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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Como témpanos de hielo

Frío recital de Primal Scream ante 2.500 personas en A Quintana

Bobby Gillespie durante la actuación
Bobby Gillespie durante la actuación ÓSCAR CORRAL

Todos esperaban otra cosa. Más rabia encima del escenario y más emoción abajo. Pero la realidad de los hechos, la noche del viernes en la compostelana plaza de A Quintana, supo a témpano de hielo. Sí, y hasta un poco redundante, porque fueron pocos los momentos en casi hora y media de concierto en los que poder sacudirse la sensación de que la rueda no giraba.

 La expectativa, 2.500 entradas despachadas, a razón de 20 euros en venta anticipada y 24 en taquilla, significaba dos tercios del aforo disponible, con lo que, en sí misma, era buena. Y el segmento de edad mayoritario, más cerca de los cuarenta que de los treinta, presuponía una buena reunión de fans de Primal Scream. Sería culpa del viento mensajero del otoño, que aplacó los ánimos de los unos y de los otros. El caso es que algo falló para que las invitaciones al karaoke del cantante, un muy pendulante Bobby Gillespie, y la llamada a las palmas del guitarrista Andrew Innes fuesen prácticamente infructuosas porque lo que se dice conectar, se conectaron muy pocos espectadores. Vale que el saxo tuvo poco realce, que llevar coros grabados resulta, finalmente, cutre y que la elección del repertorio, en el que los tiempos medios le arrebataron la mitad del bolo a la psicodelia, quizá no fuese la más enardecedora porque, además, las pausas entre las canciones tuvieron el efecto de deshinchar un globo. Sin el previsible desparrame y sin desarrollos apabullantes, pero ahí estaban el escocés y su marca, un pedazo de historia de la música popular contemporánea, para, al menos, brindar algunos de sus temas más conocidos, que siempre hacen más digerible el asunto.

 De modo que, tras la apertura con “2013”, uno de los temas de More Light, su último disco estrenado este mismo año, a la segunda cayó un clásico, “Movin’ On Up”. Algo se removió el respetable, pero la onda no tuvo carácter expansivo, con lo que a Gillespie no le cambió la cara de cansado y su gestualidad de líder fue la justa para cubrir el expediente. Hubo que esperar casi al cierre, con “Loaded”, y sobre todo con “Country Girl” y después “Rocks”, para sentir una vibración. Ya era tarde y la fiesta terminó sin bis, marchándose cada uno por su lado casi sin despedirse y todos con cierta sensación de alivio. Nada que ver con los deslumbrantes relatos de su paso por el Festival de Benicàssim como lo que es, una influyente y sabia autoridad pop, este mismo verano.

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