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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Erasmus para los políticos?

Tendrían ocasión de comprender los problemas de los otros y de darse cuenta de la imbricación de las cuestiones nacionales con las europeas

La ocurrencia no es mía. La propuesta la lanzó, a principios del curso que termina, Daniel Cohn-Bendit y es relativamente sencilla y barata. Puesto que el programa Erasmus ha sido el más exitoso de la Unión Europea, ¿por qué no copiar la fórmula y crear un programa de intercambio similar para los parlamentarios de los distintos estados de la Unión? En un momento histórico en el que la idea de Europa pasa por sus horas más bajas, en el que el proyecto europeo sucumbe, engullido en un repliegue miope sobre unos intereses nacionales particulares que se pretende defender por encima del beneficio común, es necesario impulsar acciones que promuevan la conciencia de un demos europeo entre quienes, se supone, representan a los ciudadanos.

Porque si hoy podemos hablar de ciudadanos con conciencia de ser europeos, con capacidad de movimiento, con amistades y lazos familiares que van más allá de las fronteras estatales, esos son, sin duda, los tres millones de personas que, en los últimos 25 años, han pasado por el programa Erasmus. Ellos y la red social real —y no solo virtual— que están tejiendo a su alrededor han contribuido más al demos europeo que el mismísimo Parlamento de Estrasburgo. En este intercambio de políticos, en el que cada becario viviría con su sueldo de origen, aunque lógicamente no podrían votar en el parlamento en el que realizan el stage, tendrían ocasión de comprender los problemas de los otros y de darse cuenta de la imbricación de las cuestiones nacionales con las europeas. De paso aprenderían idiomas, algo que además les hace falta.

Una iniciativa similar también podría ponerse en marcha en el ámbito del Estado español, con un intercambio de parlamentarios autonómicos al modo en el que los estudiantes españoles cursan un año en una universidad distinta en el marco del programa Séneca, cuyas becas, dicho sea de paso, el Gobierno va a suprimir. ¿Se imaginan lo que podría aprender un diputado andaluz del PP en el Parlament de Catalunya o uno de Esquerra Republicana en la Junta de Extremadura? Probablemente, si pasaran por un stage semejante, el debate en torno a la financiación autonómica cambiaría de tono.

No es casualidad que la idea de este Erasmus para políticos sea de un Daniel Cohn-Bendit, que fue apátrida, que actuó como revolucionario a ambos lados del Rin y que luego como reformista verde siempre ha defendido el federalismo y la ciudadanía europea. Un Daniel Cohn-Bendit que ha llegado a proponer incluso un nombre para este singular intercambio, que se llamaría Programa Semprún, en homenaje a un intelectual políglota que pensó, luchó y escribió “en europeo”.

¿Es factible una propuesta como esta? Parece difícil, no solo porque las instituciones europeas no se han dado por enteradas, sino porque probablemente, si la experiencia Erasmus ha generado un cambio de mentalidad tan potente, es porque quienes pasan por ella están en plena juventud. Un tiempo en el que se piensa que todo es posible, incluso cambiar la vida y cambiar la historia. Pero menos da Bruselas y siempre es buena cualquier iniciativa que agite esta insoportable unión de las multinacionales y los banqueros, que nos ha dejado sin líderes y sin logos europeo.

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