Desarme, sí; pero diálogo, también
ETA se compromete a la entrega total de sus armas y apela a entrar en posibles acuerdos
Cuando todavía los verificadores internacionales siguen perplejos de su paso por la Audiencia Nacional y el grupo de contacto de Brian Currin no se explica la razón de su exhaustivo interrogatorio ante los gendarmes de la comisaría de Bayona, irrumpe ETA con su enésima epístola. Su irrefrenable ambición de agarrarse como un clavo ardiendo al ámbito político de decisión le lleva ahora a explicar a una sociedad hastiada de sus plazos estratégicos que va en serio con el desarme a pesar de la reciente turbación provocada con el primer muestrario de su arsenal inservible.
Pero no desaprovecha el mensaje. Más allá de la consideración implícita de unilateralidad que siempre se ha asociado a su renuncia definitiva a la violencia, la banda terrorista se ha dado cuenta, sin embargo, de que así jamás obtendrán los réditos que imaginaba por su gesto. Por eso, se ha visto obligada a hablar de diálogo, de admitir aunque resulte extravagante para muchos su disposición a estar presentes en aquellos círculos donde se lleguen a acuerdos sobre un proceso de paz que se va entreverando por posiciones e intereses tan antagónicos.
Leído el comunicado, daría la impresión de que ETA se ha envalentonado después de escuchar la inédita predisposición del lehendakari a abrir la puerta del diálogo. Ahora mismo, es un hecho objetivo que por primera vez desde octubre de 2011 ya hay dos partes coincidentes en un mismo punto de partida. Si los terroristas siguen dispuestos a una paz definitiva, que conlleva inexorablemente -ojo- el reconocimiento del daño causado como exige el suelo ético desde el que se mueve Urkulu, el Gobierno vasco habilitaría a buen seguro los cauces necesarios. Vaya, repetiría escenarios ya conocidos en la vida democrática española bajo mandatos del PSOE y del PP, aunque Mariano Rajoy, claro, esté obligado a decir que con él, jamas.
Ya los verificadores advirtieron de que alguien debería estar al otro lado de la mesa para recibir las próximas armas. Era un eufemismo, sin duda, para recrear su exigencia de que es necesario abrir un diálogo. Es la disculpa perfecta para enmarcar a partir de ahí el ofrecimiento de alto riesgo pero comprometido que está dispuesto a encarar el Gobierno vasco. Y Rajoy lo sabe.
Ahora bien, ETA debería agilizar su desarme. Además, sin advertencias. Es inadmisible que después de 40 años matando se permita la admonición de que nadie interfiera sus pasos. Bien está su decisión de olvidarse para siempre de las armas, pero no debería exasperar más a la democracia. Cada uno que cumpla con su responsabilidad.
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