El enemigo en casa
Al final va a resultar que el 'caso Gürtel' no era más que la punta del iceberg del 'caso Bárcenas'
Estamos metidos hasta el cuello en un thriller mucho más negro de lo que parece y sin happy end, me temo. Lo que lejos de restarle tensión al asunto, aumenta su carga dramática. Un tipo con abrigo de tweed y solapa de terciopelo tiene al gobierno cogido por la yugular y el propio presidente del país no es capaz de enfrentarse a este Al Capone sin escrúpulos porque sólo de pensarlo se le atraganta el puro. Así que en lugar de cumplir con su deber se presta a proteger al villano tomando como rehén a toda la ciudadanía para salvar su propio pellejo. El argumento es bueno, pero el desenlace resulta demasiado previsible.
La diferencia entre la realidad y la novela policíaca es que cualquier escritor sabe que no conviene tomar a los lectores por gilipollas. ¿Se imaginan a Dashiell Hammett manteniendo la clase de argumentos a los que nos tienen acostumbrados Ana Mato, Fátima Báñez o Cristóbal Montoro? Ya sé que sólo son personajes secundarios que muy pronto van a desaparecer de escena por la puerta de atrás. Pero los protagonistas principales no salen mejor parados en su discurso. Las ruedas de prensa de Maria Dolores de Cospedal parecen hechas a propósito para el programa del Gran Wyoming y las explicaciones del portavoz del Partido Popular se desmoronan ante sus propias filas en menos que canta un gallo o una paloma mensajera.
Al final va a resultar que el caso Gürtel, que tan grave nos pareció en su momento, no era más que una punta minúscula del iceberg del caso Bárcenas que siempre fue la verdadera cuestión de fondo. Lo curioso es que el hasta el momento el único que ha sufrido las represalias fue el juez que se atrevió a iniciar las diligencias. Un ejemplo único en la Historia del Derecho si se piensa.
Dashiell Hammet hubiera hecho maravillas con este material de derribo. Su escritura destilaba inteligencia. Estaba llena de clima, dureza, gancho. Nunca le faltó al respeto a sus lectores. Los malos de sus novelas daban la talla, se curraban el papel con coartadas suficientemente complejas para un público adulto. No se les ocurría salir con la historia de que les había tocado 27 veces seguidas la lotería como Carlos Fabra o con el cuento de las naranjas argentinas de Bárcenas. Por favor.
Hammet era un tipo flaco y tuberculoso que a veces no se tenía en pie, pero supo plantarle cara a los poderosos en la caza de brujas del macarthismo sin despeinarse siquiera. Escribía sus diálogos a cuchillo y tenía el don de hacer las preguntas más inoportunas en el momento adecuado.
Por ejemplo, ¿Qué sucede cuando se tiene el enemigo en casa? ¿Qué pasa cuando la Democracia se convierte en un arma de doble filo? ¿Cuando el peligro está en las propias instituciones? ¿Cuando el Presidente del gobierno en plena crisis se sube el sueldo un 27%? ¿Cuando se aprueba una ley de amnistía fiscal para gánsteres de cuello de tweed? ¿Cuando los que exigen sacrificios a la ciudadanía son los mismos que cobran cientos de miles de euros en sobres bajo cuerda? O sea, cuando los que deben protegernos de los forajidos están a sueldo de los malos.
La respuesta, como en las novelas por entregas, en el próximo capítulo.
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