Verdi con el corazón
Rolando Villazón demostró en su regreso al Palau que sigue siendo un divo, a pesar de no estar su mejor momento
Cuando un tenor alcanza la condición de divo, los riesgos se mutiplican en cada actuación. El público espera el máximo nivel y el divo tiene que dárselo para seguir jugando en lo más alto del escalafón lirico. Y el tenor mexicano Rolando Villazón sigue siendo un divo, a pesar de no estar su mejor momento. En su regreso al Liceo —cuatro funciones de L’elisir d’amore programadas del 27 de mayo al 5 de junio— sacó adelante, no sin problemas, el agradecido papel de Nemorino, y el pasado jueves, en su debut en el Palau de la Música Catalana, lidió con valentía un programa consagrado a Giuseppe Verdi —las citas a propósito del bicentenario del nacimiento del genial compositor italiano no cesan— en el que estuvo acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional Checa bajo la batuta del director ruso Guerassim Voronkov.
Rolando Villazón, tenor
Orquesta Sinfónica Nacional Checa. Guerassim Voronkov, director. Verdi: Arias, canciones y obras orquestales. Palau. Barcelona, 27 de junio
No se llenó el Palau, pero sí se registraron temperaturas muy altas: por deseo expreso del tenor, se prescindió del aire acondicionado y el público echó mano de abanicos y programas de mano para intentar mitigar el asfixiante calor. Peor lo tuvieron los músicos —nada más empezar, el primer flauta se quitó la pajarita y la chaqueta haciendo evidentes gestos de agobio, pero a los pocos minutos tuvo que ponérsela otra vez por pura disciplina— que sudaron la gota gorda durante todo el concierto.
Voronkov es un músico muy completo —violinista, pianista, director y compositor—, que vive en Barcelona desde 1991 y trabaja desde entonces en el Liceo, actualmente como primer director asistente. Conoce a fondo el repertorio y las necesidades de los cantantes. Además, acompaña de forma habitual a Villazón en sus conciertos y esa complicidad se notó durante toda la velada, en la que estuvo pendiente de las necesidades y los matices del canto del divo mexicano. Es decir, le hizo un traje a medida en cada una de sus intervenciones, ayudándole a solventar algunos problemas. El famoso tenor cantó cinco arias de óperas, todas de juventud o de sus años de galeras: Oberto, I Lombardi, Il Corsaro, Macbeth y Luisa Miller —su intensa interpretación del aria Quando le sere al placido fue lo mejor de la velada— y completó el programa con tres canciones de salón deliciosamente orquestadas por Luciano Berio.
Su voz ha perdido color, brillantez y volúmen, pero la capacidad de entrega y el poder comunicativo permanecen intactos
Villazón triunfó con un canto visceral. La voz ha perdido color, brillantez y volúmen, pero la capacidad de entrega y el poder comunicativo permanecen intactos. No fue un Verdi de extrema elegancia en el fraseo ni de técnica depurada, pero fue un Verdi cantado con el corazón, temperamental y directo. La orquesta se mostró como un disciplinado conjunto que Voronkov dirigió con fogosidad, mostrado su contundente sonoridad en las seis piezas orquestales que coparon buena parte del programa.
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