No se salvaron dos, sino tres
Una superviviente descubre en el hospital que está embarazada de siete semanas. Tanto ella, como el feto y su otro hijo de siete años están bien
El doctor, en su ronda matutina, pasa por la habitación de Marisol Echeberría en la planta de Neurología del Hospital Clínico, le palpa los pies y las manos para comprobar que tiene sensibilidad, le quita el collarín producto de una lesión cervical y le anuncia que a partir de hoy deberá abandonar a ratos la cama para empezar a moverse un poco. También le toca la barriga y le pregunta cómo se encuentra. Tiene una doble intención. Esta víctima del accidente ferroviario de Santiago no solo salvó su vida, sino también la del bebé que, si todo continúa a este ritmo, nacerá dentro de siete meses. Cuando fue ingresada en el Clínico la noche del miércoles, descubrió que estaba embarazada de siete semanas. También ha salido ileso el hijo de siete años que la acompañaba. El abrazo protector con el que intentó salvarle del impacto es el último recuerdo que conserva Marisol antes de desmayarse. El niño fue dado de alta el viernes sano y salvo.
Marisol hace memoria hasta las 20.40 del miércoles, en ese momento el tren pasaba a un kilómetro de su casa, en la que le aguardaba su marido. Él no sabía que su mujer, natural de Monforte de 38 años, iba en el vagón número siete, ella volvía de Valencia y había adelantado un día su viaje para darle una sorpresa. Su relato se entrecorta, habla casi en susurros, suelta algunas lágrimas, pero también empieza a haber espacio para las risas, como cuando recuerda con su pareja, Pablo, que ella salió entre los raíles con su propio pie, aturdida pero con el bolso colgado del hombro. “No lo soltó en todo el tiempo”, bromea él.
El anuncio de que iba a ser padre le llegó por sorpresa cuando aguardaba en urgencias a que le dieran información sobre el estado de su mujer, ahora reconoce que no es la mejor manera de enterarse: “La preocupación se me multiplicó por cien, pero ahora lo único que tengo es alegría”. El nombre de Marisol figuraba ya en la primera lista que facilitó el hospital con los heridos ingresados, llevar el bolso con su documentación probablemente facilitó su rápida identificación.
Marisol recuerda que faltaban unos minutos para que llegara a Santiago, por eso ya estaba preparada para coger las maletas. Escuchó un ruido y un balanceo. Al principio pensó que el tren estaba cambiando de vías para entrar en Santiago, pero ese pensamiento desapareció de su cabeza cuando un impacto le hizo volar hasta otro asiento, el cristal de la ventanilla se rompió a su lado y los equipajes llovieron de los compartimentos superiores sobre su cabeza. Todo ello en “milésimas de segundo”, recuerda ahora en su habitación del hospital. Alguien le ayudó a salir y la acompañaron caminando hasta una ambulancia, pero aunque estaba consciente, todo este periplo se difumina hoy en su memoria. Solo un destello se dibuja con nitidez en su mente: un hombre ensangrentado vagando entre las vías y repitiendo: “Soy el maquinista, perdonadme”. Era Francisco José Garzón.
Ella recordó todo esto al día siguiente, porque cuando la ingresaron estaba medio inconsciente. Tras varias pruebas ella acertó a decir que sospechaba que estaba embarazada. Los médicos dejaron todo lo demás y comprobaron si era así, el resultado fue positivo y los facultativos comprobaron que el feto estaba en perfecto estado. “Hay que ver, otras lo pierden en seguida y yo después de todo esto, aquí lo tengo”, comentó horas después a una doctora con incrédula alegría.
Marisol no ha visto la televisión, ni la grabación del descarrilamiento, tan solo ha visitado algunas páginas de internet desde el móvil de su hermana, y ha leído un par de periódicos. “Parece un sueño, no me creo que yo estuviera dentro”, asegura, “lo que tengo ahora son ganas de vivir, te das cuenta de que en cualquier momento se puede acabar todo”. Ni ella ni su marido guardan rencor por lo sucedido y apuntan que “no hay que juzgar a nadie antes de tiempo, todo el mundo comete errores”, en referencia al posible fallo del maquinista al ir a más velocidad de la permitida en la curva de Angrois.
Cogiendo su mano, Pablo explica algo a su mujer: “He llamado a la protectora, allí tampoco saben nada”. Marisol quiere encontrar a su gato, un persa gris, está convencida de que salió ileso del accidente. El marido cuenta que en casa intentaba explicar al pequeño que los gatos tienen siete vidas y que el joven superviviente le replicó: “Ya, pero creo que le cayeron siete maletas encima”. Así Pablo vuelve a sacar a su pareja una sonrisa, la misma que le ha arrancado el médico cuando le ha asegurado que en una semana podría estar corriendo por la playa.
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