El autor y su personaje
Enrique Vila-Matas y Chus Martínez conversaron en Fabra i Coats
Martí Manen y David Armengol han puesto en marcha un iniciativa muy interesante en la Fabra i Coats: invitan a diferentes narradores a hacer por un día de guía de una exposición. Uno de estos invitados fui yo mismo, porque escribí una novela ambientada en el ámbito del arte contemporáneo. Al escribirla me permití el lujo de ser, por lo menos en el mundo virtual de la ficción, un artista contemporáneo, de inventar algunas piezas e instalarlas, si no en un museo o galería o “cubo blanco”, en la página blanca. Fue un placer inventarme instalaciones, apropiarme sin escrúpulos de ideas fantaseadas por artistas amigos, como Macarena González, la fundadora de Almazén. Bien, pasados los años fue sorprendente constatar que artistas vivos realizaban varias de esas instalaciones —el circuito cerrado de sangre de Macarena, la tienda de campaña para el diálogo que imaginé como necedad políticamente correcta… y que alguien instaló de verdad delante del Macba—. Deduzco que esas ideas estaban maduras para que el narrador y el artista, pensando cada uno por su cuenta, llegasen a ellas, y siendo así, es absurdo que se den la espalda y de ahí que la iniciativa de Fabra i Coats sea tan oportuna.
El otro día Manen y Armengol llevaron a la antigua fábrica a dos invitados de excepción: Enrique Vila-Matas —que acaba de publicar Kassel no invita a la lógica, una novela espléndida, estimulante y muy divertida sobre la Documenta, la cita más ambiciosa sobre el arte contemporáneo—, y Chus Martínez, que fue comisaria de Documenta y ahora dirigirá el Instituto de Arte de la Academy of Art and Design de Basilea (Suiza). Lo que hacía especialmente peculiar el diálogo que sostuvieron es que Martínez no sólo es la persona real que invitó a Vila-Matas a participar en Documenta, y que se presentó en Fabra i Coats vestida con un pijama con un estampado de bananas y calzada con unos Blanik dorados: es también un personaje de novela, de Kassel no invita…, un personaje esquivo y huidizo pero fundamental, porque su frase en una entrevista “el arte hace, y tú te las compongas”, le dio al autor el impulso para escribir ese libro.
Yo estaba entre el público y tomé unas notas apresuradas de la conversación. Lamento descifrar apenas mi propia letra… En fin. Vila-Matas mencionó como precedentes o referentes de su novela las Tres horas en el museo del Prado de d’Ors, y no sé qué libro de Gómez de la Serna en el que este avanza por el Prado de noche, iluminándose con una linterna que le permite ver solo fragmentariamente los lienzos de los grandes maestros.
Enrique Vila-Matas: El guión del libro está escalonado tal como fueron mis cinco días en Kassel, donde encontré en la corriente de aire de El impulso invisible de Ryan Gander un impulso no sólo para aquellos días sino para el resto de mi vida. ¿Crees que he contado la verdad de lo que pasó?
Chus Martínez: Sin duda.
E. V-M: Bueno, empezamos bien. Ese impulso invisible me llevó a interesarme por todo, aunque eso sí, sin perder por ello el sentido crítico. Y ese impulso recorre todo el libro.
C. M: Creo que es la primera novela que ha tematizado una exposición de arte contemporáneo. A mí me interesa mucho la relación arte-ficción. Yo hice en el Macba El mal de la escritura, una biblioteca de 240 novelas escritas por artistas: a veces encuentras en sus estudios el material mismo de la ficción. Y Carolyn Christov-Bakargiev —directora de Documenta (13)— y yo invitamos a participar en Kassel a una serie de escritores para tantear el impulso de la literatura de ficción para habérselas con el arte, y para que Documenta irradiase en otras direcciones impredecibles, pero nos daba pánico encontrarnos con ellos, y los eludimos cuanto pudimos.
E. V-M: ¡Ya lo noté!... Siempre me ha atraído la idea de vida-arte, y siempre me he preguntado por qué el arte no está en el centro de la vida, en el centro de todo…
C. M: Nuestro sueño era que hubiera tantos participantes como autores y que tomasen la decisión de no irse, de quedarse un día más.
E. V-M: ¡Había de todo! Y eso era lo mejor, mejor que seguir unas consignas estéticas determinadas. Por otra parte, era inapresable, porque Documenta (13) tenía subsedes en Kabul y en Canadá y sólo algunos del "núcleo duro" podíais abarcarlo todo.
C. M: Carolyn tenía algunas ideas esotéricas para sabotear la linealidad, como por ejemplo incluir a Kabul y Canadá en Kassel porque empezaban por “K”… O que todo respondiera al concepto de “advanced digital age”, que no sé muy bien lo que es pero tenía que ver con estar todos aquí, en Documenta, como encuentro, el aquí y ahora y con un sentido del riesgo muy alto que trasciende del día a día.
E. V-M: Yo creo que la gracia está en el riesgo. Uno hace algo, y como le parece que nunca lo ha hecho nadie, puede hacer el ridículo. Hay gente que se reprime por ese miedo. En realidad son los otros los que le reprimen, es el mediocre el que reprime al que a lo mejor tiene una idea nueva. Pero precisamente en el atreverse a hacerlo y ver qué pasa está la gracia… (Hasta aquí, lo que entiendo de mis notas).
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