Otro desplome en Ferrol Vello agrava la ruina de un barrio protegido
El último inmueble en venirse abajo fue uno ilustre: la casa natal del filólogo Carvalho Calero
La lluvia los deshace como arena. Tejados, paredes medianeras, vigas podridas. Todo se viene abajo en Ferrol Vello. El corazón medieval y portuario que dio origen a la ciudad naval cabalga directo hacia la ruina. El último inmueble en venirse abajo fue uno ilustre: la casa natal de Ricardo Carvalho Calero, filólogo e historiador que nació en el número 51 de la calle San Francisco, la arteria que sube desde el puerto de Curuxeiras hacia el barrio de A Magdalena. Lo que quedaba de la pared medianera de este edificio se derrumbó la madrugada del lunes y los cascotes inundaron la Praza Vella. Terminan de decorar un escenario que parece de posguerra pero que es la puerta de entrada a la ciudad para cualquiera que llegue a Ferrol en barco o por la última salida de la AP-9.
La casa natal de Calero es propiedad del Ayuntamiento de Ferrol. En marzo del 2011 pagó 350.000 euros por los restos del inmueble y les sumó otros dos anexos, los número 47 y 49 de la misma vía. Su compra ya fue polémica porque el PP, entonces en la oposición, criticó el precio excesivo de la tasación que les presentaba por el ejecutivo del PSOE y que inicialmente rondaba los 400.000 euros por un edificio ya ruinoso. Desde el BNG han criticado hoy “la pasividad alarmante” con la que el Gobierno local de José Manuel Rey, del PP, aboca a barrios como Ferrol Vello a “una situación limite” y que los nacionalistas atribuyen a un recorte drástico de las inversiones. IU, a través de AGE, ha registrado hoy en la cámara del Hórreo una pregunta al Gobierno gallego por la “degradación imparable” de un barrio “ante la parálisis” de las Administraciones competentes, “todas del PP”, matizan. Quieren saber que fondos y acciones de urgencia pondrá en marcha la Xunta para detener la ruina en Ferrol Vello.
Este inmueble, la casa natal de Calero, estaba destinado a ser un recinto cultural una vez rehabilitado y está a un paso de la Praza Vella. Este espacio es la metáfora urbana de todos los males del barrio: esqueletos de edificios derruidos, vigas que flotan sobre bajos que fueron bares junto a pistas que eran zonas de juego y escaleras zigzagueantes entre edificios por las que no se puede ni subir ni bajar sin riesgos. El Ayuntamiento ha tenido que vallar buena parte de la plaza de forma preventiva por riesgo de desplome para evitar un drama. La calle Carmen Curuxeiras, una de las vías más emblemáticas del barrio por donde discurre el primer tramo del Camino Inglés, lleva un año cerrada al tráfico de personas y vehículos.
Sus últimos residentes tuvieron que ser desalojados de urgencia la noche del 15 de enero por riesgo de derrumbe. Durante más de un mes, algunos de esos vecinos estuvieron realojados con amigos, familiares o por cuenta del consistorio sin poder regresar a su casa, en los números de una vía que es pasto de la ruina en un barrio igualmente ruinoso que conjuga dos circunstancias contradictoras: por un lado, está protegido por su valía arquitectónica y fue catalogado como Bien de Interés Cultural (BIC) por la Xunta en febrero del 2011 y por otro, nunca ha empeorado tanto como estos últimos años abandonado por las Administraciones y con las pocas rehabilitaciones en curso paradas o atascadas en la burocracia. Mientras, las señales y vallas alejan a los vecinos y los camiones retiran los escombros de un barrio donde cada vez más, todo tiende al escombro.
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