La suma de conocimientos encuentra hueco en la ley

La necesidad de responder a una sociedad cada vez más compleja, donde el nivel educativo medio ha aumentado, así como la esperanza de vida de las personas, la rápida evolución de las tecnologías y del sistema productivo, entre otros factores, comporta el impulso y articulación por parte de la administración del aprendizaje a lo largo de la vida, como recoge la exposición de motivos del dictamen de la ley sobre la materia que está tramitando el Parlamento vasco.

O, como explica Jorge Arévalo, viceconsejero de FP, la iniciativa, que previsiblemente se aprobará en octubre, creará un marco normativo que regulará todos los conocimientos adquiridos a lo largo de la vida, formalmente, como cursos reglados, o informalmente. “El aprendizaje es algo cotidiano, que pasa por aprender a utilizar una plancha nueva o a manejar la televisión con Internet”, ejemplifica el viceconsejero.

La regulación destierra la idea de que el aprendizaje se concentra en un periodo vital concreto, o solo se puede adquirir en el colegio, instituto y universidad. “Las personas aprenden también a través de la experiencia laboral, de la actividad vital, de acciones formativas que no conllevan certificación, o de aquellas que están reguladas”, enumera la norma.

La regulación dibuja muchas aristas y flancos pero un ejemplo serían los certificados de profesionalidad, que avalan las competencias de las personas. “Si una persona tiene determinadas cualificaciones, a través de la formación continua puede tener un certificado concreto. Ese certificado, con otros más, puede suponer un título de FP”, explica Arévalo.

La futura ley sobre el aprendizaje a lo largo de la vida tiene como uno de sus principales objetivos el desarrollo e impulso de la formación de forma flexible y el desarrollo de los dispositivos de “reconocimiento, evaluación y acreditación de las competencias” adquiridas. También ocupa un lugar central la formación profesional.

“Los sistemas educativos van evolucionando y se van adaptando a las necesidades de la sociedad”, argumenta el director del Instituto de Formación Profesional a Distancia de Euskadi, una fórmula por la que este año han optado 800 alumnos. La iniciativa que este otoño arranca su tercer curso ha venido a dar respuesta, principalmente, a aquellas personas que por motivos profesionales o personales no pueden participar en un curso presencial al uso pero quieren seguir formándose. De hecho, como detalla el profesor, los alumnos, la mayoría con trabajo y un 20% en el paro, “si no existiera un proyecto como este no estarían estudiando”.