Pujando por platos y copas
La familia de Santi Santamaria subasta vajilla y utensilios de Can Fabes
Se enfrentaron por los seis platos amarillos con el nombre de Can Fabes. Y tras pujar varias veces, se los llevó Carles Abellán. No iba a quedar así. En el siguiente lote, unas estilizadas patas de pollo para servir el huevo, Joan Roca pujó fuerte y se las acabó quedando por 300 euros. Algunos de los amigos de Santi Santamaria, la mayoría cocineros, se reunieron ayer en el restaurante Caelis, en el hotel Palace de Barcelona, para participar en la subasta de los objetos que han dado vida al restaurante Can Fabes, que cerró el pasado agosto. Vajilla, libros, delantales... hasta 500 lotes por un valor total de salida de 70.000 euros. Incluidos tres de los cuadros del cocinero pintados con salsas, tinta de calamar o café.
Las dificultades económicas hicieron que la familia de Santamaria, fallecido en Singapur en 2011 a los 53 años, decidiera cerrar el local. “No podíamos seguir adelante. Cuando estábamos empaquetando nos dio mucha pena. Y nos dimos cuenta que seguro que muchos compañeros podrían aprovechar todos esos objetos”, explicaba ayer Regina, la hija de Santamaria. “Una parte de la recaudación nos ayudará a pagar las deudas que nos quedan. El banco no perdona. Y el resto queremos destinarlo a una ONG”.
Las dificultades económicas hicieron que la familia de Santamaria, fallecido en Singapur en 2011 a los 53 años, decidiera cerrar el local
La sensación era agridulce. Regina sonreía al ver constantemente levantada la mano de Abellán. “Me lo llevaré al Comerç 24 pero también a mi casa.Lo importante es estar aquí para ayudar a la familia”, reconocía Abellán. Javier de las Muelas se sinceraba: “Es importante poder contribuir a un hecho así pero para mí es triste. Santi fue el primer cocinero que me trató de igual a igual”. Joan Roca decidió ponerse en primera fila donde reinaba el buen humor y las ganas de comprar. Por este orden, Jean Luc Figueras, Nando Jubany y Carles Gaig. Detrás, siguiendoles de cerca, Mey Hofmann. Si los platos despertaron mucho interés, y se vieron muchos brazos en alto, costó mucho más con la cubertería. Quizás porque la mayoría era de plata y su precio subía.
Lo más caro, la camarera con campana de plata tenía precio inicial de 23.000 euros. Y se quedó sola. Nadie pujó por ella.
La noche acabó con buena comida y buena bebida. Y sobre todo haciendo recuento.
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