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Crónica
Texto informativo con interpretación

Civera y los arquitectos

La Ciudad de la Justicia es un conjunto de formas magníficas, magníficas, pero no diré "bonitas"

La Ciudad de la Justicia de Barcelona, según una imagen de Gregori Civera.
La Ciudad de la Justicia de Barcelona, según una imagen de Gregori Civera.

Fui el otro día al Poblenou, al distrito 22@, para ver la exposición de fotos de Gregori Civera sobre la última arquitectura barcelonesa: fotos de los edificios singulares que han venido a sumarse al perfil de la ciudad en los últimos años: además de algunos otros edificios, estaban allí, reducidos a dos dimensiones y colgados de las paredes de la galería The Folio Club, y fijados desde puntos de vista insólitos, el DHUB, los Encantes, de Fermín Vázquez, el aparcamiento de la nueva terminal del aeropuerto, obra de Ricardo Bofill, el hotel Renaissance de Jean Nouvel, la torre Porta Fira de Toyo Ito y Fermín Vázquez, la nueva sede de Puig —una torre de Rafael Moneo y Lucho Marcial—, la sede de Telecommunications Market Comisión, de Batlle i Roig… y la Ciudad de la Justicia, de Chipperfield y Fermín Vázquez.

Apadrinaban la inauguración de la exposición Manolo Laguillo —gran fotógrafo y académico a quien no hace falta presentar— y yo mismo, su seguro servidor, para servir a Dios y a ustedes.

Era interesante el discurso de Laguillo, pues tiene una visión de la ciudad diametralmente opuesta a Civera, al menos por lo que vi en sus fotos en el Macba, donde fijaba periferias, arrabales, espacios vacíos e improductivos, con precisión elegante, rotunda, granulosa que parece penetrar hasta en los átomos.

Laguillo destacó la táctica o la picardía, por decirlo así, de Civera al encuadrar: en todas las imágenes incorpora un detalle especial, un foco desplazado adrede, algo que rompe la simetría y la tentación de lisura de la estampa.

Colaborador de este diario, es un profesional especializado entre otras cosas en retratar edificios, por dentro y por fuera, y de hecho viaja a menudo por Europa y Asia para documentar las realizaciones de un gran estudio barcelonés.

Su ciudad es particular. Se quedaba uno después de ver esas imágenes en The Folio Club —se puede acceder a ellas en la red, en la página del suplemento El Viajero— con una idea inesperada del sitio donde vive.

La idea de una ciudad llena de edificios sobresalientes, resplandecientes, audaces, desafiando el futuro con sus líneas atrevidas, contemplados afectuosamente aunque con discreta retranca.

—¿Te gusta la nueva arquitectura, Gregori? ¿Estos nuevos edificios te fascinan, verdad?

—Pues sí, chico, la verdad es que me encanta la nueva arquitectura.

¿Y a usted, le gustan? ¿Y a mí? Pues lo que es yo, cada vez que salgo de Barcelona por la Gran Vía, normalmente para recoger a alguien en el aeropuerto, me admiro del magnífico conjunto, realmente musical, de los edificios que se ven en la foto de Civera que acompaña esta crónica. Y aunque sean estupendos, la foto los mejora de manera que considero que la foto es el original y los edificios de Chipperfield y Vázquez, la copia.

La Ciudad de la Justicia es un conjunto de formas magníficas, magníficas, pero no diré "bonitas", no me atrevo a decir que un edificio es bonito desde que Quetglas dijo que ésa no es una categoría a considerar cuando observamos arquitectura.

Fue hace algunos años en el auditorio del colegio de arquitectos de Barcelona. Antes de empezar su conferencia, que iba a analizar la catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, en Los Ángeles, California, la alta fábrica realizada por Moneo, dijo Quetglas:

—Que salgan todos los arquitectos catalanes que haya en la sala. No hablo para ellos. No entenderían nada…

Estupor general.

—…porque los arquitectos catalanes sólo juzgan si las formas son bonitas o no, y eso no tiene valor crítico, de lo que se trata no es de que las cosas sean o no bonitas sino de si son interesantes…" (algo así, cito de memoria).

Es público y notorio que le encanta provocar. ¡Que salgan los catalanes!, dijo. Y toda la audiencia rebulló en las butacas, hubo toses, y nadie salió porque, naturalmente, la audiencia estaba exclusivamente compuesta por arquitectos catalanes (además de un servidor de Dios y de usted, ¡y póngame a los pies de su señora!).

Volviendo a la foto de la Ciudad de la Justicia: observe el lector que Civera corta la imagen de forma que no se vea el cielo. Un poco más a la izquierda, y hubiera aparecido en el encuadre el final del edificio verde y un cachito del cielo azul, y entonces se hubiera perdido el efecto "maqueta", tan atractivo como intrigante, que observamos en la imagen. Todo limpio, todo pulcro, todo aseado, incluso al pie de las moles de los edificios se observan las figuritas humanas, a escala pequeñísima.

Es la Barcelona "maca", pastel y maragalliana de las aceras con tiralíneas y el ciclismo subvencionado. Magnífica maqueta para la vida de Brian. Y allá detrás de esas paredes de color pastel con mil ventanas, un hormiguero de funcionarios y profesionales atareadísimos en juzgar al prójimo, castigarle, reprimirle, multarle, confiscarle y aprisionarle. Dolor y miedo. Kilómetros de estanterías doblándose bajo el peso de legajos acusadores y condenatorios. La imprescindible, la bonita Ciudad de la Justicia.

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