa en su comunidad de vecinos, porque en los últimos días han visto muchas más abejas de lo habitual y que en ocasiones se les meten por los aireadores de los servicios o por las ventanas. Primero acude un grupo del parque que está más cercano para reconocer el terreno. Cuando ya se confirma, salen los de Santa Engracia.
“Atención, componentes de la Abejoneta [mezcla de abeja y furgoneta]. Aviso en la calle de Puentelarra”. La voz se oye por los altavoces del parque. Los cuatro componentes que les toca retirar los enjambres no saben a lo que se enfrentarán en esta vía del barrio de Santa Eugenia (Villa de Vallecas).
Al llegar la cosa es mucho más seria de lo que parece. Las abejas campan por sus fueros y han creado enormes panales en el tejado. La colonia es enorme y estará formada por bastantes miles de animales que suben, bajan y se mueven a su antojo. Los bomberos reconocen la zona y piden refuerzos. No de personal. La dotación les basta contra los pequeños himenópteros, pero al ser tan enorme el enjambre tienen que pedir más cajas y más paneles para recogerlas.
La imagen parece sacada de una película, pero se desarrolla en pleno casco urbano. Los bomberos otean el tejado y comprueban por donde pueden estar. Utilizan una radial para romperlo y acceder al exterior. “Esto nos va a llevar bastante tiempo. Es muy grande y además se han instalado en todo el tejado”, reconoce el cabo que está al frente de la dotación. Mientras reconoce el terreno no iba con el traje cerrado y una abeja le pica justo en la nariz. Gajes del oficio.
El tradicional traje azul se transforma en el caso de los bomberos apicultores en un enorme protector blanco con careta de densa rejilla y guantes de alta densidad.
La primera labor es retirar los panales. Para ello utilizan un fuelle con humo que atonta a las abejas y deja trabajar a los bomberos con mayor tranquilidad. Todo ese material, que pesa muchísimo, se hace a mano. En el caso de Santa Eugenia se llenan cinco o seis bolsas grandes de basura. La labor resulta pesada porque la miel chorrea y mancha mucho. Si algo llama la atención, es la delicadeza con que se trata a los animales. Utilizan un cepillo suave para retirar a los pequeños bichos voladores. No se mata a ninguno. “Lo importante es que no muera ninguna sobre todo ahora que ha bajado mucho su número y corre riesgo la polinización”, afirma Javier Durán uno de los pioneros en este servicio.
Cuando ya no queda casi panal, se meten las abejas en grandes cajas de madera que se cierran herméticamente para que no salgan. Para ello se proveen de marcos de maderas sujetos con alambres y a veces con cera a tipo de colmena montados en el propio parque.
Una vez que las cajas están llenas y en la propia abejoneta se trasladan a una zona frente al aparcamiento del Teleférico, en la Casa de Campo. Allí se dejan en unas colmenas y, cuando hay un número suficiente, se la llevan productores privados pertenecientes a la Asociación de Apicultores de la Comunidad de Madrid (Apiscam) para su explotación.
El servicio está ahora muy implantado. Muy lejos ha quedado cuando las pequeñas abejas eran exterminadas descargando un extintor entero contra ellas. También ha quedado lejos cuando un grupo de bomberos, en especial Durán y su compañero Tomás Vázquez, empezaron a recoger a los himenópteros para no matarlos. De eso hace ya más de 15 años. “Utilizábamos cajas de galleta maría para llevarlas de un lado a otro”, recuerdan ambos bomberos. Poco a poco se ha tomado conciencia y el servicio ha mejorado.
Los enjambres, que se dan cuando la reina sale con un grupo de abejas para fundar una nueva colmena, son los más frecuentes. Se pueden crear en cuestión de segundos y sin que muchas veces los ciudadanos se den cuenta de la que se les viene encima. A la apis melifera le basta un recodo, un hueco o una superficie limpia para crearlos. “Hemos visto casos sintomáticos como los empleados de limpieza bajarse de la cabina para recoger un contenedor y cuando han vuelto a subir ya tenían el enjambre dentro. Hubo que ir hasta allí y recogerlas con mucho cuidado”, recuerdan los pioneros del servicio.
Esos sitios paradójicos incluyen un semáforo, un espejo retrovisor. “En los lugares más raros”, concluyen.
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