Pensiones, cuestión política e ideológica
Asumir que la evolución demográfica es el único factor que importa a la hora de analizar la sostenibilidad del sistema es un error
Mi última colaboración trataba sobre el Informe para la sostenibilidad del Sistema Público de Pensiones. Decía a modo de resumen:
—El problema fundamental que aborda el Informe es envejecimiento de la población y el aumento de la esperanza de vida, que conducen al aumento de la tasa de dependencia, (cociente entre número de persona que perciben pensión y número de personas que cotizan).
—Para hacer frente a este problema debe cambiarse el objetivo de las revalorizaciones de la pensión: éste, ya no es mantener la capacidad adquisitiva del pensionista sino la salud del sistema.
—Si como viene a decir el informe, la salud del sistema depende de la tasa de dependencia y ésta aumentará, no cabe otra conclusión que la necesidad de reducción de las pensiones, aunque no lo sea nominalmente.
Asumir que la evolución demográfica es el único factor que importa a la hora de analizar la sostenibilidad del sistema es un error, además un error interesado, cada retroceso en la prestación pública es un paso adelante para el negocio de los sistemas privados. Tampoco hay que olvidar que el gasto fiscal que supone la deducción por aportación a sistemas privados ha supuesto al Reino de España seis mil millones de euros que reducirían notablemente el problema de la sostenibilidad, si se dispusieran a favor del sistema público y no del privado.
Además, la productividad tiene una gran influencia sobre esta cuestión. El incremento de la productividad conlleva el incremento de la riqueza y por tanto los ingresos del sistema, por muy mal distribuida que esté aquella. Los estudios que se basan en los factores demográficos suelen prescindir del dato de productividad. Un esquema más justo de contribución aseguraría por si mismo la sostenibilidad. Un ejemplo: si un aumento de productividad permite la reducción de, digamos, un tercio del número de horas trabajadas para conseguir determinado número de unidades, el empresario, y sólo éste, se beneficiará de la reducción de este coste, pero, a su vez, la contribución a mantener el sistema se verá reducida y de esta reducción se beneficiará únicamente el empresario, beneficio, o dicho de otra manera, riqueza que queda excluida de contribuir la sostenibilidad. Para concluir con esta cuestión, sobre la base del crecimiento de la productividad, dice Vicens Navarro que si hoy se necesitan tres personas para sostener a un pensionista, hace cuarenta años se necesitaban seis y es más que probable que en el futuro se necesiten menos.
Decía en el anterior artículo que existen más factores que la cruda tasa de ocupación que influyen en la salud del sistema. Estos son: Crecimiento de los salarios, mejoras en las bases de cotización, mayor tasa de empleo, disminución de la economía sumergida y aumento de la productividad, aportando en mayor medida al sistema quien en mayor medida se la apropia. En términos generales, esto supone decir que la suficiencia financiera del sistema público de pensiones no sólo depende del gasto sino también de los ingresos. Algunos de ellos pueden resultar muy complejos, como la tasa de empleo, pero otros sólo dependen de la voluntad política. Por lo tanto que no nos vendan la sostenibilidad del sistema público como un problema neutro que no admite más solución que su recorte, no, la sostenibilidad de las pensiones también es una cuestión política y de naturaleza ideológica.
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