Empacho vocal con Al Jarreau
Sus conciertos son una concatenación de demostraciones vocales del cantante de jazz, no una mera sucesión de canciones
No lo puede ocultar, de hecho no desea hacerlo: Al Jarreau está encantado con su voz. Instrumento versátil que puede cambiar de tonalidad y pasar de un registro nasal a uno grave y oscuro, la voz es el arma que el cantante norteamericano utiliza para seducir. El primer seducido es él mismo, y por ello sus conciertos pueden acabar siendo más una demostración si cabe gimnástica que no la aplicación de un recurso a la construcción de un relato artístico. En Al Jarreau el relato parece ser su propia voz y sus conciertos no son una sucesión de canciones, sino la concatenación de demostraciones vocales que muestran hasta qué punto Al Jarreau está encantado con ese instrumento que la naturaleza le ha dado. Así las cosas sólo hay dos opciones: o gusta escuchar su voz o acaba cargando. Para gustos, los colores.
La cita era en el Espai Port del Festival de la Porta Ferrada. Público adulto. Ellos con polo y bronceado, ellas, algunas al menos, de noche y bronceadas: todos ataviados para escuchar un concierto “de calidad”.
Al Jarreau, un espectáculo en sí mismo: brazos largos, dedos aún más largos, gestos faciales que le ayudan a proyectar su voz, emergiendo de una boca con dimensiones regulables a tenor de las necesidades. Y está en forma. No tanto en cuestiones de motricidad, tener 73 años carga las piernas, como en aspectos vocales. Jarreau mantiene la voz fresca y sabe dosificarla a lo largo de la actuación intercalando solos, prestando protagonismo a su bajista para que cante un par de composiciones, permitiendo desarrollos instrumentales que aligeren el esfuerzo e intentando completar su expresividad con el juego de dedos, líneas que se curvan al cerrar la mano para transmitir aún más sentido a sus piezas. Todo bien.
Pero Al Jarreau se gusta mucho, tanto que acaba por perder la dinámica de la actuación y rendido por sí mismo la alarga hasta lo innecesario. Tras un repaso a buena parte de sus piezas más populares, tras patentar su carácter de artista que ataca tanto al funk, como al pop, como al rhythm and blues o al soul, todo ello con una pátina satinada y confortable, tras recordarnos Roof garden y We're in this love together, Al Jarreau quiso reivindicarse, una vez más, como cantante de jazz. Y ahí es donde el concierto se hizo eterno, alargado en loor de más demostraciones de un voz que siempre parece estar por encima de lo que canta. Es una opción, pero acaba por insensibilizar.
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