Un ‘gran hermano’ observa a las abejas
La Universidad de Córdoba estudia la influencia del cambio climático en la desaparición paulatina de estos insectos
Las abejas están desapareciendo. Es un hecho que alarma a los científicos. La labor polinizadora de esos insectos alados es vital dentro del equilibrio natural y este peligra por la extinción de estos pequeños animales. En el estudio de lo que está ocurriendo con las poblaciones de abejas, una de las dificultades más importantes es controlar la dinámica interna de una colmena y el número de individuos que la compone para saber cómo afecta, por ejemplo, el cambio climático. Pero un equipo de expertos de la Universidad de Córdoba (de la unidad de Apicultura del departamento de Zoología y del grupo de investigación de Instrumentación Electrónica Industrial) ha diseñado un nuevo sistema para monitorizar colmenas que puede ayudar a saber por qué están desapareciendo las abejas. “Las posibles aplicaciones son enormes, ha sido una sorpresa descubrir el potencial de este sistema”, explica José Manuel Flores, profesor titular de Zoología.
El sistema, impulsado por el Campus de Excelencia Internacional Agroalimentario (ceiA3), consta de un miniordenador instalado en un hardware libre Arduino, acompañado de una serie de sensores que miden la temperatura y la humedad del interior del panal. “Diseñamos una placa base que integra el Arduino, los sensores y un reloj que sincronizara todos los equipos, una unidad de almacenamiento y una serie de controladores”, apunta Juan Luna, profesor del departamento de Electrónica e Ingeniería. “En principio medimos la temperatura y la humedad, pero en el futuro, las aplicaciones pueden ser mayores. Ya trabajamos en un sistema que controle el peso, el sonido, el número de individuos e, incluso, sea capaz de identificarlos unos de otros”, concluye Luna.
Una de las causas de la extinción de esta especie es un ácaro parasitario
Las causas de la extinción de las abejas siguen siendo tema de debate pero todo indica a varias razones. Una de ellas es la presencia de un ácaro parasitario que debilita las colmenas y diezma sus poblaciones. Se trata del llamado mal de la varroa cuyo nombre en latín ya da idea de su especialidad: varroa destructor. Este parásito no solo se alimenta de las propias abejas sino que ademas es un importante vector de contagio de enfermedades líricas. Una vez que una colmena ha sido colonizada por este organismo, si no es tratada, se extingue en un año.
Contra la varroa existen diversos métodos de lucha. El farmacológico puede conllevar efectos secundarios que restan valor a la miel. Además, el parásito tiende a volverse resistente a los medicamentos y la eliminación final del ácaro se vuelve todavía más complicada. El tratamiento suele ir acompañado de un método mecánico, consistente en colocar una simple rejilla en el suelo de las clásicas colmenas en forma de caja que usan los apicultores. Por esa rejilla de metal, abierta al aire libre, es por donde cae el ácaro cuando se debilita. Una vez en el suelo, desaparece definitivamente. Este sistema era conocido, pero su efectividad nunca se había medido ni demostrado científicamente. Para estudiar su impacto en la lucha contra la varrea se desarrolló el sistema de control informático por parte de la Universidad de Córdoba.
Su labor polinizadora es vital dentro del equilibrio natural
“Gracias al nuevo sistema de monitorización que hemos ideado, nos hemos dado cuenta de que el sistema de la rejilla en el suelo de la colmena no tiene los efectos secundarios que temíamos en invierno, cuando bajan mucho las temperaturas. Gracias a nuestras mediciones hemos visto que la rejilla no solo permite la completa eliminación de los ácaros que se cuelan por ella, sino que no afecta para nada a la temperatura interna del panal, que ha de mantenerse en torno a los 35 grados centígrados”, explica el profesor José Manuel Flores. “Hemos comprobado que las abejas son capaces ellas mismas de mantener estable la temperatura interna de la colmena aunque el clásico panal de caja de madera esté abierto por debajo”, prosigue el científico.
Con ayuda de los alumnos colaboradores Sergio Gil y Víctor Sánchez, el equipo ya ha comenzado a recabar datos desde que instalaron los primeros aparatos hace unos meses. “Ya estamos recogiendo una montaña de números que espero que nos den pistas sobre lo que puede estar ocurriéndoles a las abejas, por qué están desapareciendo”, termina Juan Manuel Flores.
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