“La República aquí perdió la guerra, pero la ganó fuera”
Michel Lefebvre publica ‘Guerra gráfica’ sobre la contienda civil
Una colección puede significar algo más que la pura recreación de lo adquirido en exclusiva. Para el periodista francés Michel Lefebvre, coleccionar es un medio para contar nuestra historia. A la muerte de su padre, republicano español, su creciente interés por la guerra civil, aquella que había obligado a su progenitor a exiliarse a París, le empujó a la compra irrefrenable de todo lo relacionado con el grafismo de propaganda de la época. “Soy coleccionista para relatar la historia de la guerra con documentos. Es la manera de pagar la deuda a mi padre”, explica. Su afán ha conseguido albergar 5.000 referencias. Bajo el título de Guerra Gráfica, reúne 600 de ellas en un libro que ilustra “su guerra de España” construida con el material recopilado tras 14 años de búsqueda de imágenes, periódicos, libros, folletos, carteles y manuscritos.
“Es increíble que en la España de hoy no se condene el negacionismo”
“Mi tesis es que la verdad sobre la guerra fue lo que la propaganda hizo a favor de la República”, apunta mientras hojea el volumen de 300 páginas recién salido de imprenta que trae para enseñarlo a viejas amistades cultivadas en Valencia. Periodista de Le Monde desde hace 25 años, Lefebvre disfruta de unos días de vacaciones en el piso de Gandia que su padre adquirió tras morir Franco, y en el que pasa temporadas durante el año alejado de la gran urbe de París, como ahora para descansar antes de presentar su obra el 15 de noviembre en el Instituto Cervantes de la capital gala, el mismo día que se publicará en España.
Parisino de 58 años, siempre escuchó hablar de la guerra a su padre, Mariano Peña, segoviano del municipio de Nieva, que había sido comisario político de la División del Campesino, y a su tío, miembro de las Brigadas Internacionales. A ellas dedicó su primer libro sobre la guerra española, publicado en 2003 y seguido por otras obras, una dedicada al escritor Joseph Kessel y el fotógrafo Jean Moral, y otra al célebre Robert Capa. Sin ocultar su orgullo, el periodista y coleccionista muestra su DNI, en el que el apellido materno aparece junto al paterno, Lefebvre-Peña, del que durante años estuvo privado de portar por la clandestinidad de su padre. A él proyecta dedicar una novela inspirada en su vida, revestida con historias amor y espionaje, muertes y viajes clandestinos.
Prologado por su amigo, el historiador británico Paul Preston, al que califica de “muy serio y magnífico”, su nuevo libro, editado en francés y español, documenta la paradójica visión de la guerra dentro y fuera de España, fruto del uso dispar de la imagen. “Mientras aquí se publicaban fotos de soldados y voluntarios para movilizar al Ejército, fuera se enviaban las de niños muertos en bombardeos y refugiados para reclamar ayuda. Aunque perdió la guerra, la República la ganó en el extranjero gracias al trabajo de los artistas y fotoperiodistas”, sostiene el autor de un conmovedor recorrido bélico, hilado a través de iconos como la instantánea de una madre y su hijo puño en alto en el entierro de Durruti y objetos de museo como el de una bomba hallada entre chatarra en el rastro de Valencia.
“Me parece increíble que en un país democrático como España no se condene el negacionismo”, afirma quien descarta los términos “guerra civil” y “bando nacional”. “Fue un golpe militar, y nacionales eran tanto los franquistas como los republicanos”. Lamenta de la memoria histórica que no se haya hecho ni la mitad del trabajo, debido, según afirma él, a los fuertes enemigos de la historia en España, la extrema derecha y el olvido. “Me parece muy bien que se honre a los curas que fueron muertos durante los primeros meses de la República. Pero sobre esos asesinos se sabe todo, incluso algunos fueron condenados durante la República. Sin embargo, ningún asesino del bando franquista nunca ha sido condenado”.
“El trabajo de los fotoperiodistas fue funfamental”, dice el periodista
“Periodista burócrata”, se apostilla este redactor jefe que en su tiempo libre escribe libros sobre la guerra que otros contaron. Lefebvre vive la realidad de su oficio como la locura de la cadena de trabajo de Tiempos Modernos, cuando el periodismo de investigación se torna más difícil en la prensa clásica. Anota, sin embargo, que la información de territorios en conflicto apenas ha cambiado desde los años 30. “Capa estaba al lado de la República en la misma línea entre la propaganda y el periodismo que los enviados a cubrir Irak. Lo que les importa es ganar la guerra. Y los periodistas de Le Monde, que demostraron hace medio año el uso de armas químicas en la guerra siria, han hecho lo mismo que George Steer en The Times o Mathieu Corman en Ce Soir cuando atestiguaron con fotos y documentos el bombardeo de Guernica. La diferencia es que ahora los medios internacionales sólo están de un lado, hay una única línea, liberal y atlantista”.
En desacuerdo con la intervención de Francia en Siria, rehúsa posicionarse al ser preguntado por el caso de Leonarda Dribani y los derechos humanos en la Francia actual. “No hay que mezclar temas. Eso lo hacen en televisión”.
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