El primer año sin Aguirre coincide con el peor del Gobierno
Ignacio González acumula reveses desde la sanidad a Eurovegas
El primer aniversario del adiós repentino de Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad, un lunes a la dos de la tarde, menos de una semana después de lidiar con el debate del estado de la región, dejando a medio hacer los presupuestos más indigestos, coincide con el peor momento para el Gobierno regional desde que la crisis estalló oficialmente en 2008. “Estamos pasando la tormenta perfecta. Se nos ha juntado todo sin que se hayan resuelto nuestras demandas respecto al modelo de financiación, el déficit asimétrico, Eurovegas...”, asienten en el Gobierno regional, donde achacan la mayoría de sus males al exterior. A decisiones que se les escapan y son competencia ajena. Básicamente de la Administración central, también del PP.
Aguirre no eligió un día cualquiera para dimitir. Su renuncia como presidenta de Madrid y diputada regional se produjo apenas mes y medio antes de que el Ejecutivo autonómico presentase los peores presupuestos en 10 años. Unas cuentas rebanadas en 2.800 millones de euros que añadir a los 1.045 que la presidenta del PP autonómico tuvo que recortar en julio de 2012. A mitad de ejercicio. En un hecho inédito, como la incertidumbre que rodeó a la partida de 2013, para la que el Gobierno regional trabajó en dos presupuestos: uno con mil millones de más, los que desde entonces se reclaman al Ejecutivo de Mariano Rajoy del sistema de financiación, y otro sin ellos. La opción más pesimista fue la que finalmente se impuso.
Para entonces, Aguirre se había replegado a su despacho en la primera planta de la sede popular en Génova. Compaginando su mandato al frente del PP de Madrid con su trabajo de asesora y cazatalentos de la empresa privada Seeliger y Conde. Retirada “de la primera línea de la política, pero no de la política”. Alegando para su paso atrás unos motivos “personales” sin concretar con los que regateó un horizonte turbulento. Pasando a vuela pluma el testigo a Ignacio González, su vicepresidente durante sus nueve años de mandato en la Puerta del Sol. A la espera, en definitiva y según diversas interpretaciones, de tiempos mejores.
“Tengo la certeza de que, para un político, es absolutamente esencial elegir el momento de su retirada y la forma de hacerla. Y este era el mejor momento”, se despidió entonces Aguirre, con el rímel tiñendo sus mejillas en un acto convocado con una hora de antelación del que solo sabían tres personas: el propio González, su jefe de gabinete Regino García-Badell y la directora general de Medios de la Comunidad, Isabel Gallego. Semanas después, González resumía la herencia recibida con un gesto que lo decía todo: mostrando los bolsillos vacíos de los pantalones con cara de circunstancias. Justo después de presentar los presupuestos de 2013.
De las sombras a los focos
La dimisión de Esperanza Aguirre, en una voladura controlada en la que se aseguró su sucesor, se notó inmediatamente en el día a día del Gobierno regional. Los hasta cinco actos diarios a los que acostumbraba "la presidenta" —no es extraño que todavía se refieran así a Aguirre en la Comunidad—, menguaron a uno o dos como mucho con Ignacio González. El barón del PP ha ido limando su perfil, acostumbrado más a las sombras que a los focos.
¿Qué otros cambios se han apreciado? “Aguirre es uno de esos animales políticos que se dan de tanto en tanto. Su punto fuerte es el cuerpo a cuerpo con los ciudadanos, y su debilidad que solo tiene cinco minutos de discurso. Si tiene que tratar asuntos que requieren 15, cojea. González no tiene esa fuerza en las distancias cortas, pero tiene fama de mucho mejor gestor. Y cumple su palabra”, define a ambos un alcalde socialista.
A González se le han acumulado los frentes en su estreno en el lugar que ocupaba su mentora. El principal, la privatización de la gestión de seis hospitales, paralizado por la justicia en un septiembre negro para el PP con el que pretendía ahorrar los costes en un 20%, porcentaje cuyas explicaciones han alimentado las dudas en vez de aliviarlas. El retraso —definitivo según los profesionales del sector y la oposición— de la medida más criticada de los primeros presupuestos de González como presidente madrileño (tomó posesión el 27 de septiembre) se suma al punto muerto en que se encuentra Eurovegas.
El megacomplejo de casinos y congresos de Las Vegas Sands está pendiente de que la Administración central cumpla una de las exigencias no negociables del magnate Sheldon Adelson: modificar la ley antitabaco para que en sus casinos se pueda fumar. Aparcado Eurovegas, para el que se esperaba la primera piedra en diciembre o como mucho para enero del año que viene, González también se ha quedado sin el otro gran proyecto que aguardaba Madrid: los Juegos de 2020. Aunque el Gobierno regional no llevó la voz cantante en la carrera olímpica, terreno del Ayuntamiento de Madrid, la derrota en Buenos Aires dejó al sucesor de Aguirre sin la bombona de oxígeno, en forma de inversiones, que hubiera significado el certamen deportivo. Un golpe más que agrava el presente al PP mientras en la cúpula del PSM dan por hecho su victoria electoral en 2015. González aún no sabe si será candidato.
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