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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Obviedades en las Cortes

Tiene uno la impresión de que los miembros del gobierno Fabra, al menos, una parte de ellos, carecen de la capacidad política necesaria

Los consejeros del gobierno Fabra son hombres serios, reflexivos, que se toman su tiempo para responder. Dos meses han necesitado los nuevos consejeros para acudir a las Cortes Valencianas a explicar sus propuestas. Finalmente, lo hicieron la semana pasada. ¿Son suficientes sesenta días para elaborar unos objetivos de gobierno y organizar un plan de trabajo? Como hablamos de personas preparadas, competentes, uno diría que sí; incluso, ante una situación de crisis como la actual, el plazo debería ser más breve. Si nos atenemos a lo sucedido en las Cortes Valencianas, diríamos, sin embargo, que el plazo se les han quedado corto a los señores consejeros. No es que faltaran propuestas, que las hubo; pero fueron, por lo general, tan vagas, tan evanescentes e irreales, que no imaginamos cómo podrían llevarse a la práctica. Fueron, además, unas propuestas que igual podrían servirnos para la Comunidad Valenciana o cualquier otro lugar que quisiéramos imaginar. ¿No es deseable una Administración “más eficiente, más austera y más sostenible”, como propuso el señor Ciscar? Naturalmente. No creo que nadie se opusiera a un propósito tan laudable, del mismo modo que nadie se opondría a una Universidad o a una Liga Profesional de Fútbol “más eficiente, más austera y más sostenible”. El intríngulis es cómo llevamos a cabo la propuesta; y sobre esto, es decir, sobre el trabajo efectivo, real, los señores consejeros no dijeron una palabra.

Este gusto que los consejeros muestran por las generalidades, lo complementaron algunos de ellos con unas dosis de fatalismo. Se lleva el fatalismo. La crisis económica lo ha puesto de moda y no hay político que, ante la dificultad que se presenta, no acuda a él para justificarse. Así lo hizo el nuevo consejero de Hacienda, Juan Carlos Moragues. El señor Moragues, al exponer sus propuestas ante los parlamentarios, manifestó que sin una mejora de la financiación autonómica hay poco que hacer. Si, tras ocho semanas de trabajo, todo cuanto puede declarar el señor Moragues es que necesitamos mejorar la financiación autonómica, no parece gran cosa, además de sabida. ¿Necesitamos los valencianos un consejero de Hacienda para decirnos que no se puede hacer más de lo que se hace? ¿Un consejero de Administración Pública, para recordarnos que la Generalidad necesita “un cambio cultural y de gestión”?

Tiene uno la impresión de que los miembros del gobierno Fabra —al menos, una parte de ellos— carecen de la capacidad política necesaria o, al menos, así se muestran. Los consejeros suelen ser profesionales competentes, con una amplia experiencia en su trabajo privado. Pero en cuanto estas personas entran en el gobierno parecen sufrir una transformación y se quedan de súbito sin ideas. Llega el momento de tomar decisiones y permanecen paralizados; si formulan alguna propuesta —acabamos de verlo en las Cortes—, esta no suele pasar de la obviedad. Todo esto nos lleva a pensar que si desaparecieran durante un tiempo, es probable que la ausencia de estos consejeros pasara desapercibida: la maquinaria administrativa continuaría su funcionamiento, y el país proseguiría su marcha. ¿No resulta extraño todo esto?

Decir cuánto hay de real o de impostado en estas conductas es complicado. En la situación actual, todo se ha vuelto confuso y es difícil orientarse. Pero, quizá las palabras de la directora de Cáritas, cuando denuncia que “hay dinero para pagar 4,8 millones de euros en intereses del préstamo del Valencia y se niega el pan a los trabajadores”, puedan darnos una pista.

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