El Día de la Banderita
La primera cuestación fue en 1915 y contó con el respaldo de la reina Victoria Eugenia
La Gran Guerra significó la consolidación de una serie de organizaciones de carácter filantrópico, que a partir de ese momento gozaron de una gran popularidad internacional. El caso más paradigmático sería el modelo de enfermería promovido por personalidades como Florence Nightingale, que prestigió a instituciones de atención médica como la Cruz Roja. La institución de las escuelas-hospital, donde las enfermeras recibían formación al mismo tiempo que cuidaban a los heridos en la batalla, hicieron de estas profesionales una de las figuras más queridas y respetadas por ambos bandos. Y eso que al principio su tarea no fue percibida como algo fundamental. La propia organización británica de enfermería militar se oponía a enviar mujeres al frente. Así que las primeras voluntarias inglesas tuvieron que servir inicialmente en unidades belgas y francesas. No obstante, a partir de 1915 la cantidad de heridos en los frentes exigió un cambio de actitud en las autoridades, que comenzaron a alistar mujeres para el servicio hospitalario. Al principio sólo para limpiar y cambiar sábanas; después, para convertirse en las asistentes imprescindibles de los médicos. Todo este esfuerzo para salvar vidas se tradujo en numerosas cuestaciones entre la población civil.
Un reducido grupo de señoritas prendían banderitas blancas a cambio de monedas
El sistema de las huchas petitorias se había desarrollado ya en Inglaterra antes de la guerra, y desde el inicio de los combates se había extendido al resto de Europa. Se organizaban colectas a favor de las hermandades de Salvamento de Náufragos o para causas concretas, como el Día de la Banderita Belga que se celebró en París en 1914. O la Fiesta del 75 celebrada también en suelo francés, con jovencitas que prendían de la solapa de los transeúntes una banderita francesa con el dibujo de un cañón de 75 milímetros. En la España neutral existía el antecedente de la Fiesta de la Flor, celebrada en A Coruña en 1912 para el tratamiento de niños tuberculosos, en la que a los participantes se les regalaba una flor. En abril de 1914, las señoritas de Melilla organizaron una Fiesta de la Banderita en la que se recogieron fondos para los damnificados por los temporales en esa población norteafricana. Incluso en la localidad cordobesa de Pueblonuevo del Terrible se organizó una cuestación a favor de la Cruz Roja francesa. No obstante, el primer Día de la Banderita tuvo lugar en la primavera de 1915 y en Barcelona.
La iniciativa fue de la Junta de Damas local y contó con el apoyo de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII y patrocinadora de las escuelas de enfermería. Su objetivo era ayudar a los soldados heridos en la guerra de Marruecos y en la Gran Guerra. Aunque apenas se le hizo publicidad, resultó ser todo un éxito. Dos semanas antes de la celebración comenzaron a hacerse ensayos para acostumbrar al público. Así, el 1 de mayo se organizó una cuestación en el cine Salón Cataluña, a la que siguió el día 5 un acto similar entre los aficionados al fútbol que asistieron al campo del Terrassa. La noche del 12 se celebró un gran festival a beneficio de los heridos en combate, que tuvo lugar en el Palau de la Música Catalana. Se pudieron escuchar diversas arias de ópera italiana, aún fresco el llamado “incidente Puccini” que afectaba a la neutralidad italiana, cuando la prensa alemana publicó que autores como D’Annunzio, Leoncavallo o Puccini habían manifestado su hostilidad hacia los llamados Imperios Centrales. Puccini publicó una rectificación, entre otras cosas porque el Karltheater de Viena le había encargado una opereta. Pero entonces fue la prensa francesa la que le criticó con acritud.
Finalmente, el 13 de mayo un reducido grupo de señoritas de la alta sociedad salieron a la calle con sus huchas blancas, y a cambio de una moneda prendieron pequeñas banderas de papel pegadas a un alfiler en la solapa de los transeúntes. Se las vio por la Rambla y el paseo de Gràcia, y se instalaron mesas petitorias en las calles más concurridas. El obispo de Barcelona y el cónsul austro-húngaro dieron donativos muy generosos de 25 pesetas, el Círculo del Liceo dio 50; la recaudación fue de 16.532 pesetas. Tal fue la expectación que generó, que la semana siguiente se hizo un llamamiento a los barceloneses para hacer una cuestación similar —esta vez promovida por la Casa del Pueblo—, a fin de recaudar fondos para ayudar a los niños belgas. Por la mañana en el paseo de Gràcia y por la tarde en la plaza de toros de Las Arenas, los artistas del Paral·lel dieron una función benéfica. A cambio de su óbolo, a los transeúntes se les entregó una flor. Esa misma semana Italia rompió su neutralidad y le declaró la guerra a Austro-Hungría, obligando a Puccini a rescindir su contrato con el teatro austriaco.
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