El capital’ de Marx, una comedia difícil
Sylvain Creuzevault da una versión cómica del tratado
Parece imposible coger El capital de Karl Marx, tratado crítico de 1867 difícil de digerir, y hacer de él una comedia apta para todos los públicos. Ése fue el reto que se propuso el director francés Sylvain Creuzevault; el resultado, la obra El capital, podrá verse desde hoy hasta el sábado en el Teatre Lliure de Barcelona. Creuszevault se estrena así en el Grec con un espectáculo que desgrana los mecanismos del sistema capitalista, siempre en clave cómica y a partir de la interpretación marxista de su funcionamiento; un particular ejercicio de divulgación filosófica que pretende transmitir conceptos complejos mediante la “comedia difícil” y la improvisación. La acción tiene lugar en la Francia revolucionaria, aunque debido a la situación socioeconómica contemporánea “se podría pensar que es una discusión bastante actual”, entiende el director del festival, Ramon Simó.
El 13 de mayo de 1848, un grupo de revolucionarios se reúnen en el Club de los Amigos del Pueblo, fundado por el médico socialista François-Vincent Raspail. Acaban de desbancar al rey Luis Felipe I, instaurando la Segunda República, y ya discuten sobre si deben dialogar con el nuevo gobierno constituyente o levantarse en armas contra él. “La fecha es sólo una excusa”, interpreta Simó, un simple pretexto para sentar a unos personajes y hacerles discutir sobre los dos grandes grandes temas expuestos en El capital: el conflicto de clases y el fetichismo de la mercadería. Tan irrelevante es la veracidad histórica en la obra que los hechos tienen lugar años antes de que el tratado fuera escrito y los personajes visten como lo haría alguien hoy. Los mismísimos Marx y Engels, de hecho, hacen un cameo en la segunda parte para discutir sus teorías.
La obra está construida mediante el particular método de la “improvisación reflexiva”. Éste ya fue utilizado por el director en Notre terreur, espectáculo sobre el terror de Robespierre que dio la vuelta a Europa. Así, el fundamento del espectáculo son las teorías filosóficas expuestas en el tratado de Marx, pero sus actores tienen vía libre para reconducir los diálogos sobre la marcha. De este modo, los intérpretes pueden calibrar la respuesta del público y adaptar el nivel del diálogo. “La improvisación les permite un grado extremo de naturalidad, aunque estén diciendo animaladas”, asegura Simó.
La reflexión de la obra sobre el capitalismo salvaje, que convierte en mercadería incluso el tiempo, encaja en la línea crítica adoptada este año por el Grec. “El público sale con la impresión de estar siendo estafado por los de arriba”, resume Simó, que cree que no es necesario ser un entendido en filosofía económica para disfrutar del espectáculo. La elección de este tipo de obras es intencionada, explica, porque “el primer paso es representar la situación actual, convertirla en problemática”.
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