Ornitofobia en el jardín

1. Gran Hotel Conde Duque. Apoya mucho las artes: publicita espectáculos, organiza conciertos y da facilidades a los creadores. Por las tardes, cuando las señoras de los alrededores vienen a tomar el té, es un espectáculo. Sobre todo el día que acude un tea blenderpara asesorarlas (plaza del Conde del Valle de Suchil, 5).

 2. Almagro 38. De Madrid me gusta mucho su arquitectura ecléctica. Te puedes encontrar construcciones maravillosas mezcladas con edificios horrorosos. La fachada de Almagro 38 es una de las maravillas. El edificio, proyectado por Augusto Martínez de Abaria en 1912, se convirtió, dos años después, en el primer proyecto que ganó el Premio de Arquitectura de la ciudad. Lo conocí gracias a la película Mujeres al borde de un ataque de nervios; una de las protagonistas, Lucía, vivía allí (Almagro, 38).

3. Fundación Juan March. Es un lugar al que peregrino desde que llegué aquí. Aún recuerdo una exposición que dedicaron a Warhol hace más de una década. Esa mezcla que hacen de música, arte y ciencia me parece maravillosa (Castelló, 77).

4. Kikekeller. Aunque no lo parezca, es una galería. Empezó en la calle de Narváez como un espacio atípico. Cuando se mudaron a Malasaña se convirtieron en bar de copas (Corredera Baja de San Pablo, 17).

5. Horno La Santiaguesa. En realidad no soy nada de dulce, pero no me puedo resistir a su empanada de bacalao. Forma parte del grupo San Onofre y mantiene la esencia castiza de toda la vida. Los hornos siguen funcionando allí dentro, por lo que cuando pasas por la puerta, el aroma casi te obliga a entrar (Mayor, 73).

6. Barrio de Las Letras. Parece que la zona está llena de guiris, pero mantiene su esencia con ilustres fachadas y lugares como Casa González: una tienda de delicatessen que al fondo posee unas mesas ideales para tomar el aperitivo, un buen cava o unos quesos excelentes (León, 12).

7. Ateneo de Madrid. Es uno de los lugares culturales más emblemáticos de la ciudad. En su biblioteca se puede viajar por la historia de España de los últimos 200 años y organizan conciertos, encuentros literarios o recitales poéticos. También me gusta su menú del día, muy rico, muy cuidado. Es una pena que esta institución cultural esté un poco olvidada (Prado, 21).

8. Teatros del Canal. Posee dos escenarios impresionantes, la sala verde y la sala roja; un equipo técnico de primera y una programación muy variada. Aunque el edificio impacta a mucha gente, el interior está muy bien realizado. Es del arquitecto Juan Navarro Baldeweg (Cea Bermúdez, 1).

9. Del Diego. Esta coctelería es un clásico. Los camareros son de los de toda la vida y, además de los brebajes, la atención es impecable. Después del teatro hay muchos actores y gente del mundillo. Un día duro se puede salvar con un gin-tonic o un cosmopolitan en este local (Reina, 12).

10. Cecilio Rodríguez. Es un jardín precioso. Rinde tributo al que fue jardinero mayor del parque hace un siglo, ideólogo de La Rosaleda y de la ampliación del parque de la Fuente del Berro. Lo malo es que por él suelen pasear pavos reales y yo tengo ornitofobia desde que una paloma me golpeó en la cara de pequeña. Pero eso es otra historia (entrada al parque del Retiro por Menéndez Pelayo).