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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Quién teme a Rita feroz?

Me iré de este mundo cruel que decía la canción sin ver cumplido mi deseo ni haber oído su recia voz mandando firmes al prójimo

Seguramente me iré de este mundo sin que se haga realidad uno de mis deseos más anhelados: Ver el paso marcial de Rita Barberá -nuestra alcaldesa de casi toda la vida te estaría votando con permiso de don Antonio Machín- pasando revista a una compañía del ejército español: “¡Capitán mande firmes!”. Todavía parte de mi cuerpo se agita en mitad de la noche recordando el grito de "¡Viva España!" y "¡Viva el rey!" que soltó la socialista Carme Chacón en su bautismo como ministra de los ejércitos por tierra, mar y aire.

Estoy seguro de que nuestra primera mandataria del cap i casal hubiera hecho vibrar de fervor patriótico hasta el mástil de la bandera de la plaza de Colón de Madrid. Y a la cabra de la Legión si se tercia. Aunque igual del sobresalto se le retiraba la leche al pobre animal. Pero ya les anuncio: Me iré de este mundo cruel que decía la canción sin ver cumplido mi deseo ni haber oído su recia voz mandando firmes al prójimo. Como soy fácil de contentar hasta me hubiera conformado viéndola presidir el Parlamento español, un puesto para el que se exige temperamento y templanza, virtudes ambas que nuestra alcaldesa derrocha en abundancia. O porque no, al frente el Ministerio de Obras Públicas, una cartera para la cual se necesita esa energía y optimismo constructivo que proyecta a diario nuestra mandataria y alcaldesa de toda la vida. Y mucha épica edificante.

Si la casi nombre de zarzuela Luisa Fernanda Rudi hizo el camino de la presidencia parlamentaria a la presidencia del gobierno aragonés, no veo razón para que nuestra alcaldesa no haya podido hacer el camino inverso. Sólo una mano más negra que la actual señal de Canal 9 le ha podido cerrar el paso a la altura del pantano de Contreras. ¿Quién teme a nuestra Rita feroz? Es la pregunta que se escucha desde hace tiempo entre Chiva y Minglanilla. Y la Cospedal sin enterarse. Ahora que en un plis plas con el AVE te plantas en menos que canta un gallo en Atocha. De Valencia a las Cibeles. Y de Madrid al cielo para completar el itinerario.

Tantos años nuestros políticos conservadores ofrendando glorias España y qué falta de consideración hacia ellos. Vale que al antiguo alcalde de Benidorm por la gracia de Dios -y de la concejal tránsfuga- Eduardo Zaplana le cayera la cartera del Ministerio de Trabajo como le podía haber caído la dirección del Casino de Torrelodones. Ejemplo del político abnegado, su trayectoria nos ilustra sobre los duros sacrificios que exige la vida pública. Para la privada basta con una operación de rinoplastia. Y sino que se lo pregunten- sobre las penalidades de la política- a Esteban González Pons que iba para la quiniela de los últimos Óscar ministeriales como actor principal y se tuvo que quedar con la pedrea y de secundario. Ahora se conforma con poner voz de escuela de dicción y decir las mayores obviedades que se acaban casi siempre pareciendo a las sandeces más soberanas.

Y ya nos le digo nada por la parte femenina. Al menos los socialistas locales pueden presumir de un Ministerio de Cultura con Carmen Alborch y de un tercio del de Sanidad con esa eterna promesa del socialismo español llamada Leire Pajín que de cooperante se nos ha ido y nadie sabe como ha sido. Me dejo la otra estrella del socialismo posmoderno-zapateril, María Teresa Fernández de la Vega, pero su ejercicio como política valenciana tiene el mismo pedigrí que el inglés de Oxford de Julio Iglesias.

Quizás en algún momento de Aquellos maravillosos años del PP valenciano y antes del estreno de Lo que el Gürtel se llevó, a alguien se le pasó por la cabeza -a la vista de su perfil tan vistoso- la directora del IVAM, Consuelo Ciscar, como figura ascendible en la villa y corte. Pero el pensamiento fue tan fugaz como la creencia en el amor eterno pasado los cuarenta. Después de su paso por el Instituto de Arte Moderno valenciano, suponemos que acabará recompensándonos con sus memorias y vivencias artísticas. Se barajan varios títulos, entre ellos, “todavía no me lo puedo creer”, “no me pregunten como llegué hasta aquí, pero llegué” y “cómo hice de mi vida mi mejor obra de arte”.

Aquí, de momento, a lo máximo que hemos llegado es a una presidenta de las Cortes que lo mismo que presidia el parlamento autonómico podría haber estado al frente de una parada de salazones de Mossen Sorell. O una consejera de Cultura Lola Johnson, el nombre más internacional y explosivo que ha dado la política valenciana después de El Bigotes, que le puso un toque de cosmopolitismo al gabinete del presidente Camps antes que se lo llevara por delante la riada del 2011 y lo dejara para figurante de El entierro del Conde de Orgaz.

Hoy el poder del PP valenciano con vistas al exterior tiene tanta fuerza y credibilidad como la infanta Cristina frente a La Máquina de la verdad de Tele 5. O las cuentas del presidente Fabra ante el ministro Montoro. Pero el futuro ya se sabe que es un paisaje lleno de expectativas. Y los caminos de la política como los del señor son inescrutables. Quien no nos dice que algún día no veremos al frente de la secretaría del Partido Popular o pasando revista a la tripulación de la fragata Méndez Núñez una política valenciana. “¡Capitán mande firmes!”. Espero para entonces haberme jubilado.

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