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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un artista a la espera

J. Ernesto Ayala-Dip

Enrique Vila-Matas tiene una teoría sobre la espera que bien merecería elevarse a arte: algo así como el arte de la espera. Pues bien, parece que en el seno del Partido Popular también se barajan teorías y según se afirma si hay alguien que sabe esperar como nadie ese es Mariano Rajoy. Según explicaron a este mismo diario, el arte de don Mariano consiste en dejar que una noticia mala (e inmoral) borre a otra peor (y más inmoral).

Por ejemplo: si un día se sabe que el exgerente del PP anotaba con perversa puntualidad y precisión los sobresueldos en negro a altos dirigentes (entre ellos al propio Rajoy), según la teoría del jefe no hay más que esperar que otra más grave la borre del mapa de las corruptelas. Al contrario que la teoría de Vila-Matas sobre la espera (que consiste en llenar dicha espera con contenidos de jerarquía reflexiva y alta temperatura espiritual) la que pone en práctica el jefe de PP consiste en ir llenando su arte con contenidos nuevos y más vergonzosos.

O sea, que el affaire Bárcenas se suple con otro de menor entidad financiera pero no de menor inmoralidad, como por ejemplo que la familia Aznar se hayan mostrado tan entendida a la hora de catalogar la riqueza estética de un artista amigo. O sea, al caso Gürtel se lo hunde en el olvido con el caso Bárcenas, y a éste con el de la familia Aznar en su función de defensa patria del vanguardismo artístico, además de sobredimensionar con fines espurios el valor en el mercado del amigo artista.

El arte de don Mariano consiste en dejar que una noticia mala (e inmoral) borre a otra peor (y más inmoral)

El invite de reforma territorial es otro asunto que a Rajoy le tiene totalmente sin cuidado, porque para eso están también las buenas noticias. Sus hombres en el negociado económico y fiscal han decretado el fin de la crisis (en esto hay que decir que el consejero Puig por los mismos días también afirmó esta buena nueva). Así que si los españoles ya comienzan a saborear los frutos del fin de la segunda recesión (o del crack, para decirlo en plata), para qué meterse a dialogar sobre caprichitos identitarios. Para qué sentarse a tratar de neutralizar con reformas urgentes del modelo territorial vigente, el independentismo de una comunidad que solo aporta el 20% del total del PIB español.

Mientras el presidente del gobierno español practica su arte de la espera, con su bendición en España se aprueban leyes devastadoras. La nueva Ley de Seguridad Privada (Dios nos proteja de semejante ley: si un mosso de esquadra te apalea por ponerte chulo, no quiero imaginar la misma chulería reprimida por un agente de seguridad privado. Y por cierto, esta ley fue aprobada con el apoyo del grupo de Convergència en las Cortes españolas), la reforma de la ley del aborto, llamada inverosímilmente Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, y la nueva ley que regula el derecho a manifestarse, una ley inopinadamente restrictiva y que casi la pone a la altura de la hace poco también aprobada ley de manifestación en el Egipto tutelado por los militares.

Creo que no hay que currarse demasiado el cerebro para llegar a la conclusión, a la inquietante conclusión, de que estamos ante el gobierno más reaccionario de la democracia española, una democracia neoliberal en lo económico y de casposo conservadurismo en lo que a libertades individuales se refiere. Si alguien creyó que el súmmum de la estrechez de miras política y cinismo y no poca dosis de desfachatez llegó con Aznar, no creo que Mariano Rajoy le vaya muy a la saga.

El caso Gürtel se hunde en el olvido con el caso Bárcenas, y a este con el de la familia Aznar en su función de defensa patria del vanguardismo artístico

Todos los expertos más reconocidos saben que el paro en España no bajará del 10% hasta dentro de veinte años. Es decir, no llegará al paro estructural de antes del estallido del primer crack del siglo veintiuno. Todo el mundo sabe que los contratos indefinidos apenas proliferan en comparación con la abultada ventaja que les llevan los temporales. Trabajo temporal, bajos sueldos, desempleo masivo entre los jóvenes, un parque escandalosamente superpoblado de viviendas vacías, una ingente masa de ciudadanos que viven en condiciones paupérrimas (realquilados, otros que alquilan las llamadas camas calientes, otros en albergues sociales), colas en distintos barrios de Barcelona para comer caliente como mínimo una vez al día y colas para recoger alimentos básicos para no entrar en el lamentable capítulo de la desnutrición, sin olvidar que muchos ancianos comienzan a desempolvar los braseros de carbón para paliar la llegada del invierno.

Yo no tendría que haber escrito un artículo de este tenor. Un día como hoy no se lo merece. Tendría que haber escrito algo mucho más optimista y lleno de esperanza. Pero ahora mismo, me parece que el horno no está para bollos. Lo más que puedo agregar en una fecha tan señalada, es incluir una frase de una de las mujeres más sabias de este país, la doctora Teresa Forcadas: “Desde el proceso constituyente queremos hacer la sociedad también con los no-puros y con los no-buenos, con los que van con zapatos y los que van con alpargatas y con los que no son coherentes. Esta es mi revolución, porque esta es una revolución real”.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

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