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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Haciendo pequeño el Sant Jordi

Alejandro Sanz impuso su cercanía en el primero de sus dos conciertos en Barcelona

Alejandro Sanz, anoche en el Sant Jordi.
Alejandro Sanz, anoche en el Sant Jordi.albert garcia

A las 21,10 horas aún entraba claridad a través de las zonas acristaladas del recinto, y en el Sant Jordi la oscuridad no mandaba. Por eso la escena fue aún mejor. Comenzaba el concierto de Alejandro Sanz, el primero de la gira de grandes recintos de su temporada, y la cara de sus seguidoras se veía en penumbra, iluminada por los dientes que las sonrisas destapaban. Una sombra de Alejandro con su guitarra se proyectó en las telas que con forma de vela estaban situadas en La boca del escenario y con Llamando a la mujer acción, una pieza enérgica, se iniciaba el delirio. Uno más, el tercero en menos de un año en Cataluña provocado por este tímido que sólo se suelta en distancias muy cortas. Suerte pues en caso contrario el Sant Jordi hubiese sido demolido por la pasión desatada.

Tras su concierto exclusivo del verano pasado en el festival de Cap Roig, donde sólo hizo una pieza de su nuevo disco, y sus dos pases de presentación del mismo meses más tarde en el Palau de la Música, esta era la primera ocasión en que Alejandro se mostraba en gran formato. En realidad esa fue la gran diferencia con respecto al Palau, donde hizo el mismo repertorio que anoche en el Sant Jordi. Cambió el tamaño y la producción. Ésta se fundamentó en una excelente iluminación sustanciada en una suerte de estalactitas que reforzaban los haces de luz proyectados desde atrás, los focos no proyectaban en vertical, y en tres pantallas con dos señales distintas, una para las laterales y otra distinta para la posterior, donde se alternaban imágenes del concierto y grafismo. Pero Alejandro no conquista con toneladas, sino, incluso más allá que con canciones, con su personalidad. Eso siempre ha permanecido invariable.

Con los efectos visuales entrando de forma paulatina a fin de no mostrarse en su integridad a las primeras de cambio, Alejandro se presentó tras la segunda pieza, enlazó tópicos que todos pasan por alto porque no intenta parecer ducho hablando y tras la cuarta pieza, “Desde cuando”, despachó el primer popurrí. El segundo llegaría poco después, marcado por el uso exclusivo del piano. Justo antes recordó un clásico de sus alocuciones: “la utopía es el horizonte, que se aleja al dirigirte hacia él, pero de paso sirve para caminar hacia adelante”. Aplausos. Ellas agradecían que Alejandro no hiciese caso a su madre cuando ésta le dijo que intentar ser cantante era una utopía.

A todo esto la platea ardía. O casi. Con las nuevas categorías de entradas –en los conciertos ya no ha dos o tres clases sociales, sino 24-, no había una sola platea, sino tres: una zona cercana con el público en pié, otra, con el personal también en pié pero más alejado del escenario, y una tercera con sillas en la parte posterior. La consecuencia, además de la segmentación por precios cada vez más variados, es que el fuego prende más difícil. Por ejemplo “Cuando nadie me ve” generó gritos, pero no locura, como en otras ocasiones. En fin, cosa de los tiempos. A todo esto el Sant Jordi se acomodó para 14.000 personas, una buena idea que permitió seguir el concierto con más comodidad y sin el agobio de los llenos asfixiantes.

Pero pese a las distancias de un Sant Jordi, Alejandro aún tuvo vista para recriminar amablemente a una espectadora la atención que brindaba a su teléfono, “estate aquí, niña”, dijo antes de obligar a usar los teléfonos como cámaras al cantar entre un griterío ya ensordecedor Mi soledad y yo. Ni las diferencias entre las tres plateas fueron barrera para la expansión, ahora sí, de la locura. ¡Y qué decir del momento Corazón partío!, o del No me compares cantado con Antonio Orozco, o del No es lo mismo, o de la final mezcla entre Amiga mía y Y si fuera ella…en fin, de nuevo Alejandro. Esta vez en formato XXL, pero a pesar de las distancias igual que de cerca. ¿Paradójico?, no, un tipo transparente que ni presume de su sencillez.

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