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La economía acerca Valencia a Cataluña

Por debajo de la tradicional incomunicación de los Gobiernos valenciano y catalán fluye una intensa relación empresarial

Miquel Alberola
Empresarios valencianos con el presidente catalán Artur Mas en un hotel de Valencia.
Empresarios valencianos con el presidente catalán Artur Mas en un hotel de Valencia.MÓNICA TORRES

Las relaciones entre Cataluña y la Comunidad Valenciana nunca han sido fáciles. Y ahora, con el debate soberanista, menos. Pese a compartir historia y cultura, y tener intereses económicos idénticos y complementarios, las relaciones entre ambos Gobiernos siempre han sido complicadas. La Batalla de Valencia(la mutación de la derecha franquista en resistencia patriótica a una figurada invasión catalana), así como la insistente instrumentalización de ese fantasma por parte del PP como arma de demolición electoral (contra defensores de la científica unidad lingüística) han distorsionado la correspondencia.

Aunque ha habido periodos de excepción. Pero siempre en función de los equilibrios del Gobierno central. En 1993 el PSOE perdió la mayoría absoluta y necesitó a Convergencia i Unió (CiU) para gobernar con un pacto de legislatura. Entonces, entre la calle Cavallers y la plaza de Sant Jaume se inició un tibio acercamiento que truncó la victoria del PP en las autonómicas de 1995 (con un pacto con Unión Valenciana). Un año después, se repitió la coyuntura en las generales. José María Aznar necesitó a CiU para salvar la mayoría simple del PP en España y se abrió otra aproximación (previa fagocitación de UV) en la que fructificó el pacto lingüístico para alejar la lengua del debate político.

Pero la mayoría absoluta del PP en 2004 rompió de nuevo los lazos. Por las costuras se han ido perdiendo todos los discursos sobre las necesidades de articular las relaciones sobre las posibilidades que imponía la geografía e impulsar un espacio en base a la realidad económica europea. Los que hizo primero Jordi Pujol bajo el epígrafe del Mediterráneo Noroccidental y los que se condensaron en el del Arco Mediterráneo del equipo de Joan Lerma, que luego asumió Eduardo Zaplana, o los de Pasqual Maragall con la bandera de la Eurorregión. Con Francisco Camps (2003-2011) la relación osciló entre la hostilidad y la vía muerta. Con Alberto Fabra no es muy diferente.

Sin embargo, la realidad no ha dejado de empujar. Por una parte, la relación comercial entre Cataluña y la Comunidad Valenciana es muy poderosa. Según los análisis estadísticos de C-Intereg del período 1995-2010, Cataluña fue el principal cliente de la Comunidad Valenciana (4.419,2 millones de euros, 21,5% de las ventas) y Cataluña fue el principal proveedor para los valencianos (7.442,5 millones, el 31,9% de las compras). En ese mismo período, la Comunidad Valenciana también fue el mercado más importante para Cataluña (17,2% de las ventas) y su principal proveedor (17,8% de las compras).

Cada vez que el PP o el PSOE han necesitado a CiU, ha habido acercamiento

Por la otra, el peso de la geografía es determinante. El geógrafo Josep Vicent Boira distingue entre relaciones pasivas y activas. “Las pasivas vienen dadas por la geografía, y hay una geografía en los pueblos del litoral mediterráneo que impone unas relaciones norte-sur”. Contra eso, defiende, es muy difícil luchar. “Hubo un momento en que se pensó que la globalización iba a borrar la geografía, pero no ha sido así. La geografía es muy tozuda y las tendencias antiguas siempre acaban surgiendo”, refiere. Pero además, subraya, hay otra “geografía activa” que es la derivada de la globalización y que está reconfigurando nuestros territorios.

Boira alude a cómo la geopolítica europea y mundial está revalorizando el Mediterráneo y a cómo eso impone la articulación de políticas comunes de economía e infraestructuras. “Las redes son la respuesta a esta situación y los empresarios lo han entendido”. El geógrafo pone el ejemplo de una reciente visita del embajador chino a Valencia donde solo se interesó por el corredor mediterráneo, la infraestructura que le permitiría acceder a Europa desde el sur. Boira considera que los elementos pasivos y activos de la geografía y la economía incitan a repensar las relaciones entre catalanes y valencianos.

En su relato, a medida que la escala de los procesos se ha hecho global, las diferencias internas son menores y “solo se ve una gran región económica mediterránea”. “Eso ha hecho que las economías catalana y valenciana hayan pasado de ser competitivas a complementarias o cooperadoras. El puerto de Valencia ya no compite contra el de Barcelona, sino contra el de Hamburgo o el de Rotterdam o el norte de África. Vamos a grandes regiones económicas articuladoras que van a ser la base de las políticas y de infraestructuras”, pondera.

El cambio de escala ha abierto los ojos sobre la realidad y los hechos han empujado a los dos principales grupos de presión de Cataluña y la Comunidad Valenciana a coger el toro por los cuernos. A partir de 2006, las relaciones entre empresarios catalanes y valencianos dejan de estar mediatizadas por la política y ahora “son la punta de lanza de las relaciones entre Cataluña y la Comunidad Valenciana”, explica Boira, que tiene un papel destacado en el nuevo discurso patronal. La Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) y el Círculo de Economía catalán han hecho un frente común para defender planteamientos de actuación conjunta en base a la geografía y a prioridades compartidas (infraestructuras, interrelación económica, financiación…).

Cataluña es el principal mercado de valenciano y viceversa

En febrero de 2013, las inquietudes de los principales lobbies empresariales catalán y valenciano cristalizaron en el Manifiesto de Tarragona. El documento exponía la necesidad de superar las tensiones territoriales para tejer una macrorregión con la que competir en los mercados mundiales. Asimismo, reivindicaba la industria como instrumento generador de empleo y resaltaba la oportunidad de las dos comunidades de apoyarse en proyectos estratégicos comunes como el corredor mediterráneo.

En el empeño también han contribuido las cámaras de comercio. El pasado febrero, agrupadas bajo el paraguas del Espacio Económico del Mediterráneo Español (junto a las de Baleares y Murcia), realizaron una firme apuesta por este cluster económico de base territorial como locomotora para salir de la crisis. “Son las bases de un programa económico para una gran región económica: reindustrialización, infraestructuras y logística, turismo internacional y turismo residencial. Habría que añadir la agroindustria y el conocimiento y preparar un plan estratégico de la región económica del Mediterráneo”, expone Boira.

Pero la falta de complicidad política no es la única sombra sobre este proceso iniciado por los empresarios. Boira apunta también hacia la hoja ruta del soberanismo en Cataluña. La presidenta aragonesa, Luisa Fernanda Rudi, acaba de sugerir en Valencia que el corredor ferroviario central sería la alternativa al mediterráneo en caso de que la independencia de Cataluña prosperase. “Eso va a marcar la posición del Gobierno central y una buena parte del PP ante la situación”, señala Boira.

Admitiendo el derecho de Cataluña a decidir su futuro, mantiene que la hoja de ruta soberanista “no ha reflexionado suficientemente sobre las consecuencias de su decisión en el País Valenciano”. Y advierte de que “una españolización de España supondría una desvalencianización de Valencia”. “Cuando por fin teníamos una narrativa muy sólida de una estructuración económica y de relaciones históricas entre Cataluña y Valencia, no digo que ahora con ese debate salte todo por el aire, pero sí que pierde eficacia porque está sirviendo en bandeja de plata a otros intereses ligar la realidad económica valenciana a otras opciones que no son la del corredor mediterráneo”, lamenta. El camino entre Cataluña y la Comunidad Valenciana nunca acaba de estar expedito.

“Una cuestión que está viva”

El escritor y antropólogo Joan Francesc Mira, uno de los ensayistas que con mayor solvencia ha actualizado la sustantividad de los valencianos, consideró hace unos años el catalanismo político como una utopía prescindible en la Comunidad Valenciana. Según explica, las relaciones entre valencianos y catalanes dieron un salto a partir de los años sesenta. Nunca habían sido "tan importantes" como a partir de esa década, cuando se publica Nosaltres els valencians, de Joan Fuster, y se establecen lazos muy activos que extienden una corriente "procatalana, con todas las comillas que se quiera" que impregna la cultura, los medios de comunicación e incluso grupos políticos que nunca se lo habían planteado. "Hay algo desde entonces que provoca la reflexión", apunta.

La parte negativa, según Mira, es que esa expansión causó una reacción contraria en los años de la Transición, cuya imagen es enfrentamiento y conflicto. En cualquier caso, resalta que la relación “es una cuestión que está viva y hace pensar a la sociedad valenciana”. Pero Mira reconoce que “está más viva entre valencianos que entre catalanes”. Esa relación va más de sur a norte que de norte a sur y “la presencia activa” de valencianos en Cataluña es más fuerte que al revés.

Pone como ejemplo que desde los años ochenta la producción de escritores valencianos en Cataluña es más importante que nunca. Igual que la representación de valencianos en asociaciones e instituciones como el Pen Club, la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana o el Institut d'Estudis Catalans. O el papel destacado de periodistas valencianos en medios catalanes. Según Mira, esta especie de "imperialismo valenciano" en Cataluña se percibe como natural. "Son realidades constatables, no fantasías", advierte. Mira percibe ahora unas relaciones más equilibradas en la Comunidad Valenciana, pero señala que ha sido crucial la desactivación del catalanismo radical y la desaparición de partidos como Unión Valenciana, aunque el anticatalanismo se ha enquistado como un arma de agitprop para el PP.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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