Ebullición
"En este país se aguanta mecha hasta que de repente alguien suelta el puma que todos llevamos dentro"
Según el último barómetro de Metroscopia sobre la confianza de los españoles, en este país solo se salvan los científicos y los poetas. Y no es de extrañar, al fin y al cabo mientras los políticos solo ofrecen voto por liebre, la Ley de la Gravedad viene dando lo que promete desde que a Newton le cayó la famosa manzana en la cabeza. Según esta fórmula física, la fuerza con que se atraen dos cuerpos únicamente depende del valor de sus masas y del cuadrado de la distancia que los separa. Lo mismo sostienen a su manera los poetas enamorados.
La diferencia entre la ciencia y la poesía es que la primera se basa en la demostración empírica mientras la segunda tiende al cálculo de probabilidades, que es una mezcla estimada de azar y necesidad. Piensen por ejemplo en la temperatura de ebullición del agua. A todos nos han enseñado que el punto en que una cazuela rompe a hervir es cuando alcanza los 100º C. Pues bien, esto no es del todo cierto, aunque tampoco es falso. El punto de ebullición no depende solo del agua, sino de la presión del medio en que se encuentra, por eso no es lo mismo hacer un puchero en la playa que en lo alto del Everest. Tampoco es lo mismo la revolución de los claveles que la primavera árabe.
Ya decía Heráclito que no todas las aguas son iguales o algo así. Hay lugares en los que el punto de ebullición comienza cuando a un vendedor no le dejan poner su puesto de verduras en el mercado; en otros, la revuelta estalla cuando a un policía se le va la mano contra el cráneo de un crío de 12 años o amanece sin nada que desayunar. En Argentina, durante el corralito, el presidente De la Rúa tuvo que salir del palacio presidencial por el aire y abandonar el país en helicóptero ante la presión de la calle. Rajoy no quiere ni oír hablar de helicópteros desde su aterrizaje forzoso con Esperanza Aguirre, pero así es la vida. Las moléculas del cuerpo social son muy suyas. Cuando se ponen al fuego, empiezan a agitarse cada vez más hasta que llega el momento de la verdad, que es el de cambiar de estado. Es decir, de pasar de líquido a gaseoso. Según la enciclopedia, esto suele ocurrir cuando la presión de la carga que se soporta sobre los hombros es mayor de la que se puede aguantar. Siguiendo esta teoría revolucionaria un poeta de la vida cotidiana inventó el artilugio de la olla exprés.
Hasta el momento, el Gobierno ha estado cocinando nuestra propia ruina a fuego lento, pero nunca se sabe donde está el punto de ebullición. La gota que desborda el vaso puede situarse en los seis millones de parados, en un nuevo recorte de las pensiones, en el próximo desahucio, o en la venta al por mayor de nuestros hospitales públicos, que son el último fuerte del Estado del bienestar. En este país se aguanta mecha hasta que de repente alguien suelta el puma que todos llevamos dentro.
Aunque queramos cerrar los ojos, el futuro está lleno de un azar que se ve venir de lejos. Lo único que quería decirles es que en el año nuevo triunfarán la física y la poesía. O sea, los héroes empíricos. Feliz 13.
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