Peritos consultados por el Gobierno censuran que se alejase el ‘Prestige’

Trasvasar en alta mar el fuel del Prestige, tras su accidente hace una década frente a la Costa da Morte, era "imposible". Pero lo que sí era “técnicamente viable y razonable” llevar el barco herido al abrigo de la ría de Corcubión, al este del cabo Fisterra, para intentar, aunque con dificultades, un trasbordo parcial o total de la carga. Lo que resultó realmente “dañino” y erróneo fue la decisión del Gobierno, “contaminada políticamente”, de alejar el buque “a ninguna parte”. Es en resumen la opinión crítica que expresaron este martes en el juicio de la catástrofe tres profesores de la Escuela Superior de Marina Civil de A Coruña, contratados por el Ejecutivo para informar a toro pasado de un vaciado en alta mar del petrolero.

Capitanes de Marina Mercante, los tres coincidieron también en apuntar al seno de Corcubión como el abrigo “ideal” en aquellas circunstancias y en la costa gallega para llevar “en un máximo de 10 horas” al barco. “El impacto era menor, se hubiera evitado todo el espectáculo lamentable que se dio”, ahondó Antonio Francisco Pita. Insistió en que la contaminación se hubiera controlado mejor y evitado que “la basura llegara a la Bretaña francesa”. “Era factible” un remolque hacia el sur para poner al abrigo el petrolero, añadió Vicente Beceiro, muy crítico con el rumbo norte impuesto por el Gobierno. Un traslado a Corcubión hubiera sido “un mal menor” corroboró su colega José Manuel Martínez Mayán. No obstante, este capitán de Marina Mercante puso el acento en la dificultad de llevar a cabo un trasbordo del fuel, que tardaría semanas, y en conseguir los medios necesarios. Y dudó incluso del éxito de esa operación: “Estoy convencido de que no se hubiera podido aligerar o trasvasar la carga ni al abrigo de Corcubión sin cambiar las condiciones del barco”, apostilló al final de su declaración, a preguntas de la abogada del Estado que defiende al exdirector de Marina Mercante José Luis López-Sors, uno de los tres acusados junto al capitán y el jefe de máquinas del petrolero.

Lo que sí resultaba imposible “por ser una temeridad” era meter el viejo petrolero dañado en el puerto de A Coruña, confirmó Evaristo Landeira, práctico ahora jubilado que estaba de guardia al día siguiente del siniestro. El enorme calado del buque, tras la operación de lastrado al que fue sometido para reducir su escora inicial, imposibilitaba la maniobra. Landeira también corroboró que, ante la insistencia de sus superiores, acabó por asegurar que podría intentarlo si lo eximían de responsabilidades.