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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De 1714 a 1914

La conmemoración de 1714 tendrá un tono preponderante y es probable que la memoria de 1914 pase a segundo plano

A tres siglos del 11 de setiembre de 1714, la Cataluña institucional va a dedicar todos sus recursos a ahondar en la idea de una Guerra de Sucesión interpretada como agresión de España contra Cataluña. Con toda la energía pública concentrada en la celebración entre “pop” y victimista de tres siglos de sojuzgamiento colectivo, el siglo transcurrido desde el agosto de 1914 carecerá de significado. Aún así, es postulable que la Gran Guerra iniciada en 1914 hoy nos siga afectándonos más que 1714. Incluso en Cataluña. Para The Economist, lo más posible es que ninguno de los peligros actuales del mundo lleve a un efecto comparable a los horrores de 1914. Apartarse tanto de la reflexión europea sobre 1914 será indicativo de una cierta desasistencia intelectual mientras que la historiografía nacionalista dogmática convierte la conmemoración de los tres siglos desde de 1714 en nostalgia de una irrealidad al servicio de un grave error político.

Si el acontecer histórico puede interpretarse de forma plural, por ahora lo más significativo es la desproporción entre el respaldo institucional a las tesis nacionalistas sobre 1714, como si no existieran otros modos de entender el pasado de Cataluña. Eso la limitaría a efemérides para el twitter, más que para el análisis. Por el contrario, con el centenario de la Gran Guerra, están apareciendo reinterpretaciones de gran magnitud tendentes a matizar causas y responsabilidades. Sería natural que algo parecido se viera a los tres siglos de 1714. Por ahora, lo que más destaca son las versiones maniqueas, unívocas y oficialistas.

En realidad, para la Cataluña moderna, ¿cuáles son las equivalencias y las antítesis entre el impacto de 1714 y el de 1914? 1714 abrió la economía catalana y generó prosperidad. 1914, en razón de la neutralidad de España, tuvo una primera etapa de enriquecimiento intensivo que luego pasó a ser una fase de inflación. Lo lamentable es que, de modo previsible, la conmemoración de 1714, cuyo prólogo de megalomanía es la reconversión del mercado del Born en templo victimario, tendrá un tono preponderante de activismo, en un contexto de hervor independentista. No puede ser casual. Y lo probable es que la memoria de 1914 pase a segundo plano. También es de lamentar porque aún cuando España fuese neutral en la Gran Guerra las repercusiones de aquel conflicto siguen vivas y conciernen a toda Europa, de forma trágica y fundamental. Para la Cataluña de inicios de siglo, 1914 es un impacto central.

La Guerra de Sucesión fue un enfrentamiento dinástico entre los Borbones y los Austrias, como piezas del precario equilibrio europeo. Como todas las guerras, tuvo efectos de retaliación— por ejemplo, respecto a la tradición jurídica y los usos lingüísticos— y al mismo tiempo reactivó la economía catalana con un efecto de apertura. Vicens Vives habla de un anquilosamiento que va cesando. Entre otras cosas, obligó —dice— a los catalanes a mirar hacia el porvenir y les liberó de las trabas paralizadoras de un mecanismo legislativo inactual.

También 1914 avaló cierto agit-prop aunque en el fondo fuese un nuevo caso de fracaso elevado a mito. En 1914, la opinión pública se divide entre aliadófilos y germanófilos. Muy esquemáticamente, la izquierda es aliadófila y la derecha, germanófila. Visto hoy, había más matices. Lo decisivo, ciertamente, fue el neutralismo de España, apoyado por la Lliga de Cambó. En aquel momento, en términos propagandísticos, cundió la idea de que la victoria aliada abriría las puertas a la emancipación de Cataluña. Fue aclamada la noticia de que unos veinte mil catalanes se habían enrolado en la Legión Extranjera francesa para contribuir al hundimiento de los imperios y la liberación de los pueblos oprimidos, con el objetivo de conseguir una república federal para Cataluña. Luego los historiadores han especificado que los veinte mil en realidad no pasaron de mil. Al finalizar la guerra, la idea de autodeterminación asumida por los principios del presidente Wilson —casi de inmediato, descontento con tal formulación— reavivó sin resultado el empeño nacionalista. A continuación, lo que había sido durante la guerra acceso a los mercados europeos se convirtió en crisis, inflación y conflicto social. Decayó la euforia industrial en Cataluña y hubo que reclamar más aranceles.

Aunque algo se sospecha, es pronto para vaticinar lo que quedará de las celebraciones de 1714. Respecto a la Cataluña de 1914, algo quedó de envergadura intelectual. Por ejemplo, las glosas tituladas Lletres a Tina de Eugeni d'Ors, en el volumen Tina i la Guerra Gran. Acusaba a germanófilos y aliadófilos de ser más papistas que el Papa. D'Ors preconizó la neutralidad. Defendía el ideal de la unidad moral de Europa, incluso de una unidad moral del mundo. Puesto que todos los países en guerra defendían a su modo la civilización europea, era intelectualmente obligado ubicarse por encima de la gran refriega. Lideró en Barcelona los Amics de la Unitat Moral d'Europa. Conectaba con otras iniciativas parecidas, incluso en los países beligerantes. Para D'Ors, aquella guerra era una guerra civil. Posteriormente, fue fácil constatarlo. Lo antipático que pudo ser D'Ors.

Valentí Puig es escritor

 

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