Guitarras, trompetas y nervios
Empiezan las pruebas para conseguir una licencia de músico callejero Se les limitará el espacio y el horario
Nicoleta Fileata entra en el centro cultural Conde Duque con un nudo en la garganta y otro en el estómago. Se pasó el domingo entero cantando en el metro y le da miedo no tener la voz en condiciones para la audición. El Ayuntamiento de Madrid ha comenzado las pruebas para que los músicos callejeros puedan seguir siéndolo, pero con una licencia. Fileata, que llegó hace 12 años de Rumanía y canta para darle de comer a su hijo, está hecha un manojo de nervios y el encontronazo que ha tenido al entrar no la ha ayudado a calmarse. “Me han confundido con una periodista y no me querían dejar pasar”, comenta señalando al amplificador y el micrófono que lleva en una bandolera.
A su alrededor suenan guitarras, trompetas, acordeones... Algunos afinan, otros esperan pacientes su turno para tocar unos pocos minutos delante de un tribunal. Se inscribieron hace más de un mes y se les ha dado una fecha, entre el lunes y el miércoles, y una hora, de nueve a dos para demostrar lo que saben. Son 350 músicos, según el Ayuntamiento, aunque con la aglomeración que hay el primer día a última hora no salen las cuentas. “A la una se nos ha juntado bastante gente, esta mañana estábamos más tranquilos”, se disculpa un miembro de la organización con los aspirantes.
“Yo pensaba que tenía seis minutos y cuando he entrado me han dicho que solo eran tres”, cuenta Álex Delgado, un estudiante de Física de la Universidad Autónoma que toca los fines de semana con los amigos para sacarse algo de dinero. “Les he preguntado en qué consistía la prueba y me han dicho que simplemente tocara lo que quisiera”, explica el joven, de 20 años, sobre el jurado de la sala 1, que le observaba “con gesto serio”. Teóricamente está compuesto por dos músicos y un secretario municipal.
Estos han de decidir si los intérpretes tienen el nivel suficiente para “animar o entretener al público sin molestar a los vecinos o viandantes”. La licencia es gratuita, por un año y prorrogable hasta cinco. Todo está contemplado en el artículo 17 del Plan Zonal Específico que declaró en octubre el distrito Centro Zona de Protección Acústica Especial e impone, entre un sinfín de normas, el horario en el que se puede tocar: de diez de la mañana a diez de la noche, con una pausa para la siesta.
En el primer día de este casting callejero, en el vestíbulo del Conde Duque hay músicos de todas las nacionalidades e instrumentos de todas las formas y tamaños. Los más aparatosos: dos címbalos, típicos de la Europa del Este, del tamaño de una mesa de comedor, con sus cuatro patas de madera y cuerdas dispuestas para ser percutidas por sus dueños. También hay flautas traveseras, trompetas, acordeones, guitarras (muchas guitarras) y una mesa de construcción manual con copas de vino que, al frotarlas, emiten diversas notas.
En las escaleras suena un Luces de Bohemia improvisado con varias guitarras entre músicos de diferentes países que han venido a pasar el examen.
“A mí, si me hacen tocar en un sitio concreto, a lo mejor no me interesa”, explica Juan, un psicólogo infantil desempleado para el que ahora su guitarra se ha convertido en la única fuente de ingresos. Calcula que consigue entre 3 y 10 euros la hora. “Soy mi propia caja de resonancia y no puedo tocar en cualquier calle porque no se me escucha”, se justifica. La nueva normativa limita la música a vías con una anchura superior a siete metros y también se debe garantizar el libre tránsito de los peatones y vehículos y el acceso a las viviendas, locales o a la visión de los escaparates.
Madrid no es la primera ciudad en regular la actividad de los músicos callejeros. Mientras que en Valencia está completamente prohibida, en Barcelona se empezó a regular en 2004, cuando hubo un aumento exponencial de músicos y también de quejas de los vecinos. Desde entonces, se ha ido modificando la normativa. El número de músicos interesados en tocar por las calles del centro de Barcelona ha pasado de los 500 del primer año a los 140 de este ejercicio. Para conseguir el permiso, que se renueva cada año, basta con pedirlo. Si el Ayuntamiento recibe más de 140 peticiones, realiza un sorteo. Pero la cifra de interesados baja cada año, informa Jordi Mumbrú.
El número de licencias que se darán en la capital es una incógnita, al igual que los criterios musicales con los que se entregarán, pero la prueba de calidad tampoco será una medida disuasoria para aquellos que viven de su música. Ante la posibilidad de que no le den la licencia, Nicoleta Filetea responde tajante y afónica poco antes de entrar a su audición: “Si dejo de cantar, dejo de comer, no tengo otra forma de vida”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.