El proyecto ‘fantasma’ de Oliva Arauna
La Comisión de Patrimonio da el visto bueno a la reforma que permitirá reabrir la galería La dueña dice que nadie sabe cómo era la fachada original
Oliva Arauna trasladó su galería de arte, una de las principales por trayectoria y relevancia, a la calle del Barquillo en 2004, tras 19 años instalada en el barrio de Salamanca. Compró un local que antes albergaba un restaurante de drag queens, y modificó una fachada, que consideraba “horrible”. Ocho años después, el pasado mes de septiembre, la Policía Municipal precintó la galería por orden de la Agencia de Licencias.
El Ayuntamiento le abrió en 2010 un expediente por los cambios en la fachada, que “incumplen las obligaciones del Plan General de Ordenación Urbana con respecto a la recuperación de elementos histórico-artísticos”. El delegado municipal de Las Artes, Fernando Villalonga, calificó de “inaceptable e inasumible” el cierre de la galería, y se ofreció a manifestarse ante el edificio, aunque Botella le obligó a rectificar.
El Ayuntamiento se movilizó en todo caso para solucionar el cierre de la galería lo antes posible. Lo antes posible son ya ocho meses y, pese a que desde la Agencia de Licencias se insiste en que está todo encarrilado, Arauna no ve probable que pueda reabrir hasta, como mínimo, septiembre.
Arauna trató primero de negociar con la Comisión de Protección del Patrimonio (CPPHAN). Sin éxito. Luego acudió ante la Justicia para que levantara el precinto de la galería. Perdió. Así que, finalmente, se puso en manos del arquitecto Ignacio Vicens para devolver a la fachada su aspecto histórico original. El problema es que en ningún documento o archivo aparece cuál era este aspecto histórico original que Patrimonio le obliga a devolver. “Había que dejarla como ellos creen que estuvo en su momento, pese a que no hay ninguna prueba de que fuera así, es un proyecto fantasma, recalca Arauna. “En esta ciudad, si te sales de lo tradicional no se acepta, no es como Barcelona”, añade.
Desde la Agencia de Licencias, se asegura que, aunque no haya un modelo a seguir, el proyecto “se debe ajustar a una uniformidad del edificio, debe respetar su simetría, como en el centro de Viena y casi todas las ciudades europeas. Debe responder a un paisaje urbano homogéneo”. Pese a que esto parece complicado de conseguir en una calle tan heterogénea como Barquillo, Arauna ya tiene el permiso de obras listo. Ahora deberá concluir el proyecto y esperar a que la CPPHAN dé el visto bueno.
Arauna se enfrenta aún al no de Patrimonio en otro frente, por culpa de dos pilares interiores para los que asegura que tiene licencia. Incapaz de cuantificar el dinero que todo esto le está costando, y con el disgusto de tener que mantener la galería cerrada durante al menos un año, Arauna asegura que no se está en su ánimo ni rendirse ni jubilarse, pero se guarda un as en la manga. Tiene otro local en la ciudad, y podría usarlo para reorganizar su actividad. “Al final, igual me hacen un favor”, añade, irónica. “Lo que tengo claro es que no me voy a retirar ni me van a retirar, y menos que nadie los políticos”, zanja la galerista.
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