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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

No nos toman en serio

La imagen que proyectamos hacia afuera está demasiado ligada a la parafernalia fallera como para infundir respeto a nadie

Ahora que muchos andamos preparando la sombrilla, les voy a contar un secreto a voces para que mediten sobre el particular mientras el rumor del mar les mece los oídos: un grave problema que tenemos los valencianos, si no el peor, es que no nos toman en serio. ¿Quiénes? ¿Dónde? ¿Cuándo? Pues todos, en todas partes y a todas horas. Tan pronto es el gobierno central, que nos niega una financiación justa, como son los medios, no importa si de Barcelona o de Madrid, quienes nos han convertido en motivo de broma. Ya han olvidado que en la postguerra el 75% de las exportaciones españolas dependía de la naranja valenciana y que la gloria literaria de la lengua que compartimos con el vecino del norte se labró en esta tierra. No hay nada peor que a uno no lo respeten. Mas para que no te menosprecien, tienes que plantarte. Y es evidente que la imagen que proyectamos hacia afuera está demasiado ligada a la parafernalia fallera como para infundir respeto a nadie. Espero que la marca Valencia, que ahora quieren promover, no siga estos derroteros.

Los políticos suelen pasar de la cultura. Creen que es una especie de adorno para saraos autocomplacientes, un lujo prescindible. Craso error. La inversión se sustenta en la confianza y la confianza depende de la buena imagen. Pero la buena imagen no cae del cielo, hay que trabajarla con esmero. Los patéticos intentos de potenciación de la llamada marca España son un buen ejemplo de lo que no hay que hacer. Y para colmo gravan la cultura con un 21% de IVA, como si en vez de representar su salvación fuese su principal enemigo. Que no nos vengan con cuentos. En los países desarrollados gravan el juego y el alcohol, que son diversiones, no el cine, el libro o el teatro, que son inversiones. Las naciones no son espacios encerrados entre fronteras, son dominios culturales. Y los que los atacan son los enemigos de la nación, por mucho que echen lagrimones cuando izan su bandera.

¿Por qué admiramos a los EE UU, a Francia, a Gran Bretaña? Fundamentalmente por su cultura, a pesar de que su poder político y económico desapareció o está en franco declive. ¿Por qué no somos admirados los valencianos? Pues porque carecemos de referencias culturales atractivas. Camps lo intentó, pero, como no era un hombre culto, el resultado fue una sucesión de carísimos decorados de cartón piedra, de estatuas grotescas y de eventos. Estos de ahora, que han acabado con el disparate, tampoco han logrado construir un proyecto alternativo.

¿A quién se le ocurre matar el teatro, la gallina de los huevos de oro de la cultura valenciana desde el siglo XVI? ¿Por qué están dejando morir las orquestas y las bandas, la tradición cultural más enraizada en la Comunidad Valenciana con más de medio millón de socios en las sociedades musicales? ¿Por qué no protegen las editoriales, no saben que el primer libro impreso en España lo fue en Valencia y que desde entonces hemos tenido fama por nuestra afición libresca, por ser lletraferits, gente a la que no solo hiere Cupido sino también los libros. Sorprendentemente esta cultura que nos singularizaba ya no interesa. CulturArts parece decantarse solo por la danza —foránea— bajo la efímera consigna de “¡que nos quiten lo bailao!”. Me gustaría creer que es por frivolidad y no por un intento premeditado de ahogar todo lo que obliga a pensar. Porque si así fuese, su dejación se volverá implacablemente en contra suya. Lo van a ver más pronto que tarde. Feliz verano.

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