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Botella refuerza sus aspiraciones pese al estado perpetuo de crisis

La alcaldesa de Madrid sufre el golpe de la huelga de limpieza

Botella, con una bandera con el escudo de Madrid.
Botella, con una bandera con el escudo de Madrid.PABLO BLÁZQUEZ (GETTY)

En Madrid siempre pasan cosas. Cosas importantes. O haces que pasen o te pasan. Entre 2003 y 2011, Alberto Ruiz-Gallardón hizo que pasaran. Se gastó casi 10.000 millones de euros. Cuando se quedó sin dinero y sin ganas, cedió el testigo a Ana Botella. La alcaldesa no tenía margen económico para hacer que pasaran cosas. Así que empezaron a pasarle. Y cometió errores. Algunos, muy graves.

Gallardón se rodeó de un equipo político de primer nivel. Era una naranja mecánica. Gran parte, se fue con él. Otros fueron cayendo en sucesivas crisis políticas. Voces autorizadas del PP madrileño y nacional lamentan ahora esa “pérdida de experiencia” en el Gobierno municipal. Algunos alcaldes importantes de la región achacan a ello la “falta de reflejos” de Botella. La hubo, afirman, tras la tragedia del Madrid Arena, hace un año. Y la ha habido, añaden, ahora ante la huelga de barrenderos.

“Cuando se ha puesto, lo ha solucionado. Ha dado la cara y ha obtenido resultados. Lo que sorprende es la tardanza”, deslizan desde el Gobierno regional. En mayo de 2015 hay elecciones municipales y autonómicas, y la mayoría opina que, si cae la capital, difícilmente se salvará la Comunidad y podrían perderse otras grandes ciudades. “Botella ha extendido sus problemas municipales al resto del partido. Nos lleva al Armagedón, sus continuos errores nos arrastran al precipicio”, sentencia un responsable de peso del PP autonómico.

Botella es alcaldesa porque Gallardón así lo quiso. El expresidente de Gobierno José María Aznar le ordenó, en julio de 2002, que dejara la presidencia regional y tratara de salvar la alcaldía. Y él metió a Botella en su lista y, ganadas las elecciones, en su Gobierno. No formaba parte del núcleo de poder político, pero administraba cada vez más y más importantes competencias. En mayo de 2011, sabiéndose ya ministro, la colocó de primer suplente. En diciembre, le cedió el mando.

En su equipo había tres o cuatro alcaldables con más tablas: eso lo admiten todos en privado. Pero Botella era la única con cartel electoral. No como concejal, nadie conoce a un concejal, admiten, sino por su relevancia pública como esposa de Aznar.

Aguirre y la huelga de barrenderos de 1993

Este no es el primer paro de barrenderos en Madrid. El 12 de abril de 1993, los 2.017 trabajadores de seis contratas que prestaban servicio en 14 distritos se plantaron. Querían cobrar más. La concejal de Medio Ambiente era Esperanza Aguirre, que gestionó el conflicto junto al entonces edil de Limpieza, Luis Molina. La Delegación del Gobierno decretó unos servicios mínimos del 50%, frente al 40% de ahora.

El Ayuntamiento no tardó ni un día en denunciar su incumplimiento por la acción de piqueteros violentos, que, según Aguirre, hacían “incompatible el derecho a la huelga con el de todos los ciudadanos a tener una salubridad pública y una higiene en la vía pública”.

El concejal de Sanidad, Simón Viñals, denunció un “evidente peligro” de salud pública. El Partido Socialista acusó al Gobierno municipal de “echar balones fuera”. Meses antes, el PP se enfrentó a una huelga de basureros. Aguirre dijo: “El Ayuntamiento no es parte en el conflicto”. Más o menos las mismas palabras que Botella al inicio de esta huelga. Finalmente, sí hubo mediación y el conflicto terminó por solucionarse.

En el caso de la huelga de barrenderos, sin embargo, la huelga duró 32 días. Se solucionó con un arbitraje.

Pero ahora eso juega en cierto modo en su contra. Y no por las desavenencias del expresidente y el actual líder del PP, Mariano Rajoy, de quien depende a la postre el futuro político de la alcaldesa.

Botella jamás ha cuestionado en público a Rajoy, todo lo contrario, y el presidente del Gobierno ha tenido detalles de apoyo y hasta de cariño con ella.

Su problema, admiten sus colaboradores más estrechos, es que, aunque se ha labrado su propio perfil, pesan aún los estereotipos.

Y su falta de experiencia. A Botella le pasan cosas porque las circunstancias económicas (la recesión, una deuda heredada de más de 8.000 millones y las políticas de austeridad a machamartillo que ella es la primera en defender) y su inexperiencia le impiden marcar agenda. Y porque comete errores. Algunos (irse de vacaciones a un balneario de Portugal tras la tragedia del Madrid Arena), colosales. Pero, según su núcleo de confianza, tiene hambre. Quiere seguir. Y ella misma se ve fuerte, pese a todo.

Antes ni se preocupaba de saber cómo salía en los medios de comunicación. Ahora cree que sale poco, quiere aparecer más y mejor. Y si no le gusta cómo aparece, llama. Busca la oportunidad para salir en las fotos. Y aspira a marcar agenda en temas que trascienden la política municipal, como la encrucijada catalana.

A veces, incluso, quiere más de lo que puede: el presidente regional, Ignacio González, anunció una bajada de impuestos en septiembre y ella se encontró con que tenía que subirlos al menos hasta 2015. La herencia económica pesa. Pero, insisten fuentes del PP nacional, tiene hambre. Y con lo que lleva a sus espaldas (ocho años en La Moncloa y otros tantos como concejal madrileña), eso indica que quiere seguir.

Ella no lo ha dicho expresamente. Es pronto, admite su círculo. Desea respetar los tiempos de Rajoy. No quiere imponerse. Pero quiere ser candidata a la alcaldía en 2015. ¿Podrá?

Altos cargos del PP madrileño creen que la candidata será Esperanza Aguirre, por su tirón en el electorado propio y su capacidad de robar votos a UPyD. Los afines a la presidenta del partido en Madrid (los hay, y muchos, hasta en el propio Ayuntamiento) consideran que empujaría al alza las expectativas electorales del PP en otros municipios y en la Comunidad. En el entorno de Botella, se duda de que Rajoy permitiera que González y Aguirre coparan Madrid. En el entorno de Aguirre, se duda de que pudiera evitarlo si las encuestas señalaran que, sin ella, se pierde la capital.

Aguirre, por su parte, se autodescarta. Está a otra cosa. Pero todos coinciden en que es pronto para salir a la plaza. Para ella y para otras candidatas potenciales, como pudiera ser la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes. Sería quemarse, a falta de más de medio año para que las encuestas encargadas por la dirección nacional del PP revelen el tirón de cada posible aspirante.

Un dirigente veterano recuerda que siempre hay más posibilidades de que un gobernante repita como candidato a que sea sustituido por otro aspirante. Eso vale tanto para Botella como para González, cuestionado en el PP por la desafección social generada con la privatización sanitaria o por los continuos ataques a Rajoy para mejorar su financiación regional. Pero también vale recordar que Aznar se quitó de encima de un plumazo a José María Álvarez del Manzano y lo sustituyó por Gallardón cuando, tras tres mayorías absolutas consecutivas, las encuestas amenazaron derrota.

“Tiene serias posibilidades si ella quiere”, coinciden la mayoría de fuentes del entorno municipal. Pesan varios factores: el más repetido, que queda mucho tiempo y puede pasar de todo (aunque eso mismo dijeron tras el Madrid Arena y, efectivamente, ha pasado de todo, pero casi todo malo para sus intereses electorales).

Las encuestas son, además, un arma de doble filo. Podrían demostrar, por ejemplo, que Aguirre es mejor candidata que Botella por cinco puntos, pero eso no significaría que la dieran como ganadora: pudiera ser que lograra el 38% de los votos, frente al 33% de la alcaldesa. En ambos casos, en el escenario actual, eso significaría una derrota electoral y cuatro años (si los aguantara) en el banquillo. “Aguirre no va a jugar para perder”, vaticina un alto cargo poco afín a la expresidenta regional. “Igual tampoco es tan apetecible ser candidato”, añade.

Sobre todo si ello implica pasar a la historia como el político que perdió Madrid tras 26 años de Gobiernos locales de derechas.

Nadie duda de que el PP lo tendrá muy complicado. En 2011, Gallardón obtuvo el 49,7% de los votos, frente al 23,9% del PSM, el 10,7% de IU y el 7,9% de UPyD. La encuesta hecha por EL PAÍS hace seis meses rebaja el porcentaje del PP al 30,2% con Botella como cabeza de cartel. PSM e IU sumaban (prácticamente a partes iguales) el 42,6%. UPyD, el 11,2%. Esta formación, que en 2011 optó por apoyar a la lista más votada, parece dispuesta a matizar esa postura en 2015 y apoyar al bloque más votado. Bastaría con que se abstuviera para dejar al PP en la oposición. Pero su líder, David Ortega, parece dispuesto incluso a más.

“Botella no está a la altura del Ayuntamiento y tiene un futuro político negro, pero el problema no es Botella, sino las políticas del PP en los últimos años, que se han demostrado muy equivocadas. Lo que no me parece serio es que aparezca un mirlo blanco y de repente el PP sea fantástico. ¿Si la candidata fuera Esperanza Aguirre? Lo que nos ha traído hasta aquí es precisamente el partido que preside Aguirre”, opina.

En el PP nacional admiten que UPyD “ha crecido por encima de las expectativas iniciales y se ha convertido en un adversario muy peligroso para 2015”. ¿Podría ser Aguirre el antídoto? ¿Alcanzaría la mayoría absoluta cuando ni en sus mejores tiempos logró un resultado dos o tres puntos por encima de la marca PP? ¿Le valdría la pena a Rajoy el coste político de sacrificar a Botella? A la alcaldesa no parece importarle. Ella se siente fuerte. Y quiere seguir.

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