De pedir un polideportivo a donar comida
La Asociación de Vecinos del Benicalap reparte comida y da ayuda laboral a familias del barrio Es la primera de la Comunidad Valenciana en arrancar el proyecto solidario Entrevecinos La cooperativa Consum dona alimentos diariamente para que se repartan entre los necesitados
Drácula, El Quijote, una botella de aceite, El flautista de Hamelin, arroz, macarrones, atún, Fuenteovejuna. La biblioteca de la Asociación de Vecinos del barrio de Benicalap (Valencia), está dejando paso a la comida. Desde el pasado día 7 de enero los vecinos han convertido la sede de la asociación casi en un centro de bienestar social. Reparto de alimentos, ayuda psicológica y asesoramiento laboral es lo que ofrece esta asociación, la primera en la Comunidad Valenciana en arrancar el proyecto Entrevecinos.
Ayer por la tarde Pepe Bellver (59 años), presidente de la asociación, organizaba bolsas de comida, atendía el teléfono y mantenía un ojo pegado a la puerta, por donde iban llegando algunas de las familias a las que ayudan. La Confederación de Asociaciones de Vecinos propuso a los barrios en junio de 2012 arrancar con Entrevecinos, un proyecto integral de ayuda en la que se da comida y se pide a cambio participación en actividades de ayuda al barrio. Las asociaciones de Benicalap y Ciudad Fallera, en colaboración con otros colectivos sociales consiguieron que Benicalap sea el primer distrito que ofrece esta ayuda.
Hasta 48 familias, un total de 150 personas, reciben asistencia en el barrio. Javier (57 años) y Ángela (56 años) donaron ayer un carro de la compra lleno de alimentos. Naranjas de su huerto, arroz, tomate de bote, macarrones... "¡Se me ha olvidado el aceite, Javier!", decía Ángela apurada. Con dos hijos estudiando y una hija con un trabajo eventual, Ángela reconoce que algunos de sus familiares también necesitan ayuda para llegar a fin de mes. Traer comida aquí es su manera de colaborar. Ciudadanos que ayudan a ciudadanos en un acto de solidaridad colectiva.
Los vecinos aportan comida, pero quien les abastece con regularidad es la cooperativa Consum, con la que han llegado a un acuerdo de donación de alimentos. Cada mañana Pepe Bellver se desplaza con su coche al supermercado, trae la comida a la asociación y llena una nevera que han tenido que habilitar para almacenar los alimentos. Los que son perecederos los donan a otras asociaciones ya que la frecuencia de reparto, lunes y jueves, impide dar salida a toda la comida perecedera que reciben. Según Pepe, un carro del supermercado lleno cada día.
Al llegar a la asociación, los beneficiarios rellenan una ficha en la que explican su situación familiar, laboral y comentan su caso con el orientador psicológico, Pepe Román, parado de 59 años: “Esta no es solo una quiebra de cuentas corrientes, sino de dignidad”. Bilal, argelino de 6 años, reía ayer cuando acompañaba a su madre, Yamina, de 36 años, a recoger los alimentos. "Ya he acabado los deberes y me han dado una diana con imán. ¡Ahora ya puedo jugar!", decía sonriendo con algunos dientes de menos. "Merche, una vecina que conoce mi situación, me dijo que esta ayuda existía y me invitó a venir. Vengo cada 15 días y la ayuda que me dan es muy importante para nosotros", explicaba Yamina, su madre.
Argelinos, españoles, búlgaros, colombianos, afganos... no hay nacionalidad que se salve del azote de la crisis en el barrio. Con un 20,3% de paro y un 18% de población inmigrante, Benicalap se ha convertido en un foco sobre el que actuar. El presidente de la asociación cuenta que hay personas que vienen a pedir simplemente jabón porque no tienen con qué lavarse. Mujeres que trabajan por 2,50 euros la hora, familias de nueve miembros sin ningún tipo de ingreso o mujeres inmigrantes sin trabajo y abandonadas por sus maridos se congregan cada lunes y jueves en busca de una bolsa que les llene la nevera, el estómago y la esperanza.
Pepe Bellver lleva también dos años en paro. Mañana madrugará un poco más porque tiene que ayudar a su madre que está enferma. Aunque en otro tiempo él habría sido visto como un potencial beneficiario de la ayuda, ahora se siente un privilegiado. Recorre 40 kilómetros a la semana para rellenar los estantes de alimentos y no piensa desistir: “Hay muchos niños en el barrio que comen una sola vez al día. Y esto no puede seguir así”.
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