Huerta de las oportunidades
"De entrada, el discurso de las oportunidades pretende dejar implícito que las susodichas son siempre y en todo caso, individuales"
Uno de los mantras más repetidos por los discursos dominantes es que las crisis generan oportunidades. La letanía se corea en distintos ámbitos, económicos, políticos, e incluso universitarios, como una verdad revelada, de la que se espera la redención para los elegidos por su ingenio, su habilidad, o su maña. Y tal como se plantea, sin matices, oculta dos cuestiones claves: una, ¿oportunidades para quién? y dos, ¿oportunidades para qué? De entrada, el discurso de las oportunidades pretende dejar implícito que las susodichas son siempre y en todo caso, individuales. Porque son tales oportunidades en la medida que son una solución personal: soy yo, sujeto individual, el que me lo monto, me lo apaño, porque, tal como está el patio, “sálvese quien pueda”. Entre otras cosas porque, se nos viene a decir, cuanto más compartida sea la oportunidad menos lo será. Las respuestas a la segunda cuestión se desprenden de la primera. Pensemos por un momento en lo que está sucediendo con la sanidad pública. A cuento de la crisis financiera, se ha convertido en una excelente oportunidad, en un botín, para convertirla en negocio privado para que se lucren grupos especializados de agiotistas, logreros y todo tipo de comisionistas.
En 1999, con motivo del XIII Congreso del PP, Aznar le encargó una ponencia sobre el asunto a un gran especialista, Eduardo Zaplana. Se llamaba “La España de las oportunidades” y, visto lo visto, está claro que algunos aprovecharon sus enseñanzas. Zaplana, siempre tan espabilado, ha vuelto a enseñar la patita estos días y ha reaparecido en Alicante. No es que se haya ofrecido directamente como Esperanza Aguirre, otra especialista en oportunidades. No, Zaplana se ha limitado a soltar un “hola, hola, estoy aquí”… por si acaso. Y eso sí, ha resucitado su discurso de las oportunidades, la Comunidad Valenciana como tierra de oportunidades: para el turismo, para la construcción. No concretó más, pero no es difícil imaginar cuáles podrían ser.
¿Se acuerdan de la Ruta Azul? Fue un proyecto que esbozó en 2002 consistente en retirar hacia el interior la autopista que pegada al mar, va de Valencia a Puçol, trasladar detrás de ella los centros comerciales de Port Saplaya y liberar para el desarrollo turístico toda la franja litoral desde la Malvarrosa al puerto de Sagunto. Todo ello, por supuesto a costa del contribuyente y de lo queda de la Huerta norte, que se convertiría así en el patio trasero de las prometedoras urbanizaciones costeras.
Era su oportunidad para convertir la huerta en un cortijo. No la aprovechó y ahora se ha parado la construcción y a la huerta se le presentan nuevas oportunidades, ¿pero para quién? y ¿para hacer qué? ¿Podría ser el momento para implementar una huerta sostenible? ¿Para darle la oportunidad a un paisaje colectivo? Hay una evidente oportunidad social. En la sociedad civil hay savia para revitalizar ese hermoso paisaje: Salvem l’horta, agricultura ecológica, alquiler de huertos familiares, slow traveling… pero no es suficiente para que la alternativa fructifique. Haría falta también política, otra política, una política propositiva que si no se hace ahora, aprovechando el parón inmobiliario, se hará de otra manera cuando empiece la reactivación.
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