La térmica del Besòs, el último caramelo urbanístico
La zona, de 28 hectáreas, despierta el interés de los inversores


Es un caramelo desde el punto de vista urbanístico y económico, aunque esto último lo frenó el estallido de la burbuja inmobiliaria. Un área de 28 hectáreas en primera línea de mar. Y pegada a Barcelona. El último tramo de playa por recuperar en el área metropolitana mide un kilómetro. Es el solar de la térmica del Besòs, las Tres Chimeneas de Sant Adrià, en desuso desde 2011. El solar tiene una parte en Badalona y otras tres piezas pertenecen al Ayuntamiento, el Consejo Comarcal y el Banco Santander (dueño del solar de la antigua fábrica de pinturas Procolor).
En paralelo al desmantelamiento del complejo de Endesa, el Ayuntamiento de Sant Adrià, Barcelona Regional, el Consorcio del Besòs y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) trabajan en el planeamiento que cambiará el uso de los dos solares industriales y adecentará una nueva playa urbana. Un súper plan que persigue integrarlo en la trama urbana y recuperar el litoral. Se han fijado tener un primer proyecto a finales de este año.
El presidente de Barcelona Regional, vicepresidente del Área Metropolitana, presidente del Consorcio del Besòs y responsable de Habitat Urbano en Barcelona, Antoni Vives, explica que la calificación urbanística industrial se convertirá, modificando el Plan General Metropolitano, en una mixtura de usos que permitirá desde levantar viviendas hasta crear actividad económica y equipamientos. Quien hasta ahora ha ejercido de oficina técnica para esta pastilla tan singular es Barcelona Regional. Su director general, Willy Müller, espera tener lista una propuesta antes de fin de año. Tanto Müller como Vives hablan de “proyecto ambicioso, de los grandes que quedan por resolver” y destacan la presencia de las tres chimeneas como “elemento preexistente” que marcará el resto. Miden 220 metros de altura y son el edificio más alto de la costa catalana.
El desmantelamiento de la antigua fábrica de luz durará al menos seis años
El desmantelamiento del complejo de Endesa es una obra faraónica. Comenzó hace año y medio y no está previsto que finalice antes de 2016. Comporta borrar y tratar cualquier resto de la térmica, salvo la sala de turbinas y las tres chimeneas. Las salvó un referéndum entre los vecinos de Sant Adrià promovido por una plataforma. El resto está desapareciendo: naves, edificios no industriales, de oficinas, vestuarios, almacenes… y también de los equipos electromecánicos como las turbinas, tanques de agua o bombas de alimentación.
Además de las construcciones en tierra, también hay que demoler los cuatro pantalanes de las tuberías que captaban agua del mar para refrigerar la central, 12.000 metros cuadrados en un área donde cualquier cifra es enorme. El departamento de costas de la Generalitat aún no ha concedido la licencia y cuando lo haga, las tareas no se podrán llevar a cabo ni durante la época de temporales (diciembre a mayo) ni en la de baño, en verano, indica un portavoz de Endesa.
La coordinación de la modificación del Plan General de 1976 la ha llevado hasta ahora una comisión coordinada por el Consejo Comarcal y está previsto que a partir de otoño tome el relevo el Consorcio del Besòs. Si no lo ha hecho antes, explica el gerente, Sito Alarcón, es porque cuando en 2007 se firmó el convenio entre las administraciones para modificar el PGM el ámbito de actuación del Consorcio acababa en el lado de Barcelona del río Besòs.
Pero por encima de todo está la cuestión económica. Los dos propietarios privados tienen intención de vender el suelo, admiten en el Ayuntamiento de Sant Adrià. Y es probable que si no hubiera estallado la burbuja del ladrillo ya lo habrían hecho. Algunas estimaciones aseguran que solo el suelo de la térmica cuesta 165 millones. Y es de Perogrullo que quien acabe siendo el propietario va a querer edificabilidad. El área está en el punto de mira de capital internacional.
El alcalde de Sant Adrià, Joan Callau, admite el interés extranjero. Si de hacer la carta a los Reyes, Callau pediría que las térmicas se convirtieran “en un equipamiento cultural que traspasara el ámbito metropolitano, de alcance europeo, que generara actividad económica”. “Pero no es fácil y menos en tiempos de crisis. Hay que ser posibilista”, resume sobre las voces que recuerdan que también la Tate Modern de Londres era una central térmica: “¿Quién hace las obras? ¿Quién las paga y quién compra las obras de Andy Warhol?”, pregunta. De ahí que Callau hable sobre todo de “un nuevo planeamiento que permita recuperar el espacio público en un terreno hoy privado”. Y sobre todo, de la playa, que además de los cuatro pantalanes tiene pendiente el traslado de un enorme colector. La idea es que el futuro paseo marítimo entre en el futuro espacio público. A corto plazo, el Ayuntamiento pondrá en marcha un proceso participativo para que los vecinos manifiesten cómo les gustaría que fuera el planeamiento.
Otro debate es el que pone sobre la mesa la exposición que puede verse en el Museo de la Inmigración de Sant Adrià. Una muestra que lleva por título La fábrica de la luz y critica abiertamente que Endesa esté desmantelando las instalaciones del complejo. Comisariada por el urbanista Francesc Muñoz y el periodista Jaume V. Aroca, la muestra enseña las tripas de las chimeneas en una impresionante colección de fotografías hechas justo antes de finalizar la actividad y recuerda cómo en varios lugares de Europa se han conservado intactos complejos industriales mastodónticos y se han convertido en espacios públicos o centros culturales.
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