El general Prim fue estrangulado tras ser tiroteado en la calle del Turco
La historiografía oficial die que el gobernante murió tres días después de ser herido por bala
Marcas de correas en torno a todo el cuello, incluido el rastro metálico de la hebilla del correaje. Este es el dato forense que mejor explica las novedades descubiertas, hasta hoy desconocidas, en torno al asesinato, supuestamente con armas de fuego, del laureado general y presidente del Gobierno de España Juan Prim i Prats, acaecido en Madrid hace ahora 142 años, en la nevada tarde del 27 de diciembre de 1870. Tal es la última y principal revelación obtenida por una denominada Comisión Prim, que desde el departamento de Criminología de la Universidad privada Camilo José Cela, de Villanueva de la Cañada cerca de Las Rozas, se propuso tiempo atrás resolver las densas incógnitas que durante casi siglo y medio han rodeado aquel luctuoso suceso.
La antropóloga forense María del Mar Robledo; el criminalista Francisco Pérez Abellán, director del departamento universitario; el doctor en Derecho Orlando Tadeo Gómez y el fotógrafo científico griego Ioannis Koutsurais, miembros de la comisión investigadora, creen haber resuelto las principales incógnitas de aquel magnicidio. Y ello gracias a la aplicación de los más recientes avances tecnológicos del examen forense al cadáver momificado del general-presidente, custodiado en excelente estado de conservación en Reus, la localidad natal del laureado militar. Allí fue sometido a un exhaustivo análisis, concluido ahora, de cuyos resultados se informó este lunes en una conferencia registrada en la sede universitaria.
Ninguno de los comisionados cobija dudas sobre la evidencia de las marcas de correas en torno al cuello de Prim, que se asemejan a las mismas huellas dejadas por igual procedimiento de asfixia criminal en numerosos otros cadáveres, examinados para el cotejo por la forense y mostrados ayer públicamente en fotografías. Mas, de esta evidencia ahora descubierta, no hay constancia alguna en el sumario 360/1870 abierto tras el magnicidio y que incluía tres investigaciones concernientes a los tres intentos consecutivos de quitar la vida a Prim entre octubre y diciembre de aquel año. De los cerca de 18.000 folios de los que constaba el sumario del asesinato, hoy quedan intactos menos de la mitad: emborronamientos, láminas arrancadas y zarabanda de páginas en competo desorden son algunas de las prácticas a las que los 81 tomos sumariales, hoy en los juzgados de la Plaza de Castilla de Madrid, fueron sometidos por manos extrañas y anónimas, sobre todo a partir de 1960, en que se reveló la localización de los documentos procesales. ¿A quién pudo beneficiar este expolio tan dañino del patrimonio histórico documental?
La ciencia puede esclarecer sucesos muchos años después de haber acaecido; de no ser tal, la pregunta quedaría sin respuesta. Tal ha sido la certeza que han barajado los miembros de la Comisión Prim desde el primer momento en que, en el hospital universitario de San Joan y en el tanatorio de Reus, ante el cuerpo momificado de Juan Prim comenzaron a indagar rastros de actividad sobre su cadáver embalsamado, que presentaba bajo las axilas y la entrepierna frascos con aromas balsámicos, en una configuración triangular de evocaciones masónicas, según los investigadores.
"No podía retirar la vista de sus ojos de vidrio"
El rastro más llamativo y evidente de los hallados fue, sin duda, la mirada vítrea del general. “Me miraba de una manera tan intensa que no podía retirar la vista de él”, confiesa el fotógrafo científico Ioannis Koutsourais mientras contemplaba la momia embalsamada. "Al cadáver le fue practicada una extracción de sus globos oculares y su sustitución por dos ojos artificiales tallados en un vidrio de alta calidad", reconoce la forense María del Mar Robledo. No hay respuesta para explicar este hecho, del cual no se conocen precedentes forenses probados en la historia contemporánea española, si bien si hay algunos relatos orales que lo reconocen.
Los aspectos relacionados con los móviles del magnicidio resultan muy confusos todavía. Todos los testimonios históricos apuntan a una doble inducción: la primera, la del duque de Montpensier, futuro suegro de Alfonso XII por la ulterior boda de éste con María de las Mercedes, hija del duque y tras cuyas nupcias la decena de presuntos asesinos que tiroteó al presidente quedó en libertad. También las sospechas apuntan hacia el general Serrano, del cual se conserva un sepulcro, hoy vacío, en la iglesia de Los Jerónimos de Madrid. "Es curioso que la principal arteria comercial madrileña lleve el nombre de un general presuntamente cómplice del asesinato de su rival Juan Prim", admite el profesor criminalista Pérez Abellán, que resalta la celeridad con la que el llamado "general bonito" se hizo con las riendas gubernamentales desde el momento en que Prim cayó herido.
Se sabe que los sicarios que atentaron con armas de fuego, trabucos y retacos, contra Prim cuando transitaba a bordo de una berlina entre el palacio de Las Cortes y su residencia palaciega de Buenavista, en la plaza de Cibeles, formaron hasta tres grupos armados y que fueron desplegados en tres enclaves distintos —calles del Turco, Barquillo y Cedaceros— según los trayectos presumibles del carruaje áulico donde el presidente viajaba junto a dos edecanes. Al surcar la calle del Turco, le fue cerrado el paso y a bocajarro, la berlina fue asaltada: los asaltantes dispararon al presidente, que recibió un impacto en el hombro, otro en el codo, sufrió la amputación de una falange de su dedo anular y otras lesiones más, hasta ahora desconocidas, en la palma de la mano derecha. Conforme a sus indagaciones, Prim sangró abundantemente y quedó impedido de manejar sus manos por las heridas sufridas.
Cinco mil duros por matarlo
Según reiteran los investigadores, los facinerosos percibieron diez pesetas diarias durante los prolegómenos del atentado, 25.000 más al consumarlo y apoyos para salir al extranjero, como así hicieron muchos de ellos. Resaltan que la complicidad policial con los criminales fue casi completa, no solo por la inacción del ministro de la Gobernación, Práxedes Mateo Sagasta sino además por la del comisario del distrito, de apellido Valencia, que reportó normalidad durante la jornada del 27 de diciembre de 1870 en que se perpetró el magnicidio; por sobre todo, los investigadores remarcan que las heridas por arma de fuego que Prim sufrió le causaron una grave e intensa hemorragia para cuya detención se le aplicaron emplastos. "Desde que resultó herido, Prim quedó fuera de juego", añaden.
Las heridas recibidas, contrariamente a la levedad pregonada por los medios oficiales, fueron graves y, muy probablemente, el temor a que el aguerrido general catalán —héroe indemne tras decenas de batallas— se recuperara de ellas llevó a los inductores a decidir su asesinato mediante estrangulamiento, según destaca Francisco Pérez Abellán. Empero, resulta aún muy raro que su cadáver no fuera sometido a autopsia alguna y que los cuatro médicos asignados a su entorno inmediato no confirmaran la muerte por asfixia ahora descubierta. Asimismo, el estrangulamiento hubo de consumarse en el palacio donde residía con su esposa, la mejicana Paquita Agüero y en un entorno vigilado por la guardia presidencial.
En cuanto a los móviles políticos criminales, poco desarrollados en la investigación, los testimonios históricos revelan que Juan Prim, promotor de la primera monarquía moderna refrendada parlamentariamente en España en 1870 en la persona de Amadeo de Saboya, con 191 votos a su favor, se granjeó la enemistad de las cortes de Berlín, París y Londres, "que tenían candidatos propios para la Corona española" según subraya el escritor y periodista Manuel Orío, que prepara un libro sobre el magnicidio. Los investigadores de la Comisión Prim se inclinan más hacia una conspiración interna y señalan algunos elementos masónicos —la clase política decimonónica en su conjunto, desde el propio Prim a Sagasta y buena parte del entorno de la destronada reina Isabel estaba nutrida por masones—; pero en las 22 conclusiones de su investigación no contemplan la importancia de la coyuntura política europea en 1870, ya que en España se dirimía también un aspecto clave en la pugna por la hegemonía continental, como la guerra franco-prusiana ponía entonces de relieve.
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