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Estellés se asoma a la fiesta

La multiplicación de los ‘llibrets’ que participan en el concurso de la Generalitat refleja el incremento del valenciano en las Fallas

Una visitante de la muestra de 'llibrets' en el Centre del Carme en Valencia.
Una visitante de la muestra de 'llibrets' en el Centre del Carme en Valencia.José Jordán

Hay un animado hashtag (etiqueta) en Twitter que se llama Perunesfallesensefaltes y que recopila todo tipo de errores ortográficos en los textos de los monumentos falleros. Refleja faltas como bagabund, Marchalenes o cuant, pero también un loable interés por denunciarlo y corregirlo. El miembro de la Acadèmia de la Llengua Valenciana Josep Lluís Domènech, muy “metido en el mundo de las fallas”, sabe que se cometen faltas pero no está de acuerdo con quienes suelen afirmar que las fallas no están valencianizadas y que en ellas el valenciano se escribe mal. “No se puede generalizar de ningún modo”, protesta. Destaca con satisfacción que el año pasado hubo diversas fallas, llibretsy artículos relacionados con el poeta Vicent Andrés Estellés, en el 20 aniversario de su muerte.

En los cincuenta, las fallas eran un espacio de expresión del valenciano

Incluso este año alguna comisión se ha atrevido con Roís de Corella, menos popular pero no menos relevante, al que la Acadèmia declaró “escritor del 2013”. Estellés llegó a ser mantenedor de la falla Corregeria-Bany dels Pavesos de Valencia en los años setenta y Josep Lluís Marín, miembro de la Associació d'Estudis Fallers, recuerda que en los años cincuenta “se consigue una mejora lingüística y literaria notable”, gracias al trabajo de Carles Salvador y la gente de Lo Rat Penat, que ajustó a las Normes de Castelló el concurso de llibrets. En esa década y la siguiente, tanto Estellés y Salvador como Almela i Vives y Carmelina Sánchez Cutillas se prodigaban en textos falleros. “Las fallas eran un espacio de expresión pública del valenciano”, explica Marín, coordinador de la exposición sobre la historia del llibret que acoge estos días el Centre del Carme de Valencia. “Era una anomalía, porque en aquel momento el valenciano no estaba en ningún otro sitio”.

El modelo tradicional de llibret entró en crisis en los setenta, señala Marín. En el aspecto lingüístico, se produce una evolución positiva a partir de los noventa, en parte, como consecuencia de la Llei d’Ús i Ensenyament. “No solo ha mejorado la cantidad sino también la calidad del lenguaje usado en las fallas en estos últimos 20 años”, asegura Domènech, y pone como ejemplo la participación en el concurso que anualmente convoca la Generalitat para premiar la promoción de la lengua en la fiesta, en el que es miembro del jurado desde su creación en 1993.

Procedentes de toda la Comunidad Valenciana, los llibrets a concurso se han multiplicado desde su origen y han resistido los vaivenes políticos hasta llegar a más de 100 en la edición actual. “Al principio concursaban muy poquitos”, recuerda el académico, autor además de numerosos textos para llibrets, que subraya una “evolución cualitativa importante” en el uso de las normas de la Acadèmia de la Llengua.

Algunas priman el fomento de la lengua por encima del monumento
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Entre las razones de este fenómeno, lento pero progresivo, el académico destaca la influencia de la escuela en valenciano. “En la medida que la gente sabe más valenciano escrito, más se atreve a ponerlo en las fiestas, tanto en la cartelería como los llibrets”. Los criterios de estos premios incluyen la corrección del lenguaje utilizado en la publicidad, que, por supuesto, ha de respetar las normas académicas. Domènech se muestra optimista también porque “algunas fallas dan más importancia al fomento del uso del valenciano que al propio monumento”. Sirvan de ejemplo la falla El Mocador de Sagunto, con casi 500 páginas de pulcro valenciano, o La Malva de Alzira, con 282 páginas que arrancan con sendos reportajes sobre la enseñanza y el uso del valenciano. Hay alardes de cultura popular como las más de 80 páginas de la Josep Antoni de L’Eliana dedicadas a los 125 años del trenet en la comarca. O ambiciosos temáticos como el dedicado a La Falsedat de Castilfabib-Marqués de Sant Joan, que empieza con un artículo sobre Identitat, llengua i mentides interessades.

Y hay mucho más, con clásicos valencianos o modernos poetas.  En la Falla Na Jordana, de Valencia, por ejemplo, hace años que se efectúan lecturas colectivas del Tirant lo Blanc. Sexduïts i sexduïdes, el monográfico literario impulsado y coordinado por el poeta Lluís Roda vio la luz por primera vez en el llibret de la Falla Sagrada Família-Corea de Gandia, se publica posteriormente como un libro convencional.

“Aparte de los versos que explican la falla, ahora hay más vehículos, desde poesía lírica a ensayos sobre la fiesta o artículos de investigación, de expresión en valenciano”, certifica Josep Lluís Marín. Por eso, desde hace cuatro años convocan los premios Lletres Falleres en colaboración con distintas entidades. Considera que “en conjunto hay rigor y calidad en los llibrets como productos editoriales”, con una veintena de fallas que alcanzan nivel de excelencia. No obstante, muchos versos de explicación de la falla, en particular en la ciudad de Valencia, matiza, mantienen las actuales normas secesionistas de Lo Rat Penat, “en especial si quieren concurrir a uno de sus premios”.

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