Ni dinero, ni política
Es un tópico que los políticos, cuando no hay dinero, hacen política. Pero Fabra huye de los tópicos
Ya hace tiempo que no es el Consell el que toma las decisiones más importantes para la Comunidad Valenciana. No hay ninguna troika (FMI, Comisión, BCE) que vigile la Generalitat. Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, se basta y se sobra para controlar la política valenciana desde su despacho. Mantiene con respiración asistida el funcionamiento de la Administración autonómica, al tiempo que amenaza con cerrar el gotero que permite, por ejemplo, pagar las nóminas de los funcionarios si no se cumplen sus estrictas órdenes de controlar el déficit. Órdenes que, por otro lado, son imposibles de cumplir si no se modifica el actual sistema de financiación autonómica, auténtico nudo gordiano que impide que las finanzas públicas valencianas puedan racionalizarse. El pasado jueves el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, dijo a sus compañeros de grupo parlamentario que estaba dispuesto a acostarse con Montoro si fuera preciso con tal de lograr una mejor financiación. No creo que haya nadie que quiera tan mal al presidente como para pedirle semejante sacrificio. En ocasiones las cosas son más simples. En la clausura de la Escuela de Verano, cuando le tuvo frente a frente, podría habérselo pedido y en el discurso de clausura del acto del PP en Elche, hubiera sido suficiente haber aprovechado la mano tendida del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, que había denunciado la marginación de la Comunidad Valenciana. No lo hizo entonces y ahora apuesta por un toreo de salón tremendista. Puro artificio.
El próximo martes, las Cortes Valencianas serán el escenario de un debate de Política General al que el PP llega más débil que nunca desde que en 1995, hace 18 años, alcanzara el poder de la mano de Eduardo Zaplana. Las proyecciones que se han hecho para la Comunidad Valenciana del último sondeo del CIS de intención de voto son concluyentes: Los populares pierden la mayoría absoluta en el parlamento autonómico y, más grave aún, pierden la Generalitat porque ni con el apoyo de UPyD alcanzan la mayoría suficiente para gobernar. El debate del día 24 es una de las escasas ocasiones que le quedan al presidente Alberto Fabra para intentar remontar el vuelo antes de las elecciones al Parlamento Europeo del año que viene que se presentan cruciales para su futuro y el de su partido. Desde esta perspectiva parecería razonable que el presidente aprovechara para lanzar un mensaje político que, al menos, sirviera para movilizar a parte de su desencantado electorado. ¿Lo hará? No parece probable.
Es un tópico que los políticos, cuando no hay dinero, hacen política. Pero Alberto Fabra huye de los tópicos. Dinero no hay, eso está claro. La crisis y el despilfarro sostenido que ha hecho su partido desde que llegó a la Generalitat le han dejado a dos velas; pero tampoco se le ve muy por la labor de hacer política. Nada que ver con su compañera Esperanza Aguirre, que no necesita ni cargo ni escaño para hacer política a todas horas. Tan pronto reclama listas abiertas en las elecciones como propone catalanizar España. Aguirre atrae todos los focos, Fabra se refugia en la oscuridad. En este debate, vamos a ver más de lo mismo. Más medidas pequeñitas con la austeridad por bandera, algún anuncio de suprimir la gratificación que perciben los altos cargos cuando dejan de serlo y el sarcasmo añadido de reclamar un cambio en el modelo de financiación contra el que el PP ha votado ya dos veces en el Congreso de los Diputados. Cierto es que no les queda otra que volver a pedirlo; pero no deja de ser surrealista reclamar una cosa en Valencia que tu partido rechazará en Madrid. Por ese camino el activo electoral que un día fue la Comunidad Valenciana para el PP acabará convirtiéndose en un bono basura.
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