_
_
_
_

Sexo de pago en el polígono industrial

El piso de contactos en A Coruña que cayó hace 10 días vuelve a funcionar La policía denunció que se ponía “en grave riesgo” la salud de las chicas “Si pagásemos impuestos se acabaría la crisis”, sostiene la dueña

Una mujer, en el piso de A Grela que fue registrado por la policía.
Una mujer, en el piso de A Grela que fue registrado por la policía. GABRIEL TIZÓN

Son las 11 horas del jueves cinco de diciembre. La actividad en el polígono coruñés de A Grela está aún más desquiciada que de costumbre. Se conoce que todo el mundo apura el trabajo pendiente antes del viernes festivo. En el corazón del conglomerado industrial, entre dos naves, en un viejo edificio con bajo y dos plantas, tres chicas jóvenes abrigadas con mantas y pijama de invierno duermen a pesar del ruido de la calle. Al poco rato, sube un cliente con mucha prisa por la escalera. Sabe de sobra que las mujeres están en el segundo y al parecer anda exigido, sin tiempo que perder. Entonces una de ellas, antes de su acostumbrado colacao del desayuno, se enfunda rápido en una malla negra de rejilla, se calza los tacones de aguja y se encierra con el macho impaciente. En unos 10 minutos, lo despide. Sobre la mesa de la cocina de la primera planta, junto al ordenador portátil, cuatro móviles, bien ordenados en fila, suenan todo el rato. Son clientes mañaneros que han visto los anuncios en la prensa, o los de internet que cada día, muchas veces, cuelga M., una mujer madura, latinoamericana, que desde hace año y medio realiza labores de intendencia en esta casa de citas.

Más información
Alarma por la proliferación de menores obligadas a prostituirse
Sale de prisión el cabecilla de la 'trama Carioca' de los burdeles

M., que no tiene contrato ni posibilidad de que se lo hagan y asegura cobrar entre 30 y 50 euros al día, atiende el teléfono, lava sábanas y toallas, y le echa imaginación a la hora de redactar reclamos publicitarios. “Mulata africana, guapísima, ven a perderte en mis curvas. 120 de pecho natural, te hago una rica cubana”. “Sevillana cachonda, super enrollá”, “muy viciosa, multiorgásmica, si vienes con tu colega mejor que mejor, lo pasaremos pipa”. “Morena gallega con fuego en el cuerpo”. “Carita de ángel, diabla en la cama”. “Tres chochitos húmedos, volcanes caribeños”. “Bombón relleno de placer”. “Novata”. “Casada insatisfecha”. En la Red hay incluso un anuncio que invita a ver al equipo de fútbol favorito “en pantalla panorámica” mientras uno se “relaja” en la cama con una de las chicas de A Grela.

El vetusto inmueble disimulado entre naves ha vuelto plenamente a la vida con todos sus personajes. Nadie diría que hace una semana, el 28 de noviembre, más o menos cuando el sol se zambullía por Arteixo, agentes de paisano de la policía nacional irrumpían en la primera planta obligando al empleado de seguridad y a la responsable de los pisos, ambos gallegos, a tirarse al suelo para luego llevárselos esposados al calabozo. Allí, con otros cuatro detenidos en la que fue bautizada como Operación Nave, se pasaron tres noches, según cuentan ellos mismos, esperando a declarar ante la titular del juzgado de Instrucción 3, acusados de un delito de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Quedaron en libertad con cargos, y el caso, que luego fue a reparto, lo estudia estos días de puente la juez del número 7.

El Cuerpo Nacional de Policía sacó a la luz el operativo el pasado lunes. Según comunicó en una nota, “una de las víctimas fue detectada por los responsables médicos del Servicio de Urgencias” del hospital, después de acudir en busca de “asistencia socio-sanitaria”. La redada en este “establecimiento clandestino” permitió “desarticular una organización delictiva” que sometía a “mujeres de distintas nacionalidades (Brasil, Panamá, Nigeria, Rumanía, Colombia y España)”, a “largos horarios, trabajando 24 horas sin descanso, durante 21 días, a disposición de las demandas sexuales de los clientes”.

La policía denunció que se ponía “en grave riesgo” la salud de las chicas

Durante este tiempo, “las trabajadoras del sexo dormían, comían y se encontraban encerradas y hacinadas”, sin “libertad para elegir los clientes”, con “condiciones de trabajo abusivas” y sometidas a “la práctica de servicios sexuales que ponían en grave riesgo su salud”. La nota de prensa destacaba por último que la operación había culminado con la exitosa “detención de los integrantes de la red” y la “liberación de las víctimas”.

Pero varias de esas mujeres que fueron “liberadas” han vuelto al piso y, para sorpresa de la prensa, cuentan una versión tan distinta que uno acaba creyendo que ha entrado confundido en otro lugar. Selina (nombre ficticio), que estudió educación infantil, relata que empezó en 2006 en Valencia porque fue por error a una entrevista de trabajo en una casa de contactos pensando que era para “cuidar personas”. Ahora vive aquí para ahorrarse un piso, y está las 24 horas disponible, asegura, porque así gana más. “¿Y dónde voy a estar mejor?”, concluye. “Saco al mes entre 3.000 y 4.000 euros” y le digo a los clientes: “No soy adicta a nada; lo único, al sexo”.

Sonia (tampoco es el nombre real), brasileña, cuenta que tiene un marido en paro y cuatro hijos pequeños a los que mantiene gracias al sexo de pago en el polígono. “Los veo lunes, martes y miércoles. El resto de la semana estoy aquí”, explica. “Vine a España sabiendo a lo que venía. Aquí tengo muchos clientes fijos, acuerdo con cada uno la tarifa y me quedo con el 50%. La otra mitad, igual que las otras chicas, es para pagar a Lorena”. Sonia se refiere a la responsable de este inmueble, que es local de alterne desde hace más de tres años y cambió de manos hace uno y medio.

Lorena es una señora coruñesa de la que nadie, si la ve de paseo por la calle Real, sospecharía que fue prostituta durante cuatro años antes de retirarse para montar un piso. Desde que salió del calabozo ha recibido en la casa de citas a dos televisiones y un par de periódicos, y ante todos, insistentemente, defiende que “lo que ha ido saliendo estos días es mentira”. “Si no demando a la policía es porque mi abogado me dice que es una batalla perdida. Aquí no hay armas como se dijo; no encontraron más que 200 euros; están prohibidas las drogas; a todas las chicas les insisto en que no lo hagan sin condón... Solo el francés si antes lavan a fondo al cliente. Y todas tienen total libertad para ir y venir, salir y entrar. Las plazas, por tradición en el negocio, son de 21 días, y luego las que quieren se quedan o se van a otro piso porque al cambiar tienen más demanda, por eso de la novedad. Yo no me meto en su trabajo, su coño es de ellas. Lo que hago es cobrarles la mitad, y con eso pago el alquiler del inmueble, 900 euros, la luz y el agua; a J., el empleado de seguridad, y a M., que pone la publicidad. También pago los anuncios de contactos, que me cuestan 500 euros a la semana”. “Soy la primera interesada en que se legalice la prostitución...”, dice luego: “Si pagásemos impuestos se acababa con la crisis en España”.

“Si pagásemos impuestos se acabaría la crisis”, sostiene la dueña

“El otro día entraron los de Extranjería, encañonaron a J. y creí que era un atraco”, sigue la dueña del negocio. “Yo lo llevo muy mal”, dice el hombre, que también vive en A Grela: “No quiero que se entere mi madre”. Cuando se les pregunta por qué entonces una chica fue a Urgencias y los denunció, responden que “por venganza”. “S., brasileña, llegó aquí desde Vilagarcía y, como todas las que trabajan allí, acabó enganchada a las drogas”, describe Lorena, “hace unos 15 días montó un número, se puso agresiva con las compañeras. Estaba hasta las cejas de farlopa y sacó a relucir sus celos, porque J. es tan guapo que todas se enamoran de él. Le dije que se fuese tres días a casa. En realidad, no la quería aquí más. Al día siguiente me mandó un mensaje: De puta a puta, más puta soy yo. Y nos denunció”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_